a industrialización de las producciones y, en muchos casos como en los vinos, los procesos de añejamiento, implican desafíos gigantescos frente a las tasas reales del sistema económico argentino que muchas veces hay superar. Y ni hablar del impacto de las malas políticas impositivas. Las retenciones al vino son al producto terminado, a la botella, a la etiqueta, al corcho, la cápsula, el añejamiento, la barrica, la fermentación, la levadura, el acero inoxidable, el transporte de la uva a la bodega, la mano de obra industrial, agrícola, el enólogo, los gastos de marketing y también a las uvas.
Obviamente el impacto de las malas políticas se sienten mucho más fuertemente en las economías regionales, en oasis irrigados y cultivos permanentes que en aquellos cultivos anuales, que tienen la alternativa de vender el producto sin transformar. Hablamos siempre de agregar valor (es decir especialmente trabajo) y todo el sistema actúa desincentivando este proceso.
La vitivinicultura es la actividad de la bioeconomía de base agraria argentina que, a pesar de todo, ha logrado llegar a la góndola en los principales mercados del mundo y crear un nombre propio en el panorama mundial de vinos; con el Malbec como bandera y cada vez más con sus territorios de vino como Cafayate, Pedernal, Luján, Maipú, Valle de Uco y sus indicaciones geográficas estrellas como Gualtallary, Altamira, Los Chacayes y las que vendrán en el futuro.
Pero la bioeconomía de la vid no es homogénea y ha sufrido fuertes cambios y seguirá evolucionando seguramente. Para simplificar, la bioeconomía de la vid genera cinco productos tangibles y dos intangibles, muchos de ellos relacionados entre sí.
Los tangibles son las uvas de mesa y las pasas de uvas, especialmente en San Juan, el mosto o jugo de uva concentrado, los vinos básicos y los vinos de calidad. El mosto concentrado y los vinos básicos se concentran en San Juan y en la zona norte y este de Mendoza; los vinos de calidad en los distintos oasis de Mendoza, especialmente en algunas zonas de San Juan, en Salta y en Comahue. La Rioja y Catamarca están en pleno proceso evolutivo hacia la calidad.
Y los principales intangibles son los servicios ecosistémicos ambientales de ordenar el territorio; es decir, la construcción de un paisaje artificial de un alto valor y el turismo enológico. Obviamente estos dos servicios están fuertemente entrelazados entre sí y con los vinos de calidad, ya que cada uno agrega una nueva porción de valor al sistema y demanda más y más servicios a la red de riego, a los servicios públicos, a la conectividad física y virtual.
En definitiva, construyen un tipo de capital social diferenciado que genera valor agregado empresarial y territorial. En resumen, para la bioeconomía de la vid se están diferenciando cada vez más nítidamente dos modelos de desarrollo, uno que podríamos llamar cuantitativo, que representa a los vinos de mesa y al mosto concentrado y otro cualitativo o diferenciado, que representa la alianza entre vinos de calidad, enoturismo y paisaje vitivinícola.
Vía País