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El tiempo de las bioempresas: Los científicos tender y crear algo con valor para la humanidadambién pueden empr

Afirma el estadounidense Arvind Gupta, graduado en ingeniería genética y en diseño

El tiempo de las bioempresas: Los científicos tender y crear algo con valor para la humanidadambién pueden empr
miércoles 19 de agosto de 2020
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rvind Gupta estudió ingeniería genética y diseño, dos áreas que parecen ser muy diferentes. Él las unió y le sumó la posibilidad generar ganancias, productos y servicios para problemas de salud humana y animal, alimentación y otras cuestiones ambientales del planeta. Fundó en 2015 la aceleradora e inversora IndieBio, en San Francisco, California, Estados Unidos, y ya apoyó el desarrollo de 112 bioempresas. Incluso ya invirtió en cuatro bioempresas de la Argentina. “Los científicos pueden emprender para crear algo con valor para la humanidad”, dijo al ser entrevistado.

Gupta nació en Los Ángeles, Estados Unidos. Está casado y tiene dos hijas. Practica el arte marcial Jiu-jitsu brasileño. Escaló el muro más famoso del Parque Nacional Yosemite, El Capitán, y tiene como lema esta frase: “La velocidad gana los combates. La paciencia gana guerras”. Visitó la Argentina días atrás para ser expositor en el primer encuentro Bioeconomía organizado por la Cámara Argentina de Biotecnología, en la ciudad de Mendoza, y para encontrarse con bioemprendedores locales.

Con su aceleradora IndieBio, ofrece un programa de cuatro meses para científicos que quieran dedicarse a desarrollar servicios o productos a partir de descubrimientos o a encontrarle aplicaciones a sus hallazgos. Les brindan mentorías, acceso a laboratorios de bioseguridad, contacto con potenciales inversores y con otros emprendedores, y les dan 250.000 dólares como financiamiento como capital semilla. Además, en IndieBio tienen un espacio de coworking para que se junten científicos, inversores, emprendedores y lleguen a buenas ideas de negocios que, además de generar ganancias, sean útiles para encontrar soluciones a problemas de la humanidad y del planeta, como la crisis climática o la limitación en el acceso a la alimentación.

 

Con respecto a la Argentina, “el país tiene un gran potencial en la creación de más bioempresas”, pronosticó. “El número de investigadores es alto. Podría ser un gran cluster biotecnológico como hay en California”, comentó Gupta. De hecho, él mismo ya arriesgó: es inversor en cuatro bioempresas creadas por argentinos. Una de las empresas es Beeflow, una startup biotecnológica que brinda servicios de polinización para que los rindes aumenten más del 20% para cada agricultor en la Argentina y en los Estados Unidos. Beeflow nació con el impulso de Matías Viel, licenciado en Administración de Empresas, y dos científicos del Conicet: Pedro Negri y Agustín Saez, que empezaron en 2016 cuando se conocieron a través de la aceleradora local GridX, liderada por Matías Peire.

Otra de sus elegidas es CASPR Biotech, una empresa que emplea la técnica de edición genética CRISPR para hacer diagnósticos más rápidos de las enfermedades. Por ejemplo, se podría identificar si un paciente padece una infección con una bacteria resistente a determinados antibióticos y así se ganaría tiempo para indicar un tratamiento más eficiente. También trabajan en el desarrollo de un test portátil para detectar dengue de manera rápida, y ya iniciaron un ensayo piloto en Misiones, una de las provincias que suele ser más afectada por los brote de esa enfermedad viral transmitida por mosquitos.

En tanto, la empresa Stämm Biotech, fundada por los primos Juan Francisco Llamazares Vegh y Federico Veigh, desarrolla instrumentos para otras empresas de bioprocesos (usan células para producir moléculas) con la idea de aumentar la eficiencia. Son argentinos, pero tienen sede en San Francisco. La startup Michroma, en Rosario, produce colorantes naturales para alimentos en base a hongos a través de la biotecnología. Tiene como objetivo reemplazar los pigmentos sintéticos, los derivados de animales y vegetales por pigmentos naturales producidos por fermentación de hongos filamentosos. Se enfocaron inicialmente en la industria alimenticia porque es la que demanda mayor calidad, pero la aplicación de esos pigmentos puede extenderse a otras industrias como son la cosmética y textil.

 

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