La disminución del descarte de alimentos implica un gran reto sistémico para la cadena agroalimentaria. Las opciones para superar una de las problemáticas mundiales con mayor incidencia en la emisión de gases de efecto invernadero (GEI).
De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un tercio de los alimentos destinados al consumo a nivel global se terminan desperdiciando. Al respecto, los especialistas indican que, tanto la pérdida como el desperdicio implican un mal uso de los recursos que sumado al crecimiento demográfico que incrementa la demanda de productos agrícolas, generan una mayor presión sobre los recursos naturales.
En esta línea, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático advierte que el desperdicio y la pérdida de alimentos (PDA) constituyen una problemática grave que produce de hasta el 10% de las emisiones globales.
Para los especialistas, una reducción en las PDA provocaría importantes beneficios para el planeta como mitigación del cambio climático, degradación del suelo y de la erosión de la biodiversidad además de una mayor seguridad alimentaria.
Sin duda, los expertos coinciden en que es necesaria una visión sistémica para la resolución del problema que incluya: leyes, inversiones en procesos logísticos e industriales, la acción conjunta de ONGs y del Estado y una mayor conciencia y cambio de hábitos por parte del consumidor.
En Argentina, se descartan 38 kilos de comida por persona y se estima que se pierden unas 16 millones de toneladas anuales de alimentos, lo que equivale al 12,5% de la producción agroalimentaria nacional. Esto representa una situación alarmante en términos ambientales, económicos y sociales.