ace dos décadas, nadie hubiera imaginado que un cultivo marginal como se consideraba entonces al almendro pasara a cultivarse como un frutal más. El algarrobo podría tomar el testigo y seguir los pasos del almendro, debido a la elevada cotización que tiene hoy en día su fruto, la algarroba, de cuyas semillas se obtiene una harina espesante muy demandada por la industria alimentaria, sobre todo para la elaboración de helados artesanales de calidad.
De hecho, la «goma» de garrofín es el aditivo natural E-410, muy utilizado como espesante y gelificante. Por ello, un kilo de semillas de algarroba se paga hasta a 10 euros, un valor hasta siete veces superior al de la aceituna en esta campaña.
El algarrobo es un árbol silvestre y considerado de carácter forestal, cuyo destino principal durante años ha sido sólo el de alimentar a los caballos. Su fruto es la algarroba, que madura en verano, después de unos diez meses de crecimiento dentro de una vaina. En el interior contiene sobre una decena de semillas marrones comestibles, igual que la envoltura.
Hoy se sabe que la algarroba contiene más hierro que la carne de ternera y más calcio que la leche de vaca, por lo que está llamado a ser un nuevo superalimento. Por ello, la Universidad de Córdoba (UCO), junto con la asociación Empresas Innovadoras de la Garrofa (EiG), la Diputación de Córdoba y la Consejería de Agricultura de la Junta de Andalucía quiere fomentar su aprovechamiento.
De hecho, para el mes de mayo 2020, está prevista la organización de unas jornadas en las que se informará a los agricultores y a representantes de la industria agroalimentaria de las potencialidades del cultivo del algarrobo en Andalucía, la comunidad autónoma con más posibilidades de desarrollo de nuevas plantaciones.
Para Rafael María Navarro, director del grupo de investigación «Evaluación y restauración de sistemas agrícolas y forestales» del Departamento de Ingeniería Forestal de la UCO, el algarrobo no es un cultivo desconocido, aunque sí marginal. De hecho, asegura que «en la provincia de Sevilla, sobre todo al sur, en las comarcas que lindan con las provincias de Cádiz y Málaga, existen plantaciones muy buenas de algarrobos, fruto de las ayudas europeas a la reforestación de tierras agrícolas concedidas en la década de los 90, lo que pasa es que no se les está sacando rendimiento ni potenciando su aprovechamiento». De hecho, Andalucía cuenta con unas «5.000 hectáreas de algarrobos plantados, la gran mayoría de pies muy antiguos».
El grupo de investigación de la UCO está trabajando con este cultivo en tres vertientes. Por un lado, «estamos realizando un estudio varietal con objeto de poder seleccionar características productivas, tanto de valor agronómico como comercial». Por otro lado, «estamos creando una colección de materiales genéticamente valiosos para usar en la propagación del algarrobo» y, por último, «estamos analizando los servicios ambientales asociados al cultivo del algarrobo, con un estudio sobre la capacidad de secuestro de carbono de la especie».
Y es que, además del valor comercial tanto de las semillas de algarroba como de la pulpa, que también se aprovecha en la industria agroalimentaria, en la de cosmética y en la farmacéutica, «este cultivo tiene importantes valores ambientales», recalca Rafael María Navarro.
La demanda de algarrobas es muy superior a la oferta, por lo que el catedrático e investigador señala que «es una alternativa de cultivo a tener en cuenta», aunque no tiene por qué ser en monocultivo. De hecho, explica que «pueden plantearse los algarrobos como complemento en zonas de viña o de olivar marginal, e incluso es una especie ideal para sustituir a las encinas muertas en la dehesa».
Se trata de un árbol de más rápido crecimiento que una encina o un alcornoque, ya que «una plantación de vivero injertado con una variedad seleccionada, al séptimo año ya puede tener una producción rentable y a los diez años podría alcanzar el pleno rendimiento». Hay que tener en cuenta que, actualmente, un árbol con hasta 80 años de edad, puede alcanzar una producción de hasta 300 kilos de algarrobas anuales.
No obstante, el conocimiento de este cultivo, como no ha interesado, es limitado, por lo que «hay muchas líneas de investigación que se pueden abrir al respecto para mejorar la productividad del algarrobo como cultivo de futuro», señala el investigador, apuntando la tecnificación, la adaptación al sistema en riego (ensayos que sí se han hecho en la Comunidad Valenciana), los nuevos marcos de plantación (ensayos en alta densidad) o la posible mecanización de la recolección del fruto, ya que «hay máquinas que se podrían adaptar para realizar la recolección, que es muy delicada», matiza, pues hay que hacerla «a la par que está la flor».
Sevilla Abc