Según la Administración de Medicamentos y Alimentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) para que un producto se etiquete como “mantequilla de maní” debe estar compuesto por –al menos– un 90% de la legumbre. El 10% restante puede incluir sal, edulcorantes y aceites vegetales hidrogenados, que le den a la mezcla la consistencia adecuada para untar en distintas preparaciones.
Tanto la mantequilla de maní natural como la convencional entran en esta categoría. Sin embargo, cualquier alimento que incluya ingredientes adicionales, como el aceite de palma, debe etiquetarse como “para untar”. Muy a menudo, este componte es incorporado en miras de evitar la separación de óleos y sólidos que ocurre normalmente con el producto más puro.
La mantequilla de maní natural generalmente contiene solo dos ingredientes: maní y sal. No obstante, también pueden encontrarse variedades sin este último componente. Por el contrario, la convencional incluye azúcar y aceite vegetal hidrogenado, a fin de garantizar una consistencia que no se vea afectada por el tiempo y la temperatura.
Para lograr una buena consistencia del producto puro, es necesario mezclar la pasta, ya que el aceite que posee naturalmente suele separarse de los sólidos durante las horas de reposo en la alacena. Usualmente, la preparación es bastante más granulada que su contraparte convencional, incluso si es muy cremosa.
En este sentido, es probable que ocurra la separación natural si la mantequilla se almacena a temperatura ambiente. De todas formas, refrigerar el alimento no es lo más conveniente, debido a que estando muy frío es difícil de manejar.
En cambio, la mantequilla de maní convencional es una pasta untable cohesiva que permanece intacta independientemente de la temperatura o el lugar donde se almacene. De acuerdo a los expertos, es la más exquisita de las dos.