o están solos. Se tienen unos a otros y se apoyan para lograr el tan ansiado crecimiento con el que sueña cualquier emprendimiento agropecuario. En plena Cuenca del Morro, una zona castigada por un desbalance ambiental sin precedentes en la provincia, una decena de productores entendió que la mejor forma de salir adelante era uniendo sus fuerzas.
Combinaron sus conocimientos, sus experiencias y sus ganas y pusieron en marcha un grupo que en tan solo un año ya se ha hecho fuerte y los ha fortalecido a todos.
Le dieron forma a través de Cambio Rural, un programa del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) que desde hace décadas promueve el cooperativismo entre los pequeños y medianos productores para mejorar sus condiciones de trabajo. Para elegir el nombre no anduvieron con vueltas y lo bautizaron "Productores unidos de la Cuenca El Morro".
La mayoría de los integrantes tiene sus campos hacia el norte de Villa Mercedes, a distancias que van desde los 10 hasta los 40 kilómetros de la ciudad por la ruta provincial N° 33. Aunque también se incorporó un hombre cuyas tierras están en la parte baja de la cuenca, cerca de Juan Jorba, y una mujer con su estancia en Chaján, en la provincia de Córdoba, pero que tiene problemas ambientales muy similares.
Es que una de las principales causas que los llevó a agruparse fue la necesidad de encontrar soluciones y alternativas a los daños que sufrió cada establecimiento y que hasta el día de hoy, a pesar de los esfuerzos de la provincia, afectan su producción y, por lo tanto, su economía. Pero también los motivó un deseo de crecer, de conocer nuevas herramientas y fortalecer una zona que está casi totalmente habitada por gente que trabaja el campo por herencia familiar y tiene sistemas de baja escala.
Han pasado tan solo doce meses desde que realizaron la primera reunión, pero todos sus miembros aseguran que formar parte del grupo ya les ha traído una gran cantidad de beneficios, que van desde tener un asesoramiento recíproco y permanente, hasta la motivación de saber que siempre pueden contar con una mano amiga ante cualquier adversidad que se les presente.
Los fenómenos que sorprendieron a la sociedad de San Luis en la última década y que ahora se conocen bajo la denominación de una "emergencia ambiental", en realidad vienen gestándose desde hace mucho más tiempo atrás. El área y su zona de influencia terminaron por delimitarse a lo largo de 373.000 hectáreas del Departamento Pedernera, y atraviesa a localidades como Villa Mercedes, Justo Daract, Juan Jorba y La Punilla, entre otras. En esa superficie hubo una multiplicidad de factores que se combinaron para que emergieran nuevos ríos y cauces de agua, para que se formaran cárcavas y montañas de sedimentos, y que los terrenos sufrieran por el ascenso de napas y otros daños como la salinización, entre otras consecuencias.Entre las principales causas, los especialistas nombran al cambio del uso del suelo para un mayor aprovechamiento agrícola de la región, a través de la deforestación de bosques nativos, la quita de pasturas naturales y la implementación de prácticas no sustentables. A todo eso hay que sumar un incremento en los niveles de precipitaciones en la zona, que tuvieron su pico máximo en 2015, cuando en Villa Mercedes cayeron más de mil milímetros.En esas coordenadas están ubicadas las tierras de los integrantes del grupo de Cambio Rural, y cada productor sufrió las consecuencias de ese embrollo ambiental de una manera diferente. Los efectos todavía se hacen sentir en cada uno de los establecimientos.
El grupo ha realizado viajes a otros establecimientos, compras en conjunto para reducir costos, y hasta ha ido a colegios a dar pequeñas charlas sobre el trabajo que lleva adelante en la Cuenca.
Entonces, una de sus primeras preocupaciones pasaba por mitigar esas secuelas y recuperar lotes y porciones del terreno que habían quedado improductivas y generaban un impacto importante en la economía de los productores.
"Lo primero que hicimos fue un reconocimiento de cada uno de los establecimientos y los manejos que estaban realizando, para ver el nivel productivo de cada uno y tener un diagnóstico previo. Y después arrancamos con los encuentros mensuales", contó Alicia Cendoya, quien en un principio fue la asesora técnica del grupo.
La ingeniera agrónoma explicó que las consecuencias más impactantes del fenómeno, como el desplazamiento de sedimentos y la formación de cárcavas, hoy no se observan a simple vista porque las condiciones ambientales, con muchas menos lluvias, han impedido que se den grandes movimientos. Pero advirtió que en los campos sí encuentran una gran cantidad y diversidad de efectos a largo plazo, como erosión eólica, aumento de napas y salinización.
Como prácticamente todos los integrantes del grupo, realizan una producción mixta pero tienen como principal fuerte a la ganadería, plantearon algunos objetivos generales a resolver. En primer lugar pretenden "desarrollar la alfalfa y luego avanzar sobre otro problema de la zona, que es el palque. Al mismo tiempo, buscamos mejorar la genética y la calidad de los rodeos para elevar los índices productivos".
Pero más allá de esas metas comunes, al interior de cada estancia aparecen situaciones diferentes y se presentan desafíos que los productores tienen que afrontar. Sin embargo, ahora cuentan con el apoyo, las ideas y los consejos no solo del asesor, sino también del resto de los integrantes que están dispuestos a ayudar.
La dinámica de funcionamiento es prácticamente la misma que la de todos los equipos de Cambio Rural. Realizan un sorteo que define un cronograma y luego hacen un encuentro mensual en alguno de los campos. El anfitrión los invita a hacer un recorrido para mostrar su producción, sus avances o inconvenientes. Después, todos los presentes le dan sus opiniones, consejos y críticas constructivas para contribuir a mejorar sus ciclos. O también hacen preguntas para aprender e imitar lo que pueden aplicar en sus propios sistemas.
"Esto ayuda a visibilizar problemáticas que cada uno de ellos no veía hasta ese momento, como también las diferentes formas de solucionarlas o afrontarlas. El grupo es muy especial, porque ninguno duda de la buena voluntad de los integrantes. Entonces, cualquier sugerencia es bienvenida, eso es excelente y le da un dinamismo que permite obtener muchos más beneficios", valoró Cendoya.
Otra de las grandes virtudes de este combinado de personas es que cuentan con miembros que vienen de diferentes ámbitos o que tienen conocimientos en rubros diversos. Hay algunos que son ingenieros agrónomos y otros que están a punto de recibirse, tienen dos contadores y uno que tiene mucha experiencia en el arreglo de maquinarias. "Es algo muy bueno porque ante cualquier duda que se presenta, siempre hay alguno que puede ayudar. Y en eso juegan un papel fundamental las nuevas tecnologías, porque al estar en contacto directo por whatsapp tienen un asesoramiento constante y al instante", dijo.
Esa diversidad de miradas es una de las cosas que más valora Luciano Muñoz de formar parte de los Productores Unidos de la Cuenca del Morro.
El muchacho de 35 años y su esposa Ayelén tienen una tradición familiar que los ayuda a desempeñarse como ganaderos y agricultores, pero su ámbito profesional es bien diferente. Ambos estudiaron para ser contadores (ella ya se recibió y a él le faltan rendir sólo dos materias), pero les tocó hacerse cargo del campo que heredaron a unos 35 kilómetros de Villa Mercedes.
En las tierras que llevan el nombre de El Charito , se dedican espacialmente a la cría de la raza Aberdeen Angus y a sembrar maíces diferidos y pasturas, principalmente para alimentar a su hacienda. Pero admiten que contar con el apoyo del grupo les ha permitido mejorar mucho su sistema en muy poco tiempo.
"Realmente es muy bueno tener un grupo así, porque nosotros no teníamos mucha idea de todo lo que hace a la agronomía, pero hay muchos chicos que nos asesoran. Además, sirve un montón para abrir cabezas porque uno puede cometer el error de encerrarse en algo y estar equivocado. Podemos tener distintos criterios, pero siempre llegamos a un mismo punto, porque la diferencia de pensamientos también ayuda a crecer", valoró Luciano.
El joven destacó a Claudio Sáenz, quien tiene la doble mirada de ser productor y trabajador del INTA, como uno de los motores de la creación del equipo. "Cuando él se recibió, hizo un grupo de Cambio Rural y uno de los integrantes era mi suegro. Por eso, hace como dos años empezó a incentivarnos para que formáramos otro. Hicimos unas cuatro o cinco reuniones hasta que se armó y realmente es una gran experiencia", recordó con satisfacción.
Su campo, también recostado sobre la ruta 33, todavía sufre por los excesos de agua. Tienen un lote de 30 hectáreas inundadas por bañados y hasta una laguna, que les reduce la capacidad de carga animal en el establecimiento.
"Estamos tratando de mitigarlo. Hemos plantado alfalfa, que realmente es una bomba de agua y de a poco estamos viendo resultados. La napa está a medio metro, a medida que se vaya secando, vamos a dar vuelta la tierra y vamos a seguir sembrando esta pastura, porque realmente es la mejor solución", reveló.
Muñoz contó que recuperar esas tierras es fundamental para sus objetivos como pequeños productores y que por eso intentan ser cada vez más eficientes. Para ello, la colaboración recibida de sus compañeros ha sido vital.
"Por ejemplo, nos ayudan a entender que no hay que aplicar productos químicos porque sí. Hay organismos que matan a los que están haciendo daño a la planta y quizá no hace falta agregar ningún insecticida, todo eso repercute también en el cuidado del medio ambiente", aseguró.
El productor contó otra anécdota que demuestra cómo una mirada externa puede repercutir muchísimo en la productividad de un establecimiento: "Nosotros teníamos 250 madres y apenas 80 terneros (cuando el índice ideal es que cada vaca tenga una cría por año). Pero con un simple tacto y boqueo, nos recomendaron sacar 60 hembras y salir a comprar nuevas. Al año siguiente, teníamos 200 madres con terneros. Eso nos ayudó a modificar todo el sistema del campo y a llevar al doble el destete en apenas un año", relató todavía sorprendido.
Tales son los avances que consiguieron, que este año obtuvieron dos premios en la Fiesta Provincial del Ternero que organiza la Sociedad Rural Río V°. "A nivel personal, el grupo nos ha ayudado un montón y lo va a seguir haciendo. Creo que estamos haciendo ruido para bien, y mientras más seamos y busquemos el mismo objetivo de la eficiencia y de mitigar toda la cuenca, bienvenidos sean", motivó Luciano.
Para Silvia Bonivardo, la ecuación es la inversa que la de Muñoz y su esposa, para quienes todo resulta nuevo en el mundo agropecuario. Ella, ingeniera agrónoma y reconocida docente universitaria, podría sentir que ya tenía un camino recorrido en el sector, pero desde que se sumó a la iniciativa de la Cuenca del Morro, aparecieron nuevos desafíos que le renovaron la energía.
A diferencia de sus colegas, su establecimiento está del lado cordobés de la frontera. Al sureste de Chaján, el primer pueblo que aparece al salir de San Luis, cuenta con un campo de 189 hectáreas que tuvo que empezar a administrar cuando falleció su padre, hace dos años.
"Hacemos un poco de todo. Realizamos el ciclo completo de ganadería con engorde a corral, tenemos algunos cerdos, y en agricultura cultivamos el maíz que consumen los novillos en el feedlot", detalló la mujer de 54 años.
Cuando el grupo ya había tenido sus primeras reuniones, decidió sumarse, convencida de que podría aprender y aportar porque las condiciones ambientales son similares en ambos lugares. "La escasa profundidad que tienen las napas, con lluvias un poco más importantes hacen que el sistema de lagunas colapsara, y buscando el curso de agua se fueran abriendo nuevos ríos", describió.
373.000 hectáreas es lo que abarca la Cuenca del Morro y su zona de influencia en el Departamento Pedernera, según la Ley de Emergencia Ambiental que se aprobó en 2016.
Y aunque esos cauces no han llegado a abrirse paso por su campo, la profesora contó que su objetivo es llegar a cubrir el 70% de la superficie con alfalfa, para aprovechar la cercanía del agua subterránea.
En ese aspecto, destacó la importancia que ha tenido el grupo para empujarla a hacer nuevas cosas y enfrentar los desafíos que surgen, tanto en su establecimiento como en el de sus amigos. "Estoy muy contenta, motivada, con muchas ganas, aunque también con muy poco tiempo ocioso", admitió risueña quien además se ha convertido en un pilar fundamental para el resto por su conocimiento sobre plagas, malezas y enfermedades en los cultivos.
La presencia de las mujeres también es otro de los fuertes de un equipo en el que todos son importantes. Tan enriquecedor fue el trabajo realizado, que hasta han sido invitados a algunas escuelas para conversar sobre los problemas de la Cuenca y las acciones que llevan adelante para enfrentarlos. También han realizado compras de insumos en conjunto, lo que les ayuda a disminuir los precios y los fletes, y han concretado visitas a otros establecimientos."Ha sido un año muy productivo, en el que todos fueron muy participativos y han demostrado que tienen muchas ganas de crecer cada vez más", señaló Cendoya.
El diario de La Republica