Según un informe del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Alto Valle de Río Negro, los daños que realizan las aves en los cultivos sobre frutos y brotes tiernos, disminuyen la capacidad fotosintética de las plantas y la calidad comercial de la producción, llegando a alcanzar pérdidas de hasta un 40%. En este contexto, el ajo aparece como un salvador, ya que sirve de base como repelente natural.
La alcina, el principio activo del ajo, tiene un efecto repelente en las aves. Según explicó el ingeniero agrónomo Macerlo Torrecillas, docente de Cereales de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ): “El efecto fue notorio y visible a los pocos minutos de aplicar el producto, debido a que los individuos presentes rápidamente conformaron la bandada original y abandonaron el lugar”.
Tal como explicó Torrecillas, muchas de las aves bonaerenses, como las cotorras, las palomas o los tordos, generan una importante presión predadora. En este contexto, ejemplificó: “Sobre el cultivo de sorgo llegan a ocasionar pérdidas de diferente magnitud según la campaña considerada”. Al respecto, el informe del INTA Alto Valle agregó que en Río Negro, las aves más frecuentes son las palomas, zorzales y calandrias, y en ocasiones las catitas.
Sin embargo, para aliviar las pérdidas, los productores utilizan protección con redes o mallas antipájaro, cañón de detonación a diferentes frecuencias, siembra de maquinadas con materiales de diferentes ciclo en la periferia del lote y hasta control zonal de nidales.
En tanto, desde el INTA Cuenca del Salado los técnicos Carla Larrosa y Maximiliano Bongiorno, plantearon al ajo como una opción para ahuyentar insectos que ataquen los cultivos.
Su elaboración consiste en triturar una cabeza de ajo y mezclarla con un litro de alcohol. Más adelante, se deja descansar por treinta minutos y se le agregan dos litros de agua, para agitar y filtrar. Su aplicación se realiza con pulverizadora y el preparado debe guardarse en la heladera para evitar la descomposición y la pérdida de propiedades insecticidas entre una pulverización y otra.
“El producto logrado se debe aplicar puro sobre plantas y también sobre suelos. La época de aplicación más adecuada es en primavera; tres veces con intervalos de tres días”, recomendaron desde la INTA. A su vez, recordaron que esto inhibe la aparición de enfermedades que son causadas por hongos, además de ser efectivo contra el ataque de pulgones y ácaros.