l origen del cardamomo nos traslada a la India, desde donde se extendió hacia otras zonas cercanas como Malasia o Sumatra. Conocido desde tiempos inmemoriales, su domesticación y cultivo comenzó a darse aproximadamente en el siglo VIII. Se cree que fue a partir de esta fecha cuando se incorporó a las grandes rutas comerciales, como la de la seda, llegando a Europa en algún momento entre los siglos XI y XII. Hoy en día, el cardamomo se cultiva tanto en la India como en Tailandia, así como en numerosos países de Sudamérica.
Del cardamomo se usan las semillas, que poseen un aroma intenso y característico, sello indiscutible de numerosos tipos de curry, pero que también se usa en otros guisos, sopas y salsas. Es uno de los ingredientes clave en el té chai, al que confiere gran parte de su fuerza. Además de usar las semillas enteras, también se pueden moler y es muy utilizada como especia de repostería.
Existen tres tipos de cardamomo, el verde, el blanco y el negro. El más conocido y utilizado es el verde, mientras que los otros dos son difíciles de encontrar fuera de la India. El negro tiene un sabor más amargo y es de mayor tamaño, mientras que el blanco tiene semillas más pequeñas, y es mucho menos oloroso.
En cuanto a sus propiedades saludables, el cardamomo se viene utilizando dentro de la medicina natural desde hace cientos de años. Se considera una ayuda para combatir el estreñimiento, mejora la digestión, y contribuye a mejorar el estado del hígado. Además, es un efectivo diurético y es un buen complemento para terapias que buscan controlar los niveles de azúcar.
También se ha descrito su capacidad como calmante suave y, preparado en forma de emplasto, funciona como expectorante. Eso sí, el consumo continuado de cardamomo está desaconsejado en aquellas personas con problemas médicos relacionados con el colon, así como en mujeres embarazadas.
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