Innovaciones en fruticultura: variedades y precocidad

La fruticultura local avanza mientras prueba nuevas plantas y busca, además de una mayor productividad, tener cosechas más tempranas

Innovaciones en fruticultura: variedades y precocidad
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n un mundo interconectado y con una competencia cada vez mayor, la producción frutícola mendocina se ve en la necesidad de adaptarse para mantener mercados y poder ganar otros nuevos. Si bien cada especie tiene sus particularidades, algunos puntos generales en los que se trabaja son el uso de nuevas variedades y la mejora en la precocidad.

Uno de los factores que más influye en una producción es la variedad genética. El coordinador técnico del Instituto de Desarrollo Rural (IDR), Alfredo Baroni, explicó que están trabajando con cruzamientos genéticos, que se inician en Estados Unidos (en especial California), Europa y en menor medida en Chile, Australia y Sudáfrica. Después es necesario probarlos para ver cómo se adapta la planta a las condiciones locales.

“En el país de inicio hay que hacer alrededor de tres mil cruzamientos para tener una variedad viable. De las 300 semillas que se consiguen, hay que plantarlas en otro lugar, esperar a que emerjan e inducir la producción. Recién una vez que empieza a producir se puede evaluar la fruta, la fecha de cosecha y el rendimiento, lo que implica varias plantas de la misma variedad. Eso son fácil 4 o 5 años más”, explica Baroni sobre este proceso costoso que dura alrededor de 10 años.

Alain Boulet, presidente de la Asociación para la Innovación Agrícola (AIA), comentó que actualmente tienen en análisis 14 variedades: cuatro de durazno de industria, tres de durazneros frescos y siete de nectarines, provenientes de Estados Unidos, España y Chile. “Si se cuenta desde que se injerta la planta, en el segundo año se evalúa la fruta, por lo que estarían disponibles dentro de tres años. Es un proceso largo, pero de conciencia. No se puede propagar ni comercializar ninguna variedad que no esté probada acá”, explica este ingeniero agrónomo.

Para dar un ejemplo (sin poder dar nombres hasta que se complete el registro), desde 2018 en AIA testean cuatro variedades de durazno industrial traídas de California. Los resultados indican una alta productividad y se destaca la firmeza de la pulpa. De hecho han sido concebidas para cosecha mecánica por vibración, de modo de caer y no machucarse. Además los árboles son vigorosos y presentan una fruta de buen tamaño, sumando producción, cantidad y calidad frente a otras variedades.

Boulet indicó que las evaluaciones adaptativas son claves porque no todas las variedades se adaptan bien a las condiciones de clima y suelo que tiene Mendoza: “Las cuatro clases de durazno están teniendo pruebas muy satisfactorias. La diferencia es la fecha de madurez, porque necesitamos tener un escalonamiento para la cosecha. Hay tres que ya están evaluadas, aprobadas y en proceso de registración, que no demora mucho. Después de eso se van a difundir”.

Otros detalles del proceso que aporta Baroni es que la importación “implica un trámite para nada sencillo, porque se debe garantizar la sanidad de ese material, para lo cual necesitás permiso de Senasa”. Además se debe hacer la inscripción del proceso en el Inase (Instituto Nacional de Semillas), registrar la variedad con las características y una descripción de la planta. “Recién ahí estás cubierto legalmente. Es decir que se puede comercializar y demandar a un tercero si tiene esa variedad sin permiso”, comentó.

 

Recambio y desconfianza mundial

Enrico Najt es el CEO y responsable técnico de Viveros Guillaume Valle Verde. En su visión, hay una expresión usual de que los mercados son cambiantes y por ello hay una dinámica de recambio varietal muy importante, pero esto no siempre es así: “No es igual para todas las especies. Por ejemplo la pera Williams fue desarrollada en 1750 y hoy sigue vigente. En cambio los durazneros tienen una dinámica pavorosa”.

En el caso del durazno, Najt explica que la generación de plantas más productivas, de maduración concentrada, mejor color incluso con frutos a la sombra, más resistentes al transporte y más dulces, hace que variedades que hoy estén vigentes mañana sean reemplazadas. “Ayuda a esto que el duraznero, dentro de las plantas perennes, es la menos longeva. Así que al cabo de 15 a 17 años de cultivo hay que pensar en la renovación del monte”, señala el especialista.

Un caso contrario es el del nogal, que sí es longevo y por ello “equivocarse en la elección varietal trae consecuencias muy caras, ya que se necesitan muchos años para desarrollar una planta nueva, así sea reinjertando una planta adulta”. En el caso de esta especie, la variedad Chandler es la predominante y sobre todo se trabaja en el Valle de Uco.

Baroni enumera que en la fruticultura local antes hubo avances en olivos y ahora se trabaja en cereza, frutos secos (como nogal) y duraznos para industria y consumo en fresco. “En los que es ciruela de industria, hay una serie de clones mejorados pero en general a nivel mundial se usa una misma variedad, la D’Agen y eso ayuda a que estemos en sintonía. Por el contrario, en fruta fresca como manzana, pera o ciruela fresca estamos tremendamente desactualizados con el resto del mundo”, explica el coordinador técnico del IDR.

De todos modos, Baroni señala que Argentina tiene problemas para acceder a este tipo de innovaciones por falta de confianza internacional: “Los proveedores externos no quieren proveer porque no somos confiables. Prefieren dárselo a una empresa chilena que a nosotros, porque temen que se propague sin control y sin respetar cupos”.

Vale mencionar que un proveedor internacional vende una variedad a un número concreto de productores, de acuerdo a un mercado estimado que va a tener la variedad y cobrando por el uso. Sin embargo, a veces productores locales incumplen el contrato expandiendo el cultivo o después por temas de rentabilidad no cumplen con las exportaciones pautadas al país de origen. Sobre este último punto, Najt reconoce que es un problema habitual que “da para un debate muy amplio” y que se agrava por un sistema judicial que no castiga y la falta de interés de algunos viveros de sumar inspecciones a su trabajo.

“En síntesis, pienso que en una agricultura exitosa los productores están dispuestos a pagar patentes por nuevas variedades. Por ejemplo los de durazno para industria o los nogaleros. En una agricultura marginal, con mucha economía en negro es una utopía, pero tanto de un lado o del otro hay gente correcta y hay delincuentes”, sostiene el CEO de Viveros Guillaume Valle Verde.

 

Mayor precocidad

Además del tan mencionado aumento de la productividad, otro aspecto que se trabaja es la precocidad, es decir el poder cosechar antes. Un frutal promedio debe esperar como mínimo tres años desde la plantación para dar frutos, por lo que adelantar las fechas es importante para recuperar la inversión.

Para continuar con el caso del durazno para industria, si se toma un monte tradicional, en los primeros dos años no se cosecha, en el tercero se cosechan entre 2 y 3 mil kilos por hectárea, en el cuarto 10 mil, en el quinto entre 25 y 30 mil, y en el sexto año entre 35 y 40 mil, llegando a su capacidad máxima.

Sin embargo, si se aplica una nutrición adecuada, riego por goteo y nuevas variedades, la producción y los tiempos podrían mejorar notablemente. Los durazneros que trabaja la AIA dan fruto en el segundo año con cerca de 10 mil kilos por hectárea, en el tercer año tienen entre 40 y 50 mil, en el cuarto alrededor de 70 mil, y en el quinto año dan 90 mil por hectárea, un número que se mantendrá después entre 90 y 100 toneladas de durazno para industria.

Alain Boulet explica que los cuatro pilares de su programa son la preparación del suelo, la alta densidad (tener muchas plantas por hectárea), la elección de variedades con calidad de la planta, el riego y la nutrición.

“Si bien cada árbol produce menos, cubro más los espacios. La producción depende de los metros cúbicos de árboles iluminados por hectárea, si yo tengo un espacio vacío que no está cubierto por la planta entonces se desaprovecha. El concepto de alta densidad es cubrir la mayor cantidad de espacio posible, siempre y cuando estén iluminados para poder fructificar”, explica el presidente de la AIA.

Un freno para este cambio es la alta inversión: entre 9 y 10 mil dólares por hectárea. Los mayores costos son las plantas nuevas (cuestan alrededor de U$S 4.000), el riego por goteo (unos U$S#3.000) y la estructura (cerca de U$S 1.500). “Sería bueno que el gobierno ayudara con créditos de tasa subsidiada y con dos años de gracia. El productor podría empezar a devolverlo desde el segundo año cuando ya empieza a cosechar”, analiza Boulet.

Un productor que aplica este sistema es Simón Manzano, a cargo de 210 hectáreas de durazno para industria en el Valle de Uco. Acostumbrado a trabajar antes con entre 400 y 500 plantas por hectárea, ahora tiene zonas con hasta 1.250 durazneros y con una cosecha acelerada: “Ahora ya en el segundo año tenemos un número para defender los gastos, con entre ocho y diez toneladas. El tercer año tendremos más y el cuarto alcanzaremos la productividad máxima”, indicó.

Una diferencia que marca este productor para explicar la mejora es que antes se trabajaba con guano de gallina o cabra, pero ahora usan un abono líquido que se aplica a través del riego por goteo, reduciendo el costo laboral de abonar a mano. Además, trabaja con variedades de mejor color y dureza, y antes de arrancar y plantar ablandaron la tierra para las raíces. La menor altura y la disposición de las plantas también ha reducido la cantidad de mano de obra en la cosecha, dejándola en un tercio de lo que usaban antes.

En cuanto a las dificultades para adaptarse, Simón Manzano entiende que la inversión inicial es costosa. “Cuando a un propietario se le dice que tiene que poner 1.250 plantas por hectárea, pone el grito en el cielo, dado que cada una cuesta alrededor de U$S 3, pero hay que medirlo en el tiempo, porque después el resto de los años vas a sacar mucha más fruta”, indicó. En su caso tiene 40 de sus 210 hectáreas con este modelo y este año planea convertir otras 15.

Finalmente, si bien en este apartado se ejemplificó con el durazno industrial, Boulet aclara que el mismo procedimiento lo hacen con durazno en fresco, ciruela, almendro, pistacho y nogales. Una diferencia es que la ciruela demora un año más que el durazno y llega a 40 toneladas por hectárea (por el hábito de fructificación).

 

Variedades por frutal

Haciendo foco en la fruticultura que se desarrolla en Mendoza, hay variedades que se han sabido adaptar bien a las condiciones locales y que son ampliamente demandadas. Enrico Najt detalla cada una de ellas.

- Damascos: Las variedades más demandadas son Modesto, de madurez a principio de diciembre, y Castelbrite, a fines de noviembre. Si bien se han desarrollado nuevas variedades (fundamentalmente de genetistas franceses, de frutos muy atractivos) en general no han sido adoptadas por los agricultores locales.

 

 

Los Andes



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