Cinco claves sobre el cultivo de palma africana en América Latina

El cultivo de la palma africana se ha extendido en regiones como Indonesia y América Latina

Cinco claves sobre el cultivo de palma africana en América Latina
A

demás de reemplazar a bosques nativos, ha provocado pérdida de biodiversidad, contaminación de fuentes de agua y acaparamiento de tierras.

¿Alguna vez has revisado los ingredientes de los alimentos procesados que consumes? ¿Sabes qué tipo de aceite utilizaron para su elaboración? ¿Te has preguntado si ese aceite tiene su origen en palma africana que ha sido sembrada en terrenos deforestados, lugares que antes eran habitados por bosques?

La palma aceitera es una especie nativa del oeste de África. Tarda cuatro años en alcanzar la madurez, después de los cuales produce racimos de frutos rojos, los cuales pueden procesarse para obtener aceite que se utiliza en productos como jabón, maquillaje, margarina, dulces, algunos alimentos procesados y biodiesel.

La demanda mundial de aceite de palma al año está en 165 millones de toneladas y se estima que para el año 2050 esta cantidad se duplique.

En la última década, el cultivo de palma africana (Elaeis guineensis) se ha extendido en diversas partes del mundo, sobre todo en regiones como Indonesia y América Latina.

Diversos informes de organizaciones no gubernamentales e investigaciones periodísticas han documentado cómo la expansión del monocultivo de palma ha provocado la pérdida de bosques tropicales y, por lo tanto, impactos en la biodiversidad.

Por ejemplo, en Indonesia un estudio publicado a principios de 2020, en la revista Global Ecology and Conservation, señaló que la industria de procesamiento de palma aceitera se ha convertido en la mayor amenaza para los monos narigudos (Nasalis larvatus) de Borneo.

En América Latina, las plantaciones de palma se han extendido en varios países, sobre todo en zonas donde hay importantes reservas de bosques tropicales. Para conocer más sobre el impacto de este cultivo en la región, Mongabay Latam realizó el siguiente recuento:

Palma de aceite en Colombia. Vista aérea de Campo Rubiales. Foto: Álvaro Avendaño.

 

 

  1. Palma africana en la Amazonía

En el estudio El Estado de los Bosques del Mundo 2020, publicado en mayo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) señala tras analizar datos de 46 países tropicales y subtropicales que la agricultura comercial a gran escala —sobre todo el pastoreo extensivo, así como el cultivo de soya y de palma africana— provoca el 40 % de la deforestación en esas regiones.

En América Latina, algunos de los países donde más se ha extendido el cultivo de la palma africana son Perú, Ecuador, Honduras, Nicaragua, México y Guatemala.

En Perú, la zona donde se están estableciendo los cultivos de palma es la región de la Amazonía. En 2018, el Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP), iniciativa desarrollada por la organización no gubernamental Conservación Amazónica, documentó que el cultivo de palma aceitera había provocado la deforestación directa de, por lo menos, 31 500 hectáreas, lo que equivale a 59 000 campos de futbol.

En agosto de 2019, la Junta Nacional de Palma Aceitera del Perú (JUNPALMA) se comprometió a firmar un futuro acuerdo para la producción del aceite de palma sostenible y libre de deforestación. El compromiso fue garantizado por la Federación Nacional de Vida silvestre (NFW, por sus siglas en inglés) con sede en Estados Unidos, en colaboración con el gobierno local, los productores y la organización de conservación local independiente, Sociedad Peruana de Ecodesarrollo.

Si la JUNPALMA cumple el acuerdo libre de deforestación, Perú sería el segundo país en América del Sur, después de Colombia, en asumir este compromiso.

 

  1. De las cooperativas a las empresas

En Nicaragua, la palma africana comenzó a sembrarse a finales de la década de los años ochenta, a través de cooperativas campesinas, fue a partir de 2007 cuando se notó aún más la expansión del cultivo, sobre todo cuando empresas privadas comenzaron a comprar tierras a pequeños productores y cooperativas, sobre todo en el municipio de El Castillo.

Esta venta de tierras ha provocado que las comunidades migren. “Lo que se ve son comunidades que van extinguiéndose porque la empresa compra la tierra y desplaza a la gente. Eso también hace mucho daño en el asunto de la conservación porque, normalmente, la gente que vende aquí se va a la zonas de las reservas”, señaló el comunitario y ambientalista Samuel Polanco Centeno, en un reportaje publicado en Mongabay Latam.

Estudios realizados por investigadores locales y organizaciones, como el Centro Humboldt y la Fundación del Río, han identificado que el cultivo de palma ha llegado hasta lugares como la Reserva Biológica Indio Maíz y la Reserva de la biósfera del Sureste de Nicaragua.

 

  1. Incendios que abren la puerta

En Honduras, el cultivo de la palma comenzó a crecer hace 15 años. Hoy el país centroamericano es uno de los principales productores de aceite de palma en América Latina y en el mundo.

Alrededor de 190 000 hectáreas han sido sembradas con palma africana en Honduras, sobre todo a lo largo del litoral atlántico, de acuerdo con datos de la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG).

Una de las zonas donde más se mira este monocultivo es el departamento de Atlántida, al norte de Honduras; ahí, más de la mitad del territorio está dentro de áreas naturales protegidas.

Palma de aceite en Honduras. Un promedio de 14 camiones diarios salen de Paris de Lean cargados con la fruta de la palma. 

De acuerdo con datos de la fundación para la Protección de Lancetilla, Punta Sal y Texiguat (Prolansate), el cultivo de palma africana ha ocupado entre 20 y 30 % del territorio de los Parques Nacionales Punta Izopo y Jeanette Kawas, respectivamente.

El Movimiento Amplio por la Dignidad y la Justicia (MADJ), organización ambientalista y de derechos humanos, ha documentado que después de que se presentan incendios dentro de los parques nacionales, las zonas donde ocurre el siniestro poco tiempo después son ocupadas con palma.

La pérdida de cubierta forestal no es el único problema que trae consigo la expansión de la palma africana. El impacto a los recursos hídricos es otro más. El ingeniero en Ecología y Desarrollo Sostenible y miembro de MADJ, Juan Mejía, sostiene que cada palma africana, a partir de los 12 años de edad, consume un promedio de 40 a 50 litros de agua al día.

 

  1. Transformación del Chocó

Ecuador está entre los principales productores de aceite palma. En el país, de acuerdo con la FAO, hay cerca de 24 503 hectáreas sembradas con este cultivo, sin contar las zonas a cargo de los pequeños productores.

La mitad de los cultivos de palma aceitera se concentran en la región biogeográfica de El Chocó, en Esmeraldas, una región de bosques primarios.

En un reportaje publicado por Mongabay Latam en octubre del 2019, Nathalia Bonilla, ingeniera ambiental y coordinadora de la campaña de Bosques en la Organización Acción Ecológica en Ecuador, señaló: “En Esmeraldas es muy preocupante, porque solo queda el 5 % del bosque nativo del Chocó biogeográfico”.

En enero de 2017, un juez de la Corte provincial de Justicia de Esmeraldas ordenó a las empresas palmeras retirar los cultivos situados a menos de diez metros de los esteros, donde están las fuentes de agua de las comunidades.

Además, la autoridad judicial concluyó que se produjeron graves afectaciones ambientales en el territorio de La Chiquita y Guadalito, por lo que se ordenó la reparación de los daños a los habitantes de los dos comunidades.

Además de la deforestación y la contaminación de fuentes de agua —por el uso de pesticidas—, organizaciones y comunidades del país han denunciado que el cultivo de la palma está generando despojo y acaparamiento de tierras. 

 

  1. Una frontera que pierde selva

En el sureste de México, en la zona fronteriza con Guatemala, en el municipio de Marqués de Comillas, en Chiapas, los pobladores han visto desaparecer grandes extensiones de la selva Lacandona. Si en el pasado las causas eran, sobre todo, la explotación de los recursos naturales y la ganadería, en los últimos años ha sido por la siembra del cultivo de palma africana.

En el sureste del país, estos cultivos se han extendido tanto que se encuentran ya en los límites de la Reserva de la Biósfera Montes Azules.

Las palmas aceiteras —un cultivo que se impulsó desde el gobierno federal y estatal, sobre todo durante el sexenio de Enrique Peña Nieto— han ocupado tierras en donde antes había una biodiversidad de flora y fauna.

En un reportaje sobre la expansión de la palma en la frontera sur de México, publicado en Mongabay Latam, el investigador León Enrique Ávila, profesor de la Universidad Intercultural de Chiapas, comentó que este cultivo ha cambiado las dinámicas de la flora, la fauna y de las comunidades. Y describió un detalle que describe aún más esos cambios: cuando se recorre zonas de palma reina el silencio, “ya no hay ruido al amanecer”.

Las personas que antes vivían de sus cosechas y los productos que les ofrecía la selva —explicó el especialista— ahora esperan con ansia la fecha en que los dueños de las fábricas pagan a los palmicultores y estos, a su vez, reparten los sueldos entre sus empleados jornaleros.

Del otro lado de la frontera, en Guatemala, entre 2006 y 2017 se perdieron 164 kilómetros cuadrados: la palma africana está remplazando a los últimos relictos de bosque nativo que forman parte de los corredores que llevan a la Reserva de la Biósfera Maya.

En Guatemala, los municipios que más han sufrido la pérdida de árboles nativos por la palma africana son los municipios de Raxruhá y Chisec. En esa zona, fue a partir de 2011 cuando comenzó la compra de terrenos y acaparamiento de tierras para destinarlos al monocultivo.

 

Mongabay



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