a Ley 26.093 (sancionada en el año 2006) -y su reglamentación en 2007 mediante el Decreto 109- estableció un régimen de promoción y producción para los biocombustibles. Pero la normativa y su marco regulatorio específico trascendieron el simple fomento de una nueva actividad y sus beneficios directos en materia de diversificación de la matriz energética y la sustitución de combustibles fósiles importados. En realidad, lo que se puso en marcha fue una verdadera política de Estado de industrialización de la ruralidad, priorizando el desenvolvimiento PyME y de fortísima impronta federal (desarrollo de las economías regionales). El éxito de la decisión de 2006, emanada del Ministerio de Planificación Federal, resulta incuestionable, como incuestionable la debacle verificada durante la gestión Cambiemos. En este sentido, y porque creemos que el regreso a la Casa Rosada de un proyecto industrialista y genuinamente federal no puede renunciar a la profundización y potenciación de los biocombustibles como herramienta de desarrollo, industrialización y generación de empleo, transcribimos la muy importante y reciente comunicación de la Liga Bioenergética.
La utilización de biocombustibles genera un ahorro (en comparación con los combustibles fósiles) superior al 75% en la emisión de gases de efecto invernadero y mejora la calidad del aire que se respira en las ciudades. A partir de la sanción de las Leyes 27.270 y 27.520 Argentina se ha comprometido en cumplir metas, las cuales no serán posibles de alcanzar sin el aporte de los biocombustibles.
En el caso de las naftas, y dada la calidad del petróleo que se procesa en nuestro país, el bioetanol permite a este combustible alcanzar el nivel de octanaje que las normas de calidad exigen, al precio más conveniente y cumpliendo las normas vigentes en materia ambiental y de salud pública, ya que, de lo contrario, se debería seguir usando MTBE (aditivo que se está prohibiendo en los principales mercados del mundo por ser cancerígeno y afectar las napas de agua, entre otros problemas). Lo mismo pasa con el material particulado emitido por la quema de derivados del petróleo, que muchos países están paulatinamente prohibiendo.
La industria de los biocombustibles en nuestro país tiene 10 años de estar en funcionamiento, a través de 54 plantas situadas en 10 provincias (Santa Fe, Buenos Aires, Entre Ríos, La Pampa, San Luis, Santiago del Estero, Córdoba, Tucumán, Jujuy y Salta), y constituye un claro ejemplo de desarrollo de economías regionales e industrialización de la producción primaria en origen; generando más de 300.000 fuentes de trabajo, directas e indirectas, que van más allá de la producción del biocombustible, dando origen y/o potenciando el crecimiento de otras industrias y actividades (productores cañeros, cadena del maíz y de la soja, complejo aceitero y pequeñas aceiteras a prensa, empresas de transportes, industria metal-mecánica) y de nuevas aplicaciones tecnológicas al servicio de todos esos sectores, etc.
En el caso del bioetanol y el biodiesel PyME, el 100% de su capacidad de producción se destina al mercado interno.
Los biocombustibles constituyen el último eslabón en la cadena de agregado de valor de la soja, maíz y azúcar.
Proponer volver al sistema de exportación primaria del poroto de soja o grano de maíz, además de ser anacrónico, constituye desconocer (o no querer reconocer) la importancia del agregado de valor en origen, ya que nuestro país posee el complejo agro exportador más grande y eficiente del mundo debemos aprovecharlo con un desarrollo industrial que aumente los empleos calificados y las inversiones.
En el caso del gas oil, nuestro país importa más del 30% del combustible que se consume. Entre el 2010 y 2019, se importaron 36.5 millones de metros cúbicos de gas oil (3 veces más que la capacidad de producción local de un año). Estas importaciones generaron salidas de divisas por más de 23.360 millones de dólares. Durante el mismo periodo, se utilizaron 10.8 millones de metros cúbicos de biodiesel para el mercado interno, que, a precio de gas oil, significaron un ahorro de divisas por sustitución de importaciones por más de 6.900 millones de dólares.
La capacidad instalada de biodiesel en nuestro país es superior a 4.5 millones de toneladas anuales, y más del 50% se encuentra hoy ociosa. Similar situación se dio con las naftas durante el mismo periodo, ya que la utilización de bioetanol evitó importaciones por un valor superior a los 3.900 millones de dólares.
No se pretende "reemplazar" al gas oil o las naftas, sino "complementar" la matriz energética, mediante el aporte de un combustible de origen vegetal, renovable, menos contaminante y de producción nacional.
La producción y utilización de las bioenergías constituyen las bases de un país sostenible, contribuyendo al desarrollo de economías regionales, agregando valor en origen, permitiendo el autoabastecimiento en materia energética y preservando el medio ambiente.
Ámbito – Federico Bernal, Director de OETEC