Soja: ROSARIO
$250.500 0.00%
Maíz: ROSARIO
$158.500 0.32%
Trigo: ROSARIO
$200.000 1.27%
aborear el pasado, presente y futuro de Madrid es posible a través de las ofertas en sus variadas vinotecas. A continuación, un listado con las mejores opciones que ofrece la capital de España.
Escondido entre los puestos de carne y productos en el Mercado de San Fernando, encontrará Bendito Vinos y Vinilos, el primer bar de vinos naturales de Madrid. Las carnes curadas y los quesos de pequeños productores europeos se “platean”, como sugiere el nombre del bar, en discos de vinilo reutilizados.
Ubicado en el Barrio de las Letras, sus acogedores ventanales, una antigua fachada de mármol y los letreros pintados a mano son una excelente postal. Hay una tienda de quesos y vinos en el frente, perfecta para una picada ligera, y más mesas en la parte de atrás si desea acurrucarse con una botella o dos. Mientras espera las tostadas calientes untadas con queso de Torta del Casar o sobrasada ahumada mallorquina, los platos estrella de González lo esperan con un vaso de Coca i Fitó, una garnacha blanca con aroma de flor de saúco de Cataluña.
Paredes rústicas de ladrillo, luces centelleantes y una lista de mermeladas lentas hacen de La Fisna un lugar acogedor para una cita. Se recomienda el Sancerre rojo o un vin jaune con tocino cortado en medallones sobre una cama de papas picantes.
Este bar de vinos geek pero informal en el corazón del barrio gay de Chueca está dirigido por un orgulloso nativo de Castilla-La Mancha llamado Vicente. Aunque su lista cuenta con vinos de más de 70 Denominaciones de Origen (DO) españolas, es un gran defensor de las numerosas botellas no reconocidas de su región natal, como la mezcla picante de monastrell-syrah de Bodegas Mainetes. Se destaca el lomo de orza, un manjar de la vieja escuela de lomo de cerdo conservado en manteca.
No hay nada remotamente pretencioso en este restaurante de la calle Ferraz. Deje que los camareros lo guíen hacia variedades de uva españolas que probablemente nunca haya escuchado, como la maturana, el prieto picudo o el albillo. Los fanáticos del Cabernet Franc no deben perderse el terroso caíño gallego producido por la bodega Galiardo.
Un diamante en bruto en la calle de tapas Cava Baja. Taberna Tempranillo ha conservado el ambiente acogedor de una taberna española clásica. Cada copa de vino viene con una tapa complementaria de salchichón, una salchicha curada en seco con pimienta, y la pared de vino con telarañas flanqueada por jamones colgantes que crean excelentes fotos para Instagram.
Es jerez o nada en este bar en la calle Echegaray, que no ha sido renovado en casi un siglo. Aquí, los barriles de roble desgastados y un gato negro merodeando debajo de las mesas desgastadas crean un ambiente especial.
Si parpadea podría perderse Café Di Vino, un cubículo con tres mesas en la calle Manuela Malasaña. Lourdes, su propietaria, tiene siempre listas unas botellas abiertas en la parte posterior y felizmente le servirá una copa con sus últimos descubrimientos.
Se trata de un bar de vinos que es tan hogareño que probablemente nunca quieras dejarlo. Sus cavas son excepcionales y se combinan a la perfección con aperitivos españoles por excelencia como el jamón ibérico translúcido, los mejillones en escabeche y el denso queso Idiazabal.
Esta bodega de 80 años se destaca por su torre de tinajas (ánforas) de arcilla detrás de una destartalada barra de madera. Servilletas arrugadas y hoyos de aceituna cubren el desigual suelo de baldosas. Los clientes se acurrucan alrededor de platos de queso y de vinos sorprendentemente interesantes: pruebe un gewürztraminer español o un pinot noir rosado de las estribaciones de los Pirineos.
La calle Ponzano mejoró su oferta de vinos en 2016 con la llegada de Taberna Averías, una vinoteca con docenas de vinos por copa y cientos más por botella, además de tapas elegantemente chapadas. La selección de jerez es particularmente profunda. La presencia de tanta mencía –el rojo exquisito y poco apreciado de León– es sumamente agradable.
Mientras bebe un cítrico cubano o leonés tempranillo castellano en esta bodega de 151 años ubicada a unos pasos de la Plaza Mayor, mire a su alrededor: verá columnas pintadas de hierro forjado, una máquina obsoleta de seltzer, grifos de cerveza de bronce ornamentados, una barra de hojalata cubierta de muescas y golpes. Ricla muestra su edad y es aún más encantadora por ello.
En cuanto a la comida, los callos a fuego lento de la anciana patronne son ideales para un día frío, pero si las entrañas lo hacen sentir aprensivo, el bacalao curado con aceite de oliva es casi igual de satisfactorio.
Cascorro Bistrot, un bar à vin de estilo parisino ubicado en el centro de Madrid, es el lugar al que van los expatriados franceses para conseguir su vino y comida casera. Disfrute de los mejores éxitos culinarios de Francia, desde cassoulet a escargots hasta paté de campagne casero, y acompáñelos con vinos naturales audaces.
Mariscos fritos, grandes cantidades de jerez y una alegría característica están omnipresentes en la sala del bar, adornada con azulejos vibrantes y hebras de chile seco de un metro de largo. Los infaltables: la manzanilla y el jerez seco y ligeramente salino proveniente de la ciudad costera de Sanlúcar de Barrameda.
Podría probar un vino nuevo todos los días durante un año en Angelita y aun así no llegaría al final de la lista. Se trata de un tesoro de selecciones nacionales e internacionales, desde spätlese rieslings hasta champagnes de productores y garnachas locales de la Sierra de Gredos. Su visión estrafalaria y progresista se infiltra también en la cocina, donde los chefs hacen que los productos de la granja familiar de Villaón se conviertan en platos como cebolletas tiernas a la parrilla cubiertas con salsa romesco de remolacha.
