Agricultura: el tesoro oculto de México

Los inversionistas mexicanos apenas se están dando cuenta de lo que se han perdido

Agricultura: el tesoro oculto de México
jueves 23 de julio de 2020
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os inversionistas mexicanos apenas se están dando cuenta de lo que se han perdido. Las afores, los fondos de inversión y de pensiones privados, y los patrimoniales, llevan décadas invirtiendo en empresas de telecomunicación, manufactureras, de servicios, turísticas, aerolíneas y, más recientemente, en proyectos inmobiliarios y de infraestructura. Hoy, casi todos esos sectores están hechos pedazos, pero la agricultura, la niña fea de la economía mexicana, debería de estar llamando la atención porque de diez años para acá, y hoy con más fuerza, es el secreto mejor guardado de la economía y las finanzas mexicanas.

La mejor muestra de lo bien que la agricultura mexicana está haciendo las cosas son los datos más recientes del Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), los cuales muestran el comportamiento general de la economía mexicana. Los datos son, más allá de malos, los peores resultados registrados en la historia moderna de México.

El IGAE, que es una medida muy cercana al PIB, pero con periodicidad mensual, mostró un derrumbe de 19.7 por ciento en comparación con el mismo mes del año pasado, reflejando el dramático impacto que la emergencia sanitaria ha tenido sobre la actividad económica, pues el cierre de fábricas, centros de trabajo y entretenimiento, el transporte y la educación, se han reflejado en el colapso económico más profundo del último siglo en México.

Pero dentro de la división por sectores, la economía muestra unos contrastes notables: mientras que el sector secundario (industria, construcción, energía y minería) se abismó en un espantoso 29.6%, el sector servicios, el mayor de la economía, tuvo una caída también dramática, pero más amortiguada, de 16.1 por ciento. Y en comparación con abril del 2019, el sector más pequeño de la economía nacional, el primario (agricultura, ganadería y pesca), logró anotarse una modesta alza, de 2.4% respecto del año pasado.

Mientras la economía mundial, incluyendo de manera notoria a la mexicana, se colapsa bajo el peso de la pandemia, la agricultura concreta un crecimiento modesto respecto del año pasado y no existe un vehículo mediante el cual los mexicanos, inversionistas individuales o nuestras pensiones, a través de las afores por ejemplo, podamos invertir. El mercado mexicano tropicalizó los REITs, o Fideicomisos de Bienes Raíces, para que los inversionistas de todo tipo pudieran invertir en el boyante mercado inmobiliario, de parques industriales y logísticos del país.

Los mexicanos podemos, a través del SIC, invertir en acciones de empresas estadunidenses, canadienses, europeas y asiáticas. Pero no podemos invertir en la agricultura mexicana que tan rentable ha sido en la última década.

De hecho, tenemos el peor de los mundos posibles: nuestros agricultores más exitosos no pueden desarrollar y ampliar sus múltiples proyectos porque no tienen capital, y las afores e inversionistas no pueden invertir en la agricultura porque no existen vehículos financieros para hacerlo. Los mercados, en este caso, no están funcionando: la oferta y la demanda no se encuentran. Y es una tontería que no hagamos algo al respecto.

Existen múltiples casos de éxito de la agricultura comercial mexicana: el aguacate por supuesto, pero también la sandía y el melón, las nueces y los frutos rojos y azules, el mango y el jitomate, las manzanas, los chiles y el pepino. México se ha convertido, en la última década, silenciosamente, en una potencia agrícola fuera de los productos tradicionales. Y lo ha logrado a pesar de una extremadamente deficiente fuente de capital privado institucional en el sector.

La familia Corral en Chihuahua, los Navarro en Baja California, los Echeverría en Sinaloa, los Aguirre en Sonora, son ejemplos de empresarios que, con un precario acceso al mercado de financiamiento y primitivos medios de financiamiento de capital, han logrado un crecimiento muy sólido de la producción y las ventas agrícolas de México en la última década. Pero platicando con ellos una cosa queda clara: este auge apenas comienza. Si logramos que los mercados de capitales volteen a ver al sector, tendremos varias décadas de éxito por delante.

 

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