Se puede sembrar durante todo el año, si bien en general prefiere las temperaturas frescas a las demasiado altas. Las temperaturas son fundamentales para planificar la época de siembra de rábanos y rabanitos.
En cualquier caso, siempre habrá que seguir las recomendaciones dadas por el distribuidor de las semillas ―impresas en el sobre―, ya que serán apropiadas para la variedad concreta que se va a sembrar.
La mayoría de las variedades de rábano y rabanito deben sembrarse cuando pasa el calor del verano, desde comienzos de otoño hasta mediados de primavera.
En primavera se puede realizar la última siembra un mes y medio antes de que lleguen las altas temperaturas, fecha que será diferente en distintos climas.
Existen algunas variedades adecuadas para la siembra en verano, por lo que habrá que recurrir a ellas cuando se desea sembrar el rábano en esa estación.
No se deben sembrar en verano variedades inapropiadas, puesto que las plantas entrarán en floración de forma prematura, arruinando la futura cosecha.
Algunas como el rabanito redondo de punta blanca iceberg pueden sembrarse durante todo el año, incluso en verano.
El suelo o sustrato ha de estar suelto en la máxima profundidad posible, especialmente para rábano, y presentar el grado correcto de humedad.
Dado que la parte del rabanito que se va a cosechar es la raíz, conviene favorecer el máximo desarrollo de esta.
La tierra compactada dificultaría mucho su avance, de ahí que sea tan necesario labrar bien el terreno antes de la siembra y en una profundidad acorde al tamaño esperado de las raíces.
Además, conviene aprovechar el laboreo para retirar piedras, palos y otros objetos que pudiera haber en el suelo.
Una piedra de cierto tamaño puede impedir el desarrollo de la raíz del rábano o provocar deformaciones en esta.
Las semillas del rabanito germinan con mucha facilidad y en poco tiempo, lo que hace muy fáciles las siembras.
Dicho esto, es muy importante que las semillas queden enterradas muy superficialmente.
Se pueden sembrar de dos formas diferentes, pero siempre en terreno de asiento, es decir, directamente en el lugar definitivo, puesto que los rabanitos no toleran el trasplante.
Consiste en esparcir las semillas de forma homogénea sobre la tierra.
Hecho esto, se pasa un rastrillo o se añade una fina capa de tierra sobre las semillas, con el objetivo de que queden ligeramente enterradas.
Para terminar, se puede realizar un riego con lluvia muy fina, o si la tierra está húmeda, pasar un rodillo por encima, o apisonarla ligeramente con una tabla u otro objeto plano.
Una vez germinados, los rabanitos cubrirán por igual toda la superficie sembrada, formando un macizo.
En este caso, la siembra se realiza a chorrillo, depositando las semillas en fila a lo largo de líneas separadas de 15 a 20 cm entre ellas.
Al igual que el caso anterior, se debe enterrar superficialmente las semillas y apisonar ligeramente la tierra o dar un riego de lluvia fina.
En ambos casos será necesario realizar un aclareo cuando las plantas tengan dos hojas verdaderas dejando la siguiente separación entre ellas:
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