En su época de gloria, el lago Colhué Huapí (Chubut) llegó a extenderse por más de 810 kilómetros cuadrados, siendo el quinto más grande del país. En aquellos tiempos, los turistas solían navegar, pescar y nadar por la zona. Sin embargo, la explotación petrolera, el cambio climático, los malos manejos hídricos y la necesidad de abastecer la demanda de ciudades como Comodoro Rivadavia, Rada Tilly, Sarmiento y Coleta Olivia, provocaron que la vía fluvial prácticamente desapareciera.
El expoblador Luis Kruger de 75 años, afirma que el crecimiento de dichas regiones fue -de a poco- matando el lago, generando que ya nadie quiera vivir en el campo. En 2019, el hombre tuvo que abandonar la casa que su padre había construido en una estancia de 15.000 hectáreas en 1948, que hasta la década del noventa albergaba cerca de 3.000 ovejas. Actualmente, en un radio de 50.000 hectáreas, solo quedan cuatro habitantes y un par de torres de explotación petrolera.
A la estancia de Kruger, conocida como “Ciudad de los Lagos” y referente del colectivo Autoconvocados por la Cuenca del Senguer, se accede por un camino largo donde no se avista ni una gota de agua. Desde 2016, esta asociación busca concientizar acerca de la dramática realidad de los lagos Munsters y Colhué Huapí, que se ubican a diez kilómetros de distancia y a principios del siglo XX atrajeron a grandes grupos de inmigrantes.
El trayecto hacia el Colhué Huapí se caracteriza por la presencia de tierra agrietada y roca volcánica puntiaguda que destroza las ruedas de los autos. Aquí, la vegetación no sobrepasa el medio metro y es casi nula. Cerca del campo de Kruger no hay ni un solo árbol. La huella de aquello que alguna vez fue un lago se ve desde lo lejos: el lecho se convirtió en un verdadero desierto, repleto de médanos de polvo plomizo en un suelo inorgánico donde no crece prácticamente nada.
Los días de viento, el polvo se arrastra hasta formar una fumarola espesa que llega al Atlántico, invadiendo Comodoro Rivadavia. En marzo del año pasado, la NASA registró una de estas tormentas desde el espacio, destacando en un estudio que el mismo fenómeno también sucede en Marte. En el área, sólo llueve en invierno y apenas entre 60 y 100 milímetros anuales.
Kruger resistió hasta 2019 en este lugar inhóspito, rodeado de accidentes geográficos que dan cuenta de lo agreste del entorno, mientras su mujer e hijos se mudaron a Sarmiento. Con el tiempo, el polvo tapó el alambrado de su estancia y las pocas ovejas que quedaban, se fueron. En invierno, para entretenerse en el aislamiento, escapaba en soledad hacia el pueblo a caballo tras más de doce horas de cabalgata.
La desaparición del lago en la Patagonia extrema comenzó en la década del sesenta, cuando se instauró el primer acueducto para transportar agua a Comodoro Rivadavia, Rada Tilly y Caleta Olivia. Como resultado, la población de dichas ciudades aumentó notablemente. No obstante, el cauce nunca llegó a cubrir la demanda.
La inmigración de aquellos que vivían del Colhué Huapí fue rápida y masiva: para 2019 ya no quedaba ni un litro de agua en la región. Cuando la desaparición del lago era un hecho aún no consumado, el periodista local Oscar Jensen dirigió en los noventa el quincenario Nuestro Sur, dedicándole varias tapas a la difusión del asunto. Sin embargo, debió cancelar la publicación luego de que el entonces gobernador Carlos Maestro le quitara la pauta oficial.
En este contexto, desde el colectivo ambientalista Autoconvocados por la Cuenca del Senguer denuncian la falta de control por parte del Instituto Provincial del Agua (IPA), mostrando la presencia de canales clandestinos que desvían el recurso del río Senguer a productores agropecuarios. Guillermo Gettig, vecino de Sarmiento, indica que la agrupación sabe que la industria petrolera retira agua potable del acueducto para poder funcionar.
La cuenca del Senguer posee una superficie de 28.025 kilómetros cuadrados, que recorre desde la montaña hasta la estepa chubutense unos 360 kilómetros. Cuenta con siete lagos, iniciando su curso en el Fontana a los pies de la Cordillera de los Andes. Desemboca en el Musters y el ya desaparecido Colhué Huapi. A lo largo de su recorrido, muchos poblados toman agua, ya que se trata de la única fuente presente de este recurso que sostiene la producción ganadera y agropecuaria de la zona.
El ingeniero Nicolás Cittadini, administrador general de Recursos Hídricos del IPA, comenta que el organismo está desarrollando diversas tareas de educación ambiental y gerenciamiento para estimular el consumo racional de agua. En este sentido, resalta que los lagos constituyen un sistema endorreico que rara vez desembocaen el océano.
Dicha tarea la desempeñaba antiguamente el río Chico, hoy absolutamente seco. Según Cittadini, la evaporación de los lagos, los fuertes vientos patagónicos y la alta temperatura atmosférica responden a la crisis hídrica de la actualidad. De acuerdo a estudios, hace aproximadamente 11.000 años, el Musters y el Cahué Huapí formaron un solo cauce que llegó a tener 4.200 kilómetros cuadrados e incluía a Sarmiento. Su profundidad era de 60 metros.
Hoy en día, ambos lagos no superan los 900 kilómetros cuadrados. El IPA estima que el deterioro natural de la cuenca se produjo como consecuencia de la producción agrícola-ganadera, la industria y el abastecimiento de agua para Sarmiento, Comodoro Rivadavia, Rada Tilly y Caleta Olivia.
Cittadini subraya que es normal que los vecinos se quejen, aunque prevé que no se acrecentarán los problemas en el futuro. En este punto, anticipa que el IPA espera poder firmar con el Gobierno nacional un convenio para construir una represa en el lago Fontana, que controle el cauce del Senguer y optimice las vías del recurso.
Uno de sus mayores propósitos es regularizar las tomas ilegales. Actualmente se cree que existen 600 canales clandestinos. En cincuenta años, el Colhué Huapí desapareció por completo. El objetivo actual es que no suceda lo mismo con el Musters.