ste escenario único en el país nos da la oportunidad de conocer parte de la historia de los pueblos originarios que habitaron estas tierras antes de la llegada de los españoles.
A 160 kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba, el lugar que también supo dar cobijo a Atahualpa Yupanqui, invita a disfrutar de un paisaje natural increíble.
El Cerro Colorado no es sólo una reserva cultural y natural, sino que además es uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de Argentina, con una superficie de 3.000 hectáreas. Su formación geológica fue erosionada por el viento, el agua y el clima de la región, formando aleros y cuevas que, tiempo más tarde, utilizaron sanavirones y comechingones para vivir.
En sus paredes, las pinturas rupestres son prueba del arte y la vida que supieron tener los nativo, que llenaron de historia sus bucólicos muros.
Trazos realizados hace cientos de años llegan hasta nuestros días como huellas intactas e inconfundibles. Los petroglifos son las pinturas que más se pueden observar, con protagonismo de tres colores: blanco, negro y rojo.
Más de 30 mil símbolos son testigos de una historia contada en las rocas. Animales como pumas y llamas o diversas formas geométricas narran un fragmento de los quehaceres diarios de estos pueblos originarios hasta la llegada de los colonizadores españoles.
A fines de 1800, el escritor Leopoldo Lugones publicó un artículo sobre la importancia arqueológica que tenía el Cerro Colorado y, en 1961, fue declarado Monumento Histórico Nacional.
En una línea temporal más próxima, el reconocido músico y compositor argentino Atahualpa Yupanqui eligió al Cerro Colorado como su lugar en el mundo y escenario de inspiración. Su casa fue convertida en un atractivo museo, donde hoy se exponen muchos objetos y parte de la obra del artista.
En toda la región norte de la provincia de Córdoba conviven especies de flora y fauna únicas, y su valioso patrimonio histórico y cultural nos conecta con un pasado que se vincula eternamente con nuestro presente.