n equipo de científicos, liderado por el investigador español Jonatan Rodríguez Parra, del Instituto de Botánica de la Academia Checa de Ciencias, ha realizado un estudio de campo en diez lugares costeros del noroeste peninsular para ver las consecuencias de la presencia de la planta invasora uña de gato (Carpobrotus edulis). Esta especie modifica el suelo, altera las comunidades de microorganismos y desplaza la flora nativa local.
El objetivo del trabajo, publicado en las revistas Biological Invasions y NeoBiota, era conocer su impacto en la aparición de herbívoros y compararlo con zonas de su distribución nativa en Sudáfrica. “Seleccionamos ocho localizaciones en Galicia y otras dos en el norte de Portugal, en zonas donde pudiera haber presencia de Carpobrotus edulis y zonas separadas, al menos 100 metros, en donde no hubiera esta planta invasora, para comparar la asociación de plantas e invertebrados herbívoros entre zonas”, dice a SINC Rodríguez Parra.
Hasta ahora, los efectos de las invasiones de plantas en las comunidades de herbívoros estaban muy poco estudiados. Los investigadores llevaron a cabo su trabajo principalmente en lugares costeros con ligera presencia humana. Es decir, evitaron playas urbanas, jardines o paseos costeros.
“Nuestros resultados muestran que la composición de los herbívoros se alteró por la presencia de C. edulis. Las parcelas no invadidas tenían un mayor número de interacciones planta y herbívoro. Además, con la invasión se produjo un reemplazo de especies y se facilitó que otros herbívoros exóticos generalistas se hicieran hueco en los ecosistemas”, asegura el científico.
Este hecho provoca el aumento de algunos herbívoros generalistas en la costa, altera la diversidad de invertebrados y modifica la composición de las especies. “La falta de enemigos naturales podría ser un factor importante en la expansión de C. edulis”, añade.
También observaron un incremento en el número de flores dañadas de C. edulis por los caracoles nativos Theba pisana y Cornu aspersum.
La uña de gato es una planta suculenta, clonal y perenne, que posee un sistema de reproducción sexual y asexual. Su forma de propagarse permite que pueda crecer a ras de suelo, con la que forma una red densa de individuos que se multiplican horizontalmente a través de estolones.
Debido a su rápido crecimiento y a su gran plasticidad fenotípica, que le permite aclimatarse a ambientes muy diferentes, es capaz de crecer en hábitats muy distintos. Además, está considerada como una planta ingeniera, ya que a consecuencia de la gran acumulación de materia orgánica que se produce en donde reside, modifica las características fisicoquímicas del suelo.
“En líneas generales, nuestros resultados mostraron que las áreas costeras de Sudáfrica son más diversas y tienen una abundancia mayor de invertebrados en comparación con la península ibérica. Al comparar la composición de especies de invertebrados, descubrimos que los lugares invadidos por la uña de gato se vieron muy afectados por dicha invasión, mientras que en el lugar de origen no ocurre”, afirma el científico.
En los últimos años, diversos programas de conservación y asociaciones medioambientales han empleado esfuerzos en controlar y erradicar esta especie invasora mediante medios mecánicos (arrancando manualmente la planta) o incluso químicos (con el consiguiente daño a los ecosistemas). Sin embargo, en ocasiones no resulta exitoso debido a que acumulan el material vegetal en el mismo lugar de actuación o no se retiran minuciosamente todos los propágulos que le permiten reproducirse. “Esto hace que aumente la probabilidad de rebrote y se favorezca así la dispersión de esquejes que no han perdido su actividad fisiológica. De la misma manera, la retirada de las extensiones de esta planta también puede favorecer que, en pocas semanas, especies ruderales u otras plantas invasoras ocupen el lugar donde estaba situada la invasora”, explica Rodríguez Parra.
Una alternativa a estos métodos sería la búsqueda de enemigos naturales especialistas que controlen de forma natural los lugares invadidos. Los investigadores plantean que los caracoles podrían reducir la producción de semillas de C. edulis, actuando como agente de control biológico natural. Asimismo, Rodríguez y su equipo han comprobado que la presencia de la cochinilla Pulvinariella mesembryanthemi, presente en la Península, podría ser un potencial candidato para frenar su dispersión.
“Creemos que es necesario y prioritario establecer estrategias de gestión transversal y unificadas para su erradicación, así como respetuosas con el medio ambiente y coordinadas por técnicos especialistas. De este forma se podría frenar su rápida expansión y restaurar los hábitats invadidos”, concluye el experto.
Agencia Sinc