l rendimiento promedio de los cereales de invierno a nivel país es de un 30% a 40% inferior al potencial en secano, siendo el deficiente manejo de la nutrición una de las principales causas. Para aumentar la productividad y minimizar el impacto ambiental de la fertilización, el diagnóstico de la disponibilidad de nutrientes es clave. Los expertos Hernán Sainz Rozas y Nahuel Reussi Calvo comparten las metodologías basadas en el análisis de suelo y en el monitoreo del estado nutricional de los cultivos.
En la mayoría de las situaciones, la recomendación de fertilización no se basa en el análisis de suelo, dado que solo se muestrea del 30% al 40% del área cultivada. Esto ocasiona pérdidas de productividad, menor aprovechamiento del agua y balances negativos de nutrientes.
En cereales de invierno se han determinado respuestas del orden de los 400 a 600 kg por hectárea con aplicaciones de 30 a 40 kg por hectárea de nitrógeno (fuentes sólidas) en hoja bandera. Por lo tanto, si bien existe la posibilidad de corregir deficiencias hasta estadios reproductivos, el mayor impacto sobre rendimiento será hasta comienzo de encañazón, mientras que las aplicaciones posteriores de nitrógeno incrementarán en mayor medida la concentración de proteína del grano.
Por otro lado, para evaluar la disponibilidad de fósforo se recomienda el muestreo de suelo en superficie (0-20cm) antes de la siembra, siendo importante el número de submuestras (20-30), principalmente en planteos bajo siembra directa debido a la elevada variabilidad espacial. Los niveles críticos de P por debajo de los cuales se considera rentable la fertilización fosfatada pueden variar desde 15 hasta 20 partes por millón (ppm), según suelo y relación de precios.
Respecto a la forma de aplicación, existen varios trabajos que han demostrado que en algunas situaciones (suelos con baja disponibilidad de fósforo o dosis bajas) la aplicación en la línea de siembra es más eficiente que la aplicación al voleo. Sin embargo, en suelos bajo siembra directa la aplicación al voleo anticipada en suelos con bajo fósforo también puede ser una opción válida en suelos con pendientes menores al 2%.
Esta práctica permitiría incrementar la dosis de fósforo y facilitar la siembra de los cultivos. Además, debido a que el fósforo presenta elevada residualidad en los suelos de la región, es posible pensar en su aplicación para la rotación.
Para el caso del azufre, al igual que para nitrógeno, se recomienda el muestreo de suelo hasta los 60 cm de profundidad en pre-siembra o inicios de macollaje. Para este nutriente también es clave considerar el aporte por mineralización desde la materia orgánica del suelo.
La aplicación de azufre puede realizarse desde la siembra hasta estadios avanzados del cultivo debido a la absorción demorada de dicho nutriente.