sta nueva perspectiva del turismo se refiere a la denominada apropiación del territorio, donde se analiza, no solamente desde una visión material, sino también simbólica de las prácticas, ideas y acciones de los actores intervinientes. En este mismo sentido, Boullón (2004, p. 31), considera que “el turismo se reconoce como la consecuencia de un fenómeno social cuyo punto de partida es la existencia del tiempo libre” y cuyo efecto multiplicador dentro de las regiones receptoras favorece el desarrollo local, no sólo desde el punto de vista económico, sino también social y ambiental, siempre y cuando se gestione de manera sostenible.
Por su parte, desde la perspectiva antropológica, la actividad turística merece también atención, ya que contribuye a la recuperación de las identidades de los lugares e impulsa actividades de revalorización patrimonial como el idioma, las costumbres, la música, el arte, la preparación de alimentos, entre otras actividades y acciones que recuperan y revalorizan componentes esenciales de las culturas de distintas comunidades.
El abordaje de esta actividad socioeconómica y cultural, desde la Geografía, es posible porque se planifica y construye específicamente en un espacio geográfico. Así la Geografía permite definir y explicar las estructuras que organizan el territorio a diferentes escalas y comprender los aspectos que rigen esta organización. Sin olvidar que las formas y estructuras espaciales son producidas por la historia de la sociedad, constituyen herencias, huellas, que los grupos sociales con su cultura, sus modos de vida y particularmente sus sistemas económicos van dejando en el territorio, en relación con los sistemas naturales allí presentes. Por lo tanto, el turismo es un dinamizador de las economías regionales, específicamente generador de ingresos económicos para distintos sectores.
En definitiva, en el sector turismo, se observa una elevada complejidad por el número de agentes que intervienen en él y por la intensidad de las relaciones que mantienen entre sí. Asimismo, opera habitualmente en un contexto de incertidumbre, que dificulta el trazado de estrategias a largo plazo. Las interrelaciones entre los visitantes, la población local, el proceso de conversión de recursos a atractivos turísticos, la construcción propia de la atractividad de un destino, la consolidación y desarrollo del espacio turístico y su articulación con la sociedad en su conjunto, determinan un territorio con caracteres complejos, en el que se articulan, superponen y conviven distintas actividades y actores, con múltiples intereses y relaciones de poder. En este contexto, la existencia propia del turismo, con el conglomerado de elementos asociados que acarrea, condiciona la presencia de un territorio particular, en el que la misma práctica prevalece y determina el actuar de componentes de un sistema, interceptado por diferentes factores de un ambiente inmediato y mediato determinado.
Desde el análisis de teorías posmodernas, Edward Soja (como se citó en Almirón, 2004) invita a pensar nuevas ideas en relación al espacio y la espacialidad social, introduciendo el término “tercer espacio”. Esto significa entender al espacio como un todo, con lo real y lo imaginario, lo abstracto y lo concreto, lo subjetivo y lo objetivo, lo conocible y lo inimaginable, la vida cotidiana y el proceso histórico de construcción. Es reconocido como espacio vivido, significado e imaginado y hace referencia a la construcción simbólica del espacio que imagina nuevos sentidos o nuevas posibilidades de las prácticas espaciales. Acorde con estos nuevos paradigmas de la geografía, se hace necesario, pensar y analizar al espacio del turismo como construcción social. Es decir, la condición de atractividad turística de un lugar no resulta de sus atributos intrínsecos sino de procesos de valorización social que definen cuáles de esos atributos o rasgos del lugar se transformarán en atractivos turísticos. Por lo tanto, se afirma que “(…) el espacio turístico participa de la constitución de la práctica turística y, al tiempo que la materializa, es transformado por ella” (Almirón, 2004, p.176).
La función de los y las geógrafos/as es ordenar y planificar este espacio desde un enfoque integrador, propio de la investigación geográfica, que supone analizar los componentes naturales, sociales, históricos, económicos y culturales, y sus mutuas relaciones e intenciones.
En la actualidad, la planificación y la gestión de las potencialidades turísticas de un territorio constituyen un requerimiento esencial para el desarrollo de la actividad, puesto que garantizan, por una parte, la correcta integración del turismo a la economía, la sociedad y el patrimonio cultural; y, por otra, la adecuada satisfacción de la demanda turística. En este sentido, planificación y gestión resultan de vital importancia para la viabilidad económica de los proyectos turísticos en un mercado de competencia creciente.
Revista Huellas-UNLPam