n la localidad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, hay una confitería antigua, pero de mucho prestigio en donde siempre se realizan reuniones de índole política. Asisten empresarios, funcionarios públicos y diputados que entre traje, perfume y café debaten el futuro de nuestro país.
Hasta acá no hay nada llamativo en sí, podría ser un lugar como tantos otros, pero lo particular se hace notar cuando las puertas de la confitería ubicada en la calle 54 abre sus puertas y te da la bienvenida, es allí -en ese instante- cuando comenzás a sentir un crujido atrapante en tus pies, acompañado por un aroma particular ¿a qué se debe esto? ¡Maní! es la respuesta.
Lo que pasa es que cuando pedís un café o un aperitivo te obsequian una canasta de maní, y su cáscara es arrojada al suelo por sus comensales, ¿tradición o comodidad? Lo cierto es que desde hace años (muchos años) se manejan de esta forma y vaya que se los puede catalogar como visionarios, ¿por qué? Porque si de algo hay que estar seguros es que todo se transforma, y que el maní es clave en la mesa de todos los argentinos. Con cáscara, sin cáscara, envuelto en harina crocante, saborizado o solo, el maní se lleva premios y aplausos.
Hace poco investigadores del CONICET de Córdoba demostraron que las coberturas comestibles a base de harina de maní son una alternativa natural, amigable con el medio ambiente y de bajo costo para prolongar la estabilidad de los granos de maní y así disminuir el uso de materiales sintéticos.
La investigación consistió en colocar muestras de maní sin recubrir envasado en bolsas comunes, otras con el recubrimiento natural también envasado y otras sin recubrir, pero en esta oportunidad utilizaron un envase sintético impermeable. El siguiente paso fue almacenarlas durante 180 días en un horno especial.
“Los análisis de laboratorio demostraron que el recubrimiento de harina de maní desgrasada protegió mejor a los granos frente al oxígeno, por lo que preservó sus niveles de vitamina E y otros atributos durante ese período y retardó la aparición de sustancias de “oxidación lipídica”, un proceso químico que produce sabores desagradables”, mantuvieron desde Conicet.
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