El suelo es un recurso no renovable y es el sustento que nos provee de alimentos, forraje, fibra y biocombustibles. Cada suelo tiene características y limitaciones propias y se ubica en un ambiente específico, por lo que el manejo de la fertilidad es diferente en cada uno de ellos, apuntando siempre al factor ambiental que es el que más limita su capacidad de producción.
El contenido de materia orgánica de un suelo, formada por residuos vegetales y animales en distinto grado de descomposición, es considerado el indicador por excelencia de la calidad del mismo. Esta materia orgánica juega un rol fundamental en la estructura y en la fertilidad química del suelo, contribuyendo a la formación de los agregados y brindando los nutrientes necesarios para el crecimiento de los cultivos.
Según Fernando Salvagiotti y Silvina Bacigaluppo, integrantes del INTA Oliveros, para que un suelo tenga óptimas condiciones de funcionamiento para el desarrollo de las plantas, debería presentar una estructura estable, que permita una correcta entrada y circulación de agua y aire, y la exploración de raíces del mayor volumen de suelo posible. En consecuencia, para mantener la fertilidad de un lote, las secuencias agrícolas actuales necesitan ser manejadas con mayor diversidad de especies y con un mejor aprovechamiento de los recursos disponibles (agua, luz y nutrientes).
Para ejemplificar, Salvagiotti y Bacigaluppo mencionan las rotaciones con cultivos voluminosos, la inclusión de cultivos de cobertura, la fertilización y el manejo de los residuos a través de la siembra directa como prácticas que tiene un efecto positivo sobre el contenido de materia orgánica del suelo a través del tiempo. Por otro lado, prácticas como la rotación con gramíneas de verano e invierno en siembra directa permiten reconstruir la perdida de porosidad y en el largo plazo incrementar o mantener el nivel de materia orgánica del suelo en cada lote.
Es decir que, teniendo en cuenta la diversidad de ambientes y oferta de recursos de la región productora de cereales y oleaginosas de la Argentina, es importante planificar la rotación en forma particular para cada región en base al recurso que más limite la producción, lo que asegurará consecuencias amigables con el ambiente, contribuyendo a la sustentabilidad y rentabilidad de los sistemas de producción.