Un manejo rentable que eleva las cargas bovinas y ovinas por hectárea

Mario Schwindt administra un campo de 107 hectáreas en Coronel Suárez, donde emplea distintas prácticas agrícolas para aumentar los rendimientos cíclicos de vacas y ovejas

Un manejo rentable que eleva las cargas bovinas y ovinas por hectárea
martes 05 de noviembre de 2019

Mario Schwindt es un productor bonaerense que administra un campo familiar de alrededor de 107 hectáreas en la localidad de Coronel Suarez. De la superficie total, solo treinta hectáreas las maneja él, ya que el resto se las alquila a algunos de sus parientes más cercanos. Dedicado a la ganadería desde hace varios años, realiza un ciclo completo con bovinos y ovinos, con el que consigue un gran desempeño, alimentando a sus animales únicamente con lo que obtiene en el campo, es decir pasturas agrícolas que refuerzan su dieta durante las etapas de terminación con cebada, sorgo y maíz.

El mecanismo se basa en dos aspectos principales: uno relacionado con el manejo del pasto, que se hace a partir de un paquete tecnológico sumamente especial; y otro vinculado con el hecho de estar día a día pendiente del quehacer de los animales.

La pastura se mantiene en alta productividad mediante la técnica de siembra directa, con una división de campo que en muchos potreros va moviendo el alambrado eléctrico de manera permanente. Este ciclo produce 19 potreros de entre cuatro y seis hectáreas entre las dos especies, en una proporción de campo de 70% a 30% entre lo que ocupa el bovino y lo que habita el ovino, respectivamente.

El productor apuesta a ciertas técnicas que aceleran la terminación, como el encierre estratégico en bovinos, el creep feeding en ovinos o el estacionamiento del celo, que para las ovejas posibilita un buen porcentaje de nacimiento de mellizos.

“Hago todo para el pastoreo y algo de agricultura para alimentos. Las cosas que realizo las hago usando la más alta tecnología”, expresó Schwindt.

Para los bovinos, Schwindt maneja alfalfa pura, mezcla de alfalfa, pasto ovillo, cebadilla y agropiro bajo siembra directa, aplicando herbicidas durante el barbecho y fertilizantes en la siembra. Mediante este manejo, logra una alta producción de forraje de gran calidad, que lo deja hacer rollos con una máquina propia, y le permite afrontar las épocas en las que suele faltar pasto en los potreros con mayor liviandad.

Esta mencionada reserva forrajera es lo que más adelante le posibilitará administrar una carga de 1,2 vacas por hectárea por año, llegando hasta 1,5 según la temporada. De esta manera, se podría decir que termina agrandando el campo a unas hipotéticas 150 hectáreas.

Como si fuera poco, siembra sorgo forrajero y elabora un sorgo diferido para el invierno a partir de una avena con vicia que se presenta como un material perfecto para ser pastoreado en el momento más alto de la parición, que usualmente ocurre entre septiembre y octubre.

El aporte de granos se completa con cebada y avena, que luego también se utiliza para el final del ciclo en el encierre. “De acá salen todos terminados a pasto con suplementación”, detalla Schwindt.

El manejo en ovinos no es menos estricto. Si bien arranca con la denominada “época de la carneada”, que normalmente se realiza en marzo, previamente se suelta a los carneros en la majada de hembras unos meses antes. Este ajuste de tiempo se ejecuta para aprovechar el mejor momento de la pastura, ya que unos veinte días antes del ingreso de los machos reproductores, se lleva a las futuras madres a un lote con pasto de mayor calidad, donde se realiza una técnica llamada “fushing”, que provoca que la oveja ovule mejor y aumente sus chances de tener mellizos. Las pariciones se dan entre agosto y septiembre, y para diciembre el campo ya queda libre de corderos. “Lo que no se termina, va al feedlot y se vende en marzo”, afirma Schwindt.

Este encierre estratégico es trascendental, ya que se ejecuta con corderos que no alcanzan el peso de terminación, fijado en veinte kilos. El objetivo de este aislamiento es liberar a la madre para que no pierda kilos en épocas de calor, en las que usualmente el pasto está más seco.

Previo a esto, Schwindt anticipa la terminación de la oveja hasta treinta días respecto del promedio con la técnica del creep feeding, que bien podría entenderse como un “deslizamiento del alimento”, que consiste en colocar un corralito con un comedero con granos en el medio del lote. Este corralito está compuesto por barrotes que impiden el ingreso del animal, pero permiten el acceso de corderos de menor tamaño y los deja comer cebada.

“Además de la rápida ganancia de peso, los corderos salen más armados, con una grasa más pareja que si se alimentaran solo a pasto. Esto se traduce en una mayor calidad en su carne”, concluyó Schwindt, quien emplea ovinos de las razas Hampshire Down, Corriedale y Pampinta.

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