En la siembra de soja solo se fertiliza el 49% de la superficie. De la mano con esto, en los últimos años se ha registrado una caída en la superficie fertilizada, a su vez que también disminuyeron las dosis de las hectáreas fertilizadas; es decir que el cultivo de soja presenta en la actualidad el menor paquete tecnológico en el manejo de la nutrición.
Por otro lado, según el último relevamiento tecnológico del sistema de producción de granos realizado por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, solo el 9% de los productores sojeros realizó análisis de suelos para determinar la disponibilidad de nutrientes, por lo que los diagnósticos sobre los que se toman las decisiones de manejo nutricional son muy pobres.
Para Andrés Grasso, integrante de Fertilizar Asociación Civil, “este manejo precario de la nutrición de la soja modela un sistema de baja productividad e insustentable en el largo plazo”. La brecha de producción de soja, con los genotipos que se siembran en la actualidad, sería del 31%; es decir que, cuando se habla de soja, estaríamos produciendo el 70% de nuestra capacidad potencial. Según el experto, mejorando las estrategias de nutrición del cultivo, la producción de soja podría aumentar un 7%.
En este contexto, la mejor estrategia sería la intensificación de la nutrición de cultivos, que tiene dos focos: uno que supone mejoras en el sistema (más rotación con gramíneas) y otro que remite a la nutrición específica individual de cada cultivo para optimizar el rendimiento bajo condiciones no limitantes de nutrientes. Por lo tanto, se debe abordar la nutrición de la soja como una herramienta para lograr el máximo rendimiento.
De acuerdo con Grasso, en base a las experiencias realizadas, una fracción importante de la superficie cultivada de soja está condicionando los rendimientos, ya sea por fósforo, azufre o por ambos nutrientes. A su vez, la disponibilidad de micronutrientes, especialmente boro y zinc, también debe ser tenida en cuenta.
“El nitrógeno es el nutriente que la soja requiere en mayores cantidades. La fijación biológica de nitrógeno que se desarrolla en los nódulos de las raíces cubre los requerimientos y la fertilización nitrogenada es innecesaria. Por esta razón, con la aplicación de inoculantes en la semilla a la siembra, cubrimos las demandas nutricionales”, sostuvo Grasso. Sin embargo, tanto el fósforo como el azufre inciden sobre la fijación biológica y deben ser tenidos en cuenta al momento de realizar un plan de nutrición.
“A partir de ensayos realizados por Fertilizar AC, se destaca que la aplicación de fósforo en dosis cercanas a reposición, generan un aumento en los rendimientos y en los niveles de fósforo en el suelo. En cuanto a las deficiencias de azufre, muy extendida en la región pampeana, existe mucha evidencia que concluye que las respuestas son generalizadas en trigo, soja y maíz”, agregó.