Vivir entre cultivos de mora despertó la creatividad de una familia colombiana que se aventuró a transformar esa fruta en un llamativo vino artesanal con potencial para trascender tras perfeccionar el proceso de fermentación en una pequeña planta enclavada en las montañas de Antioquia (noroeste).
A los Bernal Montoya huir del ritmo frenético de la ciudad los llevó a refugiarse en una cabaña en Santa Elena, un caserío perteneciente a Medellín, hogar de los silleteros y de su florida tradición.
Allí descubrieron por azar una pasión que con el tiempo se convirtió en un emprendimiento cuando la bebida que fabricaron por recreación comenzó a ganar adeptos.
"Nuestro sueño es crear cultura alrededor del consumo de vinos de frutas colombianas", dijo Eliana Montoya, quien maduró ese propósito durante la creación de Enamora, que significa "enología aplicada a la mora" y es una empresa que ha ido edificando durante ocho años junto a su esposo, José María Bernal, y sus hijos.
Él fue su cómplice y retomó una receta de la abuela para aprovechar la mora cultivada en esa región. En el comedor de la casa y con botellas de gaseosa elaboró los primeros vinos sin ninguna pretensión.
Ese producto artesanal se convirtió en la mejor manera de amenizar las reuniones con amigos, quienes marcaron sin querer el destino del vino al destacar en cada sorbo sus atributos.
José María, un físico con alma de ingeniero, contó que entregó una de las botellas a su esposa y le dijo: "Usted verá qué hace; yo la apoyo".
De procesar tres toneladas de mora en una licuadora heredada pasaron a operar en una planta de 140 metros cuadrados, una cima conquistada después de un complejo proceso de formalización, en el que fue clave la Corporación Interactuar con créditos y su programa Método Base de Aceleración ( MBA).
Llegar al mercado del Parque Arví, uno de los lugares más turísticos de Medellín, les encuentro conocer la respuesta de los consumidores, entre ellos extranjeros.
"Vimos que el producto funcionaba y que podíamos sacarlo del país por su calidad", comentó la constructora civil sobre su vino dulce de mora, el que tiene actualmente en el mercado, pese a tener desarrollado otros once productos.
De la mano de expertos, capacitaciones y su intuición, lograron desarrollar un vino completamente natural y sin la intervención de químicos en el proceso.
La parálisis que atravesó el país por el Covid-19 provocó en Eliana una "crisis existencial" al no poder producir ni vender, además de tener que frenar la estrategia de comercialización que estaba por lanzar.
Su "salvavidas" en ese momento lo lanzó Interactuar con capacitaciones y acompañamiento virtual para crear un plan de contingencia y abrirse a otros canales a través del uso de herramientas como Instagram y WhatsApp.
"Yo era muy renuente al manejo de las redes sociales, pero tuve que actualizarme y aprender. Si no lo hacía, Enamora hubiera terminado en la pandemia", reconoció.
Con ese conocimiento que adquirió se "envalentonó" e inició la "transformación digital" de su empresa para promocionar su vino por otras vías y trabajar con domicilios.
El Sol de Acapulco