Terneros y vacas parecían sacados de otro campo. Esa fue la primera sensación que experimentaron los 150 criadores y cabañeros que se acercaron a Malele, la estancia que la firma Arandú tiene en el partido de Tordillo, frente a la Bahía de Samborombón y que abrió las tranqueras para un día de campo.
La propuesta organizada por Rústicos y la consignataria Alfredo S. Mondino era muy sencilla: mostrar el impacto que la genética tiene en un rodeo. El campo elegido, era toda una provocación. Más de 12.000 hectáreas en plena cuenca del salado, muy predispuestas a inundarse, con diversas limitantes que hacen muy complejo el manejo, escasas y poco valiosas reservas forrajeras y con dificultades para conseguir agua de calidad.
“Lo que mostramos es un rodeo de 4.000 vientres muy interesante, sobre todo por el campo donde se está produciendo, con muchas complejidades, y en el que la vaca se ha adaptado muy bien”, explica el médico veterinario Ariel D’Angelo, encargado de la estancia desde hace 23 años.
“Pudimos ver el resultado de un trabajo que venimos haciendo desde hace muchos años. A partir de 2014, con la incorporación de Juan García, trazamos un objetivo, un fenotipo de animal y vamos por ese camino. Y creemos que estamos en lo correcto”, explica Federico Vizzolini, el dueño de casa.
Y más allá de lo que estaba a la vista de todos, es bueno también escuchar datos para entender la transformación que la inversión y el manejo es capaz de lograr incluso en campos duros. “Acá estábamos destetando alrededor de 170 / 180 kilos cuando arrancamos, y hoy por hoy estamos teniendo un destete promedio entre 208 y 210 kilos”, cuenta Federico.
“Superamos el 90% de preñez, el índice de destete ronda el 5% de terneros perdidos, sobre todo en los meses en los que la vaca pare, que puede haber algunos problemitas de agua. Es un campo que tiene una pendiente de un metro y medio sobre el nivel del mar desde la entrada hasta la bahía misma y a veces cuesta sacar el agua a veces”, aporta Ariel.
Y si de problemas para sacar el agua se trata, todavía está fresco el recuerdo de lo ocurrido en 2017, cuando a causa de intensas lluvias registradas en buena parte de la cuenca del Salado, más lo caído en Malele, se produjo una inundación que causó la muerte de más 1.000 terneros.
“Es cierto que es una zona y un campo difícil de producir, pero con la genética y con trabajo hemos logrado muy buen conjunto de vacas de cría y de terneros y terneras”, dice Vizzolini.
Los servicios van desde el 15 de octubre al 15 de enero con potreros de unas 200 hectáreas y la misma carga en vacas. “Se fueron comprando toros de pedigree en los remates de Rústicos y creyendo en lo que hacen nuestros colegas, fuimos incorporando padres negros y colorados -estos más difíciles de conseguir- pero siempre bajo un fenotipo que es de nuestro gusto, más allá de los gustos particulares. Luego con los datos (genotipo) fuimos seleccionando y estamos muy contentos como se fue mostrando el resultado en los rodeos”, destaca Juan García, el asesor genético de Rústicos y Arandú.
Uno de los objetivos alcanzados es el estacionamiento de los rodeos. “Eso se logró con manejo y hoy podemos ver terneros que prácticamente tienen todos el mismo peso. Hay apenas un poco de diferencia entre lo que es la cabeza y el final de la parición. Año tras año vamos apreciando que tenemos poca cola”, cuenta Federico.
Se venden todos los terneros, y el desafío es la recría de las vaquillonas en un campo de estas características. “La recría se la trabaja en los lotes más cerca de la ruta, y se hacen promociones de raygrás y se las cuida. Así como se cuida el primer año la vaca que se compra para que se adapte al campo. Es una cuestión de manejo y así evitar resentir los índices de peso al destete como de preñez”, dice D’Angelo.
A la hora de hablar de manejo, se lleva toda la atención la provisión de agua para la hacienda. “El único lugar de las 12.000 hectáreas que hay agua apta para el consumo de los animales es junto al casco, por eso tenemos 45 kilómetros de cañerías subterráneas, que se distribuyen en más de 25 tanques y se los bombea con bombas sumergibles. Es un manejo humano que impacta en la producción”, explica el encargado.
“No estamos muy lejos del objetivo trazado, diría que estamos llegando. Por eso digo que el campo antes era 100% de cría, hoy ya es de cría y recría, y la idea es seguir agrandándonos en vientres y seguir probando el campo. Nos falta poco para llegar al objetivo”, dice satisfecho Federico.
El personal de Malele está compuesto por 10 personas, es conducido por el veterinario Ariel D’Angelo, y es una de las claves de los buenos resultados obtenidos. “Tanto Ariel como su gente se pusieron el proyecto al hombro, lo mismo que Fabián Porras y su equipo, que trabajan los campos de Tres Arroyos y San Cayetano”, reconoció Federico Vizzolini.
“Sin este grupo humano que tiene la empresa, esto no se podría llevar a cabo. Esa es la realidad”, agregó.
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