l pionero en este camino fue Piñatex, una alternativa al cuero creada a partir de las hojas de la piña. A grandes rasgos, la industria de la moda fabrica las prendas de la misma forma que lo hacía en 1980. Los materiales pueden variar entre lo sintético -como la viscosa-, lo natural -como el lino o la lana- y la mezcla de ambos. Su confección puede ser más o menos industrializada, pero nada ha cambiado demasiado: los jeans se siguen haciendo de algodón, tal vez con un poco de elastano, y los zapatos de cuero o cuerina (poliuretano).
Desde 2015 sin embargo, los consumidores han demostrado un creciente interés en la sustentabilidad, exigiéndoles a las empresas productos más amigables con el ambiente. Lo que empezó como una cuestión de nicho terminó siendo el catalizador de un cambio que se estaba haciendo esperar en la industria y hoy las marcas están cada vez más abiertas a explorar nuevos materiales: la ciencia se ha puesto al servicio de la moda.
Así, por ejemplo, han surgido diferentes fibras innovadoras. Por ejemplo, en Brooklyn la diseñadora Charlotte McCurdy desarrolló un textil similar al plástico hecho a partir de algas, unos de los organismos más eficientes a la hora de capturar dióxido de carbono. En Italia, Orange Fiber usa como materia prima un subproducto de los cítricos y en Dinamarca, MYX utiliza hongos para crear un tejido similar al cuero.
Pero si bien todas las iniciativas son bienintencionadas, no dejan de ser experimentos con un impacto pequeño que no logra hacer mella en los volúmenes de materiales contaminantes que maneja la industria de la moda. De acuerdo con cifras de la organización Fashion Revolution, aproximadamente dos tercios de la ropa que se produce está hecha con sintéticos derivados de combustibles fósiles. La industria de la moda es responsable de emitir 1.700 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, más que lo que producen los vuelos internacionales. La industria necesita transformarse desde los cimientos.
Y existe una empresa que lo está logrando, ofreciendo una alternativa menos contaminante al cuero y probando que la sustentabilidad a gran escala es posible: Piñatex es una tela no tejida que se elabora con hojas de ananá y que forma parte de las colecciones de unas 450 marcas, desde Hugo Boss a H&M, y va tras el resto del mundo.
Todo comenzó en la década de los 90 cuando la diseñadora española Carmen Hijosa, que en aquel entonces tenía con su marido una marca de accesorios de cuero, viajó a Filipinas para visitar una curtiembre. Al ver de cerca el impacto medioambiental y humano del proceso de fabricación del cuero quedó impresionada: "Cuando vi las condiciones de las curtidurías, los tóxicos que inhalan -y que luego acaban en el agua-, me resultó tan espeluznante que decidí que no podía seguir trabajando con ese material. Me lo tomé casi como una afrenta personal", contó a El País de Madrid.
Después de ese viaje transformador, la empresaria española cerró su marca y se graduó en diseño textil en Dublín, especializándose en fibras naturales en un momento en el que nadie hablaba de sustentabilidad. Hijosa estaba decidida a encontrar una alternativa al cuero y sabía que el poliuretano no era una opción, porque era tan contaminante como aquello que buscaba erradicar.
El objetivo era crear un textil comercial que tuviera un impacto social y económico positivo con una huella ecológica lo más baja posible. En un segundo viaje a Filipinas, la diseñadora se inspiró en el uso de las hojas de ananá en las camisas Barong Tagalog, vestimenta tradicional de ese país, y así surgió la semilla de lo que hoy es Piñatex.
Hijosa estuvo siete años desarrollando el producto como parte de su doctorado en el Royal College of Art in London. Recibió el apoyo de una incubadora de proyectos y fue reconocida con varios premios, entre ellos el Cartier Womens Initiative Award y el Innovate UK Women in Innovation Award, ambos vinculados a la sustentabilidad.
Finalmente, logró crear una alternativa vegana y ecológica al cuero, pero Piñatex no busca imitar este material, sino ser un atractivo en sí mismo. Tiene una textura diferente, con arrugas y pliegues producto de su fabricación, que le dan una apariencia única. En cuanto a la resistencia, como solo lleva cinco años en el mercado, no hay tanto camino recorrido y, además, no es lo mismo el textil que se fabrica hoy que el que se fabricaba hace tres años. Pero de acuerdo con la compañía es un material duradero, sobre todo si se lo cuida de manera adecuada pasándole cera esporádicamente.
Para crear Piñatex, en Filipinas, luego de la cosecha del ananá, se recolecta la "corona" de la planta y a partir de ella se extraen fibras con una textura similar al hilo. Luego se secan al sol o en un horno, dependiendo de la lluvia, y se las somete a un proceso de purificación y se las mezcla con un ácido poliláctico derivado del trigo. Así se crea Piñafelt, una malla no tejida que es la base de Piñatex, y que se exporta a España.
Las hojas del ananá son un subproducto (deshecho) de la industria alimentaria, que de otra manera acabarían incinerándose -y emitiendo dióxido de carbono- o descomponiéndose. Al ser la tercera fruta tropical más consumida alrededor del mundo, el volumen de desechos, y por lo tanto de materia prima, es enorme.
En España se finaliza el proceso, agregándole pigmentos naturales y dándole a esta suerte de malla una capa protectora que le otorga más resistencia y durabilidad. Esta capa está hecha de poliuretano, un sintético, que viene a ser la pata floja del proceso porque hace que el textil no sea biodegradable y, por lo tanto, no del todo ecológico. Sin embargo, según explicaron desde Ananas Anam (la empresa que fabrica Piñatex) a galería, es un proceso que está en constante mejora. Actualmente el textil se compone de 72% de hoja de ananá, 18% de ácido poliláctico y 10% de poliuretano. Si se trata de la colección Performance, enfocada en industrias que demandan más resistencia como la automotriz, el porcentaje de sintético asciende a 36%.
Macarena Algorta, diseñadora uruguaya especializada en sustentabilidad y coordinadora del Departamento de Atención al Cliente de Ananas Anam, contó que una de las grandes metas de la compañía es abarcar cada vez más industrias y que se popularice este textil como alternativa al cuero. Y, de acuerdo con ella, el interés está. "Recibo una cantidad impresionante de mails, hay cada vez más interés de parte de las marcas. La sustentabilidad ya está siendo una exigencia, se están creando departamentos dedicados a eso en las principales marcas globales, eso los lleva a investigar nuevos materiales", aseguró.
Grandes marcas en México, Colombia, Argentina y Brasil están preparando colecciones que incluyen Piñatex, aunque con el impacto del coronavirus en la industria tal vez la producción se vea demorada.
En Uruguay, ya se encuentra en el mercado de la mano de dos diseñadoras independientes. Esta temporada, Mari Madá lanzó dos modelos de botas hechas a partir del ananá. De acuerdo con la directora de esta marca de calzados, Tatiana Elenberg, decidieron probar con una producción chica para ver cómo eran recibidos por los clientes. La respuesta, por ahora, ha sido positiva. "Creo que va a ser bien aceptado, pero va a costar introducirlo al mercado, va a tener que ser de a poco. Hay interés, pero muchos quieren tocar el material antes de comprarlo", contó. Con la cuarentena, sin embargo, tuvieron que cerrar los locales y no pudieron hacer el lanzamiento en MoWeek como proyectaban, por lo que los planes se vieron trastocados.
El interés de Elenberg de trabajar con este material surge, al igual que le sucedió a Carmen Hijosa, de una convicción personal. "Toda la vida estuve en la industria del calzado por temas familiares y cuando empecé con mi propia marca, Mari Madá, me rechinaba que todos los materiales fueran animales porque me encantan los animales. A Piñatex llegué investigando porque quería salir un poco del sintético, que fuera más ecológico y desde hace años quería hacer algo con ellos", contó.
Uno de los obstáculos fue el costo, que si bien para el mercado internacional está por debajo del cuero -que es considerado un material de lujo-, en Uruguay es diferente. El cuero tiene un precio inferior dada la cantidad de oferta de producción local, mientras que a la importación de Piñatex desde España, donde se ubica el centro de distribución, se le suman otros costos y aranceles que no tienen que pagar las marcas europeas. Los dos modelos de Marí Madá cuestan 5.490 pesos.
Margo Baridón es la otra marca local que esta temporada decidió trabajar con Piñatex, aunque en su caso lo hizo combinándolo con otros materiales para crear un abrigo y una falda, usando esta alternativa al cuero como un detalle novedoso.
El material del presente. "Creo que es una forma de demostrarles a la industria y al mundo que si vos realmente tenés un interés de hacer las cosas de una manera más sustentable, se puede. Sustentable no solo en el sentido del planeta, sino en relación con lo social, con los trabajadores que hay detrás. Es el material del futuro, o más bien del ahora", asegura Macarena Algorta.
Todo parece indicar que la ropa cada vez más va a empezar a hacerse de otra manera, y el cuero y el plástico van a dejar lugar a las camperas de algas, las blusas de naranja y los zapatos de piña.
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