Inti Zen: la marca argentina que factura $40 millones y llega a siete países

La firma diseña mezclas propias en un laboratorio alemán en Buenos Aires. La distribución, que está tercerizada, alcanza más de 5.000 puntos de venta en toda la Argentina

Inti Zen: la marca argentina que factura $40 millones y llega a siete países
miércoles 02 de septiembre de 2020
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os minutos de reposo para que las hebras infusionen son esenciales en el proceso de elaboración del té, la segunda bebida más consumida en el mundo después del agua.

En marzo de 2003, al regresar de un viaje a la localidad bonaerense de Azul, Guillermo Casarotti visualizó por primera vez lo que sería la marca que lo convirtió en el exitoso hombre de negocios que es desde hace más de quince años.

Nueve meses después de ese viaje, Inti Zen ya estaba en marcha. A comienzos de 2004, el proyecto que Guillermo Casarotti y Anne Sophie impulsaron juntos tomaría velocidad y llegaría a la fecha con variedades y líneas completamente nuevas, que surgieron gracias a la participación activa de los dos hijos mayores de la pareja: Diego y Theo Casarotti.

Por la crisis del 2001, las infusiones importadas desaparecieron de las góndolas de los supermercados. En ese momento, la carencia del consumidor encendió en Guillermo la creatividad del emprendedor en que se iba a convertir. Durante sus meditaciones en la abadía, visualizó la fusión de Oriente y Occidente como una mancomunión poderosa. Ahí fue cuando se dio cuenta que quería hacer tés de identidad mixta: hebras típicas de allá mezcladas con sabores de acá. La fusión está presente hasta en el nombre de la marca: inti significa energía solar en quechua, mientras que zen quiere decir silencio profundo en japonés.

En Europa y Estados Unidos, el té de especialidades ya estaba de moda, pero la diversificación no había llegado aún a América Latina. Si los norteamericanos tenían té sabor pop corn, por qué nosotros no podíamos tener uno con notas de dulce de leche, se preguntó Casarotti.

A través de las páginas de una revista, Guillermo y Anne Sophie conocieron a Inés Berton y quedaron fascinados con esta mujer de olfato absoluto que estaba revolucionando la concepción de los tés de diseño. “No sabíamos que existía la figura de tea blender”, recuerdan. La contactaron para que se sumara al proyecto como asesora. “Nosotros sabíamos lo que queríamos e Inés sabía lograrlo. Nos ayudó a desarrollar los blends y fuimos aprendiendo mucho de aromas y de sabores”, explica.

Hoy, el matrimonio desarrolla los blends con materias primas de todo el mundo, diseñan mezclas propias en un laboratorio alemán, y tienen una planta en Del Viso, provincia de Buenos Aires, donde termina el proceso de producción y se inicia la distribución, que está tercerizada y alcanza más de 5.000 puntos de venta en toda la Argentina. También exportan a Chile, Perú, Bolivia, Uruguay, Francia, España y Estados Unidos.

Arrancaron con seis variedades, después saltaron a once y actualmente cuentan con quince. La primera camada fue de clásicos, “pero con una vueltita de tuerca”, aclara Casarotti. Asomaron con prudencia a un espacio desconocido, aunque a paso firme: al Patagonia lo destacaron con miel y cacao, mientras que al Earl Gray le dieron un toque de rosas.

Poco después, se animaron a jugar con los hibiscos, mangos, papayas y el dulce de leche. Lo que siguió fue sofisticarse y apostar a la sutileza del té blanco y a lo imprevisto del lychee. Con notas delicadas, se propusieron llevar la experiencia a otro nivel.

Al principio, el segmento era pequeño y con poca competencia. Ahora, el del té es un mercado expandido y desafiante. “Somos muchos participantes y hoy nos relacionamos con consumidores muy capacitados, exigentes. El mercado actual apunta al consumo de menor cantidad de tazas y mayor calidad de infusiones”, detalla.

Para dar respuesta a esa demanda, comenzaron a trabajar en blends orgánicos y naturales, además de en nuevas variantes para satisfacer mayor diversidad de paladares.

Si alguien le hubiera hablado de un té en polvo, instantáneo, como un producto gourmet, Guillermo Casarotti se habría resistido a creerlo. Sin embargo, los que lo hicieron –y lo convencieron de la idea– fueron sus hijos Diego y Theo, quienes son fanáticos de esta milenaria bebida de la India elaborada a base de té negro, especias naturales y leche. Ellos llevaron adelante el proyecto de una línea paralela. Bajo la marca Indi Chai, sacaron uno de masala, que es de lo más clásico y se ciñe a la receta que usan en India. Además, fiel al estilo de origen, también hay una versión argenta con dulce de leche: la caramel.

El Té Chai Latte en polvo ya estaba listo a fines del año pasado y el lanzamiento estaba previsto para mediados de marzo, pero la pandemia de COVID-19 retrasó los planes. Lo que era una campaña de marketing se convirtió en una campaña solidaria: las muestras que se iban a utilizar para dar a conocer este nuevo producto de preparado instantáneo fueron donadas a guardias hospitalarias para los trabajadores de la salud y los pacientes. Se repartieron primero 10.000, después 30.000 y llegaron hasta las 40.000 tazas. “Estamos pasando un momento de muchos cambios y tenemos que adaptarnos con flexibilidad. Finalmente, y de la manera en que no lo habíamos proyectado, la gente lo probó, le gustó y lo comentó, y nosotros cumplimos un rol”, concluye Casarotti.

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