Los cambios ocurridos en los últimos años en los sistemas de producción determinaron el surgimiento de una serie de conflictos sobre el manejo y los recursos naturales, como son el agua y el suelo. Así, los sitios cuyos suelos sufrieron un importante deterioro presentaban menores rendimientos agronómicos y una baja eficiencia de la utilización de los recursos. En la actualidad, la tendencia hacia una utilización del suelo que procure recuperar sus propiedades iniciales, junto con la adopción de prácticas conservacionistas de manejo, podría incrementar el contenido de carbono y contribuir a mejorar la condición física de los suelos y a hacer un uso más eficiente de los recursos para aumentar la productividad agronómica.
En este sentido, una práctica que ha sido ampliamente adoptada es la inclusión de cultivos de cobertura, también denominados “cultivos de servicio”, que son aquellos que se siembran entre dos cultivos de cosecha y que no serán incorporados al suelo (a diferencia de los abonos verdes), pastoreados (a diferencia de los verdeos) ni recolectados. Los residuos de los cultivos de cobertura permanecen completamente en superficie y su manejo varía ampliamente de acuerdo con la problemática a resolver.
Tradicionalmente, los cultivos de cobertura fueron utilizados para controlar problemas de erosión. No obstante, pueden desempeñar múltiples funciones, como mejorar la captación; distribuir y almacenar agua; controlar la recarga del nivel freático; disminuir el ascenso de sales a la superficie; reducir la compactación y atenuar temperaturas extremas en superficie; anclar residuos de cosecha; mejorar los balances de carbono y nitrógeno del suelo; reducir la lixiviación de nitratos residuales y controlar malezas.
Según el objetivo buscado y las necesidades de cada sistema, se deberá planificar el manejo del cultivo de cobertura teniendo en cuenta la información zonal para tomar mejores decisiones respecto de las especies por utilizar, la precocidad de la variedad, la fecha y densidad de siembre, la fertilización y el tipo (químico, mecánico), y el momento de secado, entre otros factores.
Las especies más utilizadas como cultivos de cobertura invernales pertenecen a las familias de las gramíneas y de las leguminosas, aunque en los últimos años se están evaluando algunas brasicáceas con resultados promisorios en lo que respecta al servicio de descompactación biológica.
Gramíneas invernales como el centeno, el triticale, la avena, la cebada y el raigrás, difieren entre sí por su precocidad y su tolerancia al estrés hídrico y las bajas temperaturas, lo que permite posicionarlas en diferentes zonas. Sin embargo, comparten la característica de acumular mayor cantidad de biomasa área respecto de otras familias, y sus residuos perduran por más tiempo debido a la elevada relación carbono/nitrógeno. Además, por la distribución de las raíces, mejoran la infiltración y el drenaje del perfil y permiten capturar nitratos residuales susceptibles de lixiviarse.
Por otro lado, las leguminosas mejor adaptadas para ser utilizadas como cultivos de cobertura son las vicias y los tréboles, que permiten fijar nitrógeno atmosférico al suelo. Asimismo, sus residuos, de baja relación carbono/nitrógeno, se descomponen en menor tiempo que las gramíneas, liberando antes los nutrientes para el cultivo sucesor.
Recientemente, a partir de ensayos de larga duración realizados en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) Anguil, se pudo determinar que al implantar una consociación de gramíneas y leguminosas se obtienen sinérgicamente los beneficios de cada especie.
A modo de ejemplo, puede mencionarse el efecto que tuvieron los cultivos de cobertura en la región semiárida pampeana sobre la dinámica hídrica luego de un cultivo de maíz para silaje, siendo el objetivo aumentar la eficiencia de uso del agua de la secuencia de cultivos. Al comparar el barbecho químico ante los cultivos de cobertura invernales, se encontró que al momento de secado el contenido hídrico del perfil fue 35 milímetros menor en los que tuvieron cobertura respecto de los que no, pero al momento de la siembra del cultivo sucesor (sesenta días después del secado), se cuantificaron en promedio 37 milímetros más de agua útil en los tratamientos con cobertura. Si la finalidad de realizar un cultivo de cobertura fuera controlar la recarga del nivel freático, como estrategia podría demorarse el momento de secado y lograr usos consuntivos de hasta 300 milímetros (equivalentes a tres millones de litros por hectárea).
Además de los beneficios mencionados, que son cuantificables y pueden verse reflejados en la respuesta del cultivo sucesor, los cultivos de cobertura presentan ventajas indirectas, como permitir que se cumpla con los planes productivos/operativos en tiempo y forma, debido a que mejoran la transitabilidad de la maquinaria agrícola en el lote. En sistemas de producción mixtos, pueden constituir una alternativa de pastoreo ante una dificultad imprevista, siempre y cuando se respeten los límites para lograr el objetivo por el cual el cultivo de cobertura haya sido incluido en la rotación.
Para definir la estrategia más adecuada es imprescindible hacerse la siguiente pregunta: ¿para qué necesito un cultivo de cobertura? Es evidente que no existe una receta que pueda ser empleada de igual manera en cada caso. Por eso mismo, desde el INTA, en articulación con otras instituciones referentes, se trabaja sobre diferentes ambientes del territorio nacional para abordar distintas problemáticas que se puedan plantear. En función de eso, se están evaluando y ajustando tecnologías de procesos (prácticas de manejo) e insumos (fertilización) para cada situación u objetivo en particular.
Las líneas de investigación actuales se orientan principalmente a temáticas tales como ajustar la composición botánica de las mezclas por implantar como cultivos de cobertura (proporción de cada especie); mejorar la eficiencia de las siembras aéreas para anticipar la producción de biomasa y fijar los residuos de cosecha; generar información sobre el uso de efluentes para fertilización (transformando así un “problema” en una oportunidad); manejar conjuntamente la fecha de secado (relación carbono/nitrógeno) con la nutrición del cultivo de cobertura, pensando en la secuencia de cultivos y en la posterior liberación de nutrientes en sincronía con la demanda del cultivo sucesor.
CREA