Dentro del amplio mercado de las golosinas, cada consumidor tiene su producto favorito. Sin embargo, muy pocos despiertan pasiones y son venerados casi como si fueran una religión. Este es el caso del alfajor Capitán del espacio, que cumple 59 años en el mercado, sumando fanáticos y detractores como muy pocos otros.
La historia de este alfajor característico del sur del Gran Buenos Aires mezcla hechos históricos con rivalidades identitarias y visitas de presidentes.
Desde 1962, la golosina fue ganando espacio en el menú de reconocidas y además fue sumando adeptos a la causa. Se trata de un alfajor que se convirtió símbolo de un sector muy populoso del conurbano bonaerense.
Sobre el final del gobierno desarrollista de Arturo Frondizi, hace 59 años, dos empresarios decidieron comprar una fábrica de alfajores quebrada ubicada en Ezpeleta.
Los amigos Ángel de Pascalis y Arturo Amado refundaron el lugar y construyeron la marca "Capitán del espacio", un alfajor con una receta artesanal que fue creciendo en ventas y difusión en la Zona Sur del conurbano bonaerense pero sin cruzar la General Paz.
La primera década requirió de muchas horas de trabajo para sacar adelante la empresa, sobre todo porque la maquinaria de ese momento solo daba la posibilidad de producir los alfajores de manera artesanal. Diez años después de fundada, la fábrica se mudó a la calle Gran Canaria, en el partido de Quilmes, donde actualmente se encuentra.
Desde la web Emprendedoras en Red, justifican que mucho del marketing de la empresa va en sentido contrario al de su competencia: ni los dueños ofrecen entrevistas a la prensa, ni publicitan su producto en grandes medios o espacios de publicidad.
Por otro lado, el por qué de que la golosina no se venda en Capital Federal se relaciona con el tipo de producción y la política que sigue la empresa: al ser una fábrica chica, no darían los tiempos para abastecer más kioscos. Alimento de mitos y creencias, este hecho generó una falsa rivalidad de identidades entre porteños y conurbanenses que inflaban el pecho por poseer el alfajor en su tierra natal.
El boca en boca, el relato, se fue armando a medida que los años se sucedían y la fuerza discursiva se mezclaba con la identidad de Quilmes y los barrios aledaños. Sobre su nombre se dijo que era por la llegada del hombre a la luna, para equipararlo con un hecho histórico.
También se afirmó que era por "El anillo del Capitán Beto" de Luis Alberto Spinetta. Las fechas no coinciden con la refundación y posterior puesta en funcionamiento de la empresa y tales hechos, pero alimentaron la llama y el mito de la golosina.
El alfajor también estuvo en la primera plana de los medios cuando tuvo apariciones con personajes de primera línea de la política nacional e internacional. Durante su gobierno presidencial, Mauricio Macri visitó la fábrica en 2016 en plan de apoyo a las PYMES, según comunicaron desde el oficialismo en ese momento. La golosina era reconocida en un acto político. Sin embargo, la relación del alfajor con personajes importantes llegó hasta el Vaticano, cuando el propio Papa Francisco recibió una caja de regalo con el producto quilmeño.
Hoy, el nuevo aniversario marca la vigencia y la presencia que ha tenido el relato sobre el alfajor. Luego de casi seis décadas, el Capitán del Espacio tiene ganado su lugar en la cultura conurbanense como una golosina que afirma la identidad y la historia de la zona sur a través del boca en boca de los lugareños y el fanatismo de sus consumidores.
iProfesional