El Impenetrable Chaqueño es una región boscosa de más de cuarenta kilómetros cuadrados de extensión que debe su nombre a la salvaje y densa vegetación que la caracteriza, la cual hizo que durante mucho tiempo sea imposible el acceso humano a esta zona, ocupada principalmente por el noroeste de la provincia de Chaco. De hecho, la mayor parte del camino es de naturaleza casi virgen, solo irrumpido por pequeñas poblaciones.
Esta región es tan inhóspita que son pocos los que se aventuran a abrirse camino en medio de la vasta vegetación, donde quedaron olvidadas aldeas de tobas y wichis, y se extinguieron yaguaretés, lo que ayuda a la propagación de mitos y, con ellos, el misterio que la envuelve.
A través de la Ruta Provincial 9 se puede acceder a este parque nacional, que es el más grande del norte argentino y fue inaugurado en 2017. Ubicada sobre el terreno que en algún momento albergó a la Estancia La Fidelidad, esta reserva de más de 128.000 hectáreas es de suma importancia para la protección y conservación de grandes mamíferos como el yaguareté, el tapir, el pecarí y el oso hormiguero. Cabe mencionar que en esta área protegida se halla la mayor diversidad de flora y fauna de la región.
La misma ruta lleva también a la localidad de Juan José Castelli. Considerada como la puerta de entrada a la región, esta ciudad de alrededor de 30.000 habitantes está situada en el corazón geográfico del monte chaqueño. A esta zona llega la mayor parte de los turistas que se aventuran a internarse en El Impenetrable, ya que desde allí parten seis rutas hacia los principales rincones de la zona: algunas van hacia el norte, hasta la zona fronteriza con la provincia de Formosa, marcada por el encauce del río Teuco; otras van hacia el colonia Nueva Esperanza, hogar de varias aldeas aborígenes wichis; por último, se hallan las que van hacia el sur, que atraviesan la zona más complicada de la región hasta el pueblo de Pampa del Infierno.
Desde Juan José Castelli, el camino hacia el sur se realiza mediante la Ruta Provincial 5. Casi al instante en que se abandona la ciudad, desaparece el asfalto y empieza un camino desparejo de tierra apisonada entre campos de densa vegetación, lo que hace que se vuelva intransitable cuando llueve.
Para acceder a este sitio se recomienda partir temprano por la mañana, ya que el viaje en auto por este camino de cerca de doscientos kilómetros, donde la aventura y la adrenalina estarán siempre a flor de piel, culminará recién cuando baje el sol.
A medida que se continúa hacia el sur, los quebrachos de troncos altos se van adueñando del paisaje. En este punto del trayecto, solo alguna gallina o un pájaro puede irrumpir el silencio. Solo resta sentarse a disfrutar de ese regalo de la naturaleza.