e chico, su papá le repetía: “Acuéstate con un sueño y levántate con un motivo”. Esa premisa llevó a Elio Morales Mogollón a venir desde Perú a Neuquén con apenas 19 años, animarse a cultivar yacón en el frío clima patagónico y emprender un negocio casi en soledad, que está empezando a dar sus frutos.
El yacón es una planta de raíz dulce y carnosa como la batata que los incas atesoraban como alimento virtuoso. Contiene inulina, que la convierte en un edulcorante natural apto para diabéticos, y también gran cantidad de potasio. Elio encontró la vuelta para elaborar todo tipo de confituras y bebidas con el tubérculo y también aprendió a sacar provecho de las hojas.
Le llevó años adaptar la planta andina de climas cálidos al suelo del Alto Valle, pero finalmente prendió. “Tiene un ciclo de 11 meses, que yo lo corté en siete, y conseguí un yacón patagónico con las mismas propiedades que el peruano”, explicó.
Elio migró en 1975 desde Piura, Perú, hasta La Plata, la capital bonaerense, donde tenía familiares. Poco después vino a Neuquén en busca de una documentación que necesitaba y no se fue más. Contó que se alojó al principio “con la familia Lugones, que me ayudó mucho”. Estudió Tecnicatura en Alimentos en la Universidad del Comahue, pero se dedicó a la albañilería para sostener a su mujer y dos hijas.
Desde joven le interesaron los “súperalimentos” del imperio incaico, que se perdieron tras la colonización española, pero recién con las primeras canas tomó coraje para dedicarse de lleno al sueño que se convirtió en motivo.
Recordó: “No iba mucho a Perú y un día mi hermano de La Plata me dijo que fuera a ver a mi familia, me pagó el pasaje, pero no tenía para comprarme un bolso de viaje”. Como no podía pedir más dinero prestado, terminó contándole su dilema a un farmacéutico neuquino conocido suyo. “Me dijo que le trajera productos peruanos y me dio lo que necesitaba para la bolsa de viaje; pero a la vuelta, cuando probó la miel de yacón, me la devolvió porque no le interesaba”, relató.
Elio lo tomó como una señal y decidió popularizar el yacón por estas latitudes. Indicó: “Hasta ese momento pensaba sólo en las necesidades de mi familia, pero me acordé de otra frase de mi padre que me terminó de convencer: que tenía que tener siempre un plan B porque la jubilación sola no alcanza”.
Con 48 años y un sueño pendiente durante la mitad de su vida, convenció a un compatriota de Perú para que le prestara parte de una chacra y empezó a cultivar yacón con semillas de Salta.
“Trabajaba hasta el sábado en una empresa y me iba los domingos a la chacra con mi mochilita, hasta que las plantas se hicieron grandes y no sabía cómo seguir. Ahí fui averiguando y decidí ponerle valor agregado con la miel, mermelada, jugo y también encontré que los japoneses usan las hojas como té”, rememoró.
Cuando la plantación tomaba color y altura, tuvo un problema de salud que lo obligó a dejar el cultivo en otras manos. Hoy, el yacón patagónico crece en chacras de Fernández Oro, Allen, Vista Alegre y China Muerta, con las que tiene un acuerdo comercial. Elio vende las plantas en macetas y fabrica los alimentos envasados, que distribuye en dietéticas del Alto Valle.
Lo que más le compran es el té, una novedad en Argentina, y desde el año pasado empezó a recibir pedidos del exterior: Italia, España, México y hasta Perú.
Le falta estructura para exportar en cantidad, pero no se rinde. Confió que planea escribirle una carta al Presidente "para que empecemos a vender al mundo algo auténtico, porque el trigo y la cebada los trajeron los españoles".
Aunque su emprendimiento avanza de a poco, a sus 62 años, Elio está convencido de que ya no le queda otro sueño por cumplir. Como él mismo explica, “hay tres cosas en la vida: tener hijos, sembrar una planta y escribir un libro; el mío ya lo escribí, es sobre alimentos andinos y sólo me falta imprimirlo”. Como el yacón, supo adaptarse a la Patagonia sin perder sus raíces. El plan B funcionó.
LM Neuquen