Diseño del Paisaje / Arbolado Urbano

Claves para mantener en pie árboles urbanos

A la hora de cuidar estos ejemplares que le aportan verde a las calles de la ciudad, es necesario prestarle atención a las raíces y ejecutar medidas preventivas que eviten que sufran complicaciones

Claves para mantener en pie árboles urbanos

A la hora de cuidar los árboles urbanos que le aportan verde a las principales ciudades del mundo, es necesario prestarle mucha atención a sus raíces, que –como no se ven y están tapadas por el pavimento– suelen ser bastante olvidadas. Por lo general, representan entre la tercera y quinta parte del peso total de los árboles en seco, por lo que se expanden muy ampliamente, ya que tienen la función de sostener al ejemplar erguido, almacenar reservas, producir reguladores de crecimiento y absorber tanto agua como minerales.

Su distribución y profundidad son controladas por factores genéticos propios del árbol, además del suelo y el drenaje. Generalmente, los ejemplares pueden ser inestables si pierden más de un tercio de sus raíces o sufren algún proceso de decaimiento, deterioro o pudrición. Según estimaciones, se considera que las raíces dejan de ser estructuralmente funcionales cuando alcanzan un porcentaje de madera sana inferior a un sexto de su diámetro.

Uno de los grandes problemas que padece el arbolado urbano se relaciona con que periódicamente se realizan aperturas en las vías públicas que provocan daños irreversibles en su sistema radicular. Esto hace que las raíces estructurales de sostén queden afectadas o sean eliminadas, ocasionando el debilitamiento de la estructura que soporta al ejemplar. Si estos inconvenientes no son tratados, el árbol puede llegar a caerse.

Por otra parte, los árboles sobredimensionados que crecen en zonas con poco sustrato para el desarrollo de sus raíces terminan incrementándolas superficialmente más de lo habitual, ocasionando contratiempos en las calles, lo que a la larga puede conducir a riesgos o accidentes.

Existen alternativas para garantizar la seguridad pública, mejorar las condiciones de crecimiento de los árboles urbanos y disminuir los costos de mantenimiento. Primero que nada, hay que pensar que los grandes ejemplares que se encuentran en las ciudades se plantaron en condiciones totalmente distintas a las actuales y se desarrollaron en tiempos donde los pavimentos eran completamente diferentes.

No ha de sorprender que los árboles tengan dificultades para instalarse y sobrevivir en medios urbanos, debido a que probablemente no fueron diseñados pensando en ellos, sino en darle un toque más estético al lugar. Además, los suelos urbanos son el resultado de las modificaciones que se hicieron a lo largo de la historia. En este sentido, no son fértiles, profundos, esponjosos o bien drenados, y suelen tener dificultades en la aireación y circulación del agua.

Asimismo, diariamente se enfrentan a restricciones y desafíos ambientales como el aumento de la temperatura, la contaminación del suelo y el aire, y las interferencias de los servicios públicos, vehículos o edificios. De todas maneras, el mayor inconveniente es la falta de suelo para el desarrollo de sus raíces.

Al momento de invertir en la elaboración de un suelo adecuado para que los árboles crezcan, hay que entender que a la larga el dinero se recuperará, ya que la instalación de un ambiente propicio hará que disminuyan los riesgos de desbalance. Aparte, cuando los suelos no son adecuados, el crecimiento de los ejemplares se ralentiza, se desarrollan poco o mueren prematuramente.

En los procesos de construcción de las ciudades se generan altos niveles de perturbación del suelo, debido a que en cualquier tipo de obra se excava, rellena o compacta, y se utiliza maquinaria pesada. En este contexto, existen dos aspectos críticos de la compactación que afectan directamente el crecimiento de los árboles, al limitar el espacio de enraizamiento disponible:

1) Se destruye la estructura del suelo y se pierden la mayoría de los macroporos, ocasionando restricciones en el drenaje del agua y disminución de la aireación.

2) Una vez que se destruyen los macroporos, los suelos se vuelven más densos y compactos, lo que dificulta la penetración de las raíces. Si las mismas se encuentran frente a un suelo denso y compactado, pueden dejar de crecer o hacerlo fuera de los márgenes previstos, ubicándose cerca de la superficie y haciendo que los ejemplares se vuelvan vulnerables a la sequía y provoquen daños en las áreas pavimentadas.

Así, para que no se produzcan hundimientos, todos los pavimentos deberían construirse sobre bases bien compactadas; de lo contrario, los suelos serían demasiado densos para permitir el crecimiento normal de las raíces.

Una alternativa para cumplir la meta de proporcionar un sustrato adecuado que logre un buen crecimiento y desarrollo de los árboles, que también cumple con las exigencias de los procesos urbanos constructivos, es el uso de “suelos estructurales”. Se trata de un sistema constituido por dos partes o materiales de características contrapuestas: piedra rígida, que cumple con los requerimientos de ingeniería básicos para construir una base de pavimento; y distintos tipos de suelos o sustratos no compactados que faciliten el crecimiento de las raíces.

El compuesto primario de este suelo es un sistema de piedras partidas de tamaño uniforme, angulares, que van desde tres cuartos a once medios de pulgadas de diámetro sin materiales finos. Al ser compactadas, conforman una estructura de entramado abierto con alrededor de un 40% de porosidad, que hace que la fricción que se produce en los puntos donde las piedras entran en contacto una con otra, genere la parte portante del suelo estructural.

El componente secundario es un suelo que llena los vacíos del entramado de piedra sin abusar, debido a que el aporte en grandes cantidades podría impedir que la piedra intervenga estructuralmente, permitiendo que la raíz explore espacios no compactados.

Como entre las estructuras de los suelos la arcilla es la que más capacidad de retención de agua y nutrientes tiene, a la hora de hacer las mezclas se debe considerar por lo menos un aporte mínimo del 20% de este material. Además, debe evaluarse un porcentaje de materia orgánica de entre el 2% y el 5% para garantizar no solo una buena retención de agua, sino también estimular el desarrollo de la actividad microbiana. Con estas alternativas, se dispondrá un medio propicio para el crecimiento saludable de las raíces, que cumple con las especificaciones constructivas ingenieriles actuales.



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