Cómo encarar la nutrición agrícola

Tres profesionales cuentan su experiencia

Cómo encarar la nutrición agrícola
martes 08 de junio de 2021

En la presente campaña, la inversión en el uso de fertilizantes será ampliamente redituable, debido a que la relación entre su precio y los granos continúa siendo favorable. Esto permite desarrollar estrategias eficaces para conseguir altos rendimientos y seguir sacándole provecho a la cosecha.

Sergio López, quien vive en 9 de Julio y trabaja en 2.500 hectáreas arrendadas en las localidades de Dudignac, Estación La Niña, Facundo Quiroga y Bacanay, comenta que posee un equipo propio de siembra y cosecha con tecnología de última generación, que le brinda la posibilidad de desempeñar sus labores del día a día en compañía de sus hijos, Tomás y Juan Francisco, y un grupo de tres empleados que trabaja los suelos arenosos de la zona, que normalmente alcanzan niveles cercanos al 1,5-2,5% de materia orgánica.

Dentro de estos campos, aplican un sistema de trigo y soja con los siguientes rendimientos:

- 5.000-5.500 kg/ha de soja de primera.

- 6.000-6.2000 kg/ha de trigo.

- 2.300-2.400 kg/ha de soja de segunda.

Mediante el programa de fertilización de trigo, se aspira a cubrir los requerimientos del cereal y la soja posterior. El modelo inicia con la aplicación de nitrógeno (150-200 kg/ha de urea) y fósforo (150 kg/ha de fosfato monoamónico), además de la incorporación de una mezcla comercial que incluye azufre y calcio. Para evitar desperdicios, se emplea una barra fertilizadora que se suma a los productos en el suelo suministrados previo a la siembra.

A partir de este esquema de nutrición, es posible conseguir un excelente desarrollo del trigo, si se cuenta con suficiente humedad, sin padecer descuentos a causa del bajo contenido de proteína. En este punto, la soja también es objeto de aplicaciones de fósforo durante julio-agosto, antes de la siembra de octubre, mediante la barra fertilizadora.

De acuerdo a las recomendaciones técnicas de Luis Ventimiglia, profesional del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), López incorpora un total de 200 kg/ha de fertilizante fosfatado mezclando 100 kg/ha de supersfosfato simple y 100 kg/ha de superfosfato triple. Mediante esta estrategia, el productor destaca que el fertilizante aplicado “queda en el campo” y estima que con altos niveles y tecnología de punta es indispensable nutrir bien al suelo.

Iván Lubatti, un arrendatario agrícola que trabaja 2.000 hectáreas de terceros en un radio de 80 kilómetros en los departamentos de Tercero Arriba y Río Segundo (Córdoba), está muy conforme con el programa de reposición de nutrientes que utiliza en sus cultivos.

Se desempeña en suelos clase III y VI, que siembra con un equipo propio de implantación y cosecha, que cuenta con un pulverizador contratado. Tanto en las superficies con y sin sal, desarrolla la rotación tradicional de soja, maíz y trigo.

Su objetivo es reducir la cantidad de sales en suelos de mayor proporción de gramíneas que desarrollan cobertura y tienden a funcionar mejor bajo condiciones adversas. En este sentido, los rindes obtenidos de trigo alcanzan los 3.500-4.000 kg/ha si sucede a una soja de primera. Los de maíz temprano llegan a 9.500-10.000 kg/ha, mientras que los tardíos oscilan entre los 8.500 y 10.000 kg/ha.

En soja de primera, registra rendimientos de 3.800-4.000 kg/ha en años buenos y 3.000-3.200 kg/ha en regulares. En cultivos de segunda, obtiene 3.500 kg/ha en campañas con abundantes lluvias y 2.500 kg/ha durante años secos.

Sus estrategias de fertilización incluyen la aplicación de fósforo en casi toda la superficie cultivada (90%), a excepción de los lotes de soja. Los niveles de dicho nutriente en el suelo fluctúan de 15 a 20 partes por millón, con tendencias ascendentes en función del suministro. Vale remarcar que el abonado de nitrógeno también cumple un rol fundamental en el desarrollo de las gramíneas.

El programa de fertilización de trigo comienza con la aplicación de 100 kg/ha de fertilizante arrancador con nitrógeno y fósforo en línea, complementado con zinc, si el cultivo posterior es maíz; o azufre, si la secuencia incluye soja.

Más adelante, mientras se inicia la siembra, se incorpora fertilizante hasta alcanzar 100 kg/ha de nitrógeno entre lo que contiene el suministro y lo que se encuentra disponible en el suelo. La meta es cubrir la mayor parte de las demandas de dicho nutriente al cabo del ciclo de vida del cultivo.

Para el maíz, el procedimiento empieza con un arrancador en la línea, al tiempo que durante la presiembra se evalúan las necesidades de nitrógeno, en miras a alcanzar rindes de 12.000 kg/ha en cultivos de primera y 10.000 kg/ha en tardíos. En algunos casos, la aplicación se divide en dos momentos: previo a la siembra y en el estado V10-V11.

En lotes de soja se suma fósforo en la siembra a fin de reponer aquello que se extrajo con el cultivo anterior, mediante una mezcla que posee azufre y nitrógeno. Según Lubatti, quienes se dedican más a este cultivo notan grandes diferencias gracias a la fertilización. En cambio, cuando se trata de producir trigo o maíz, los rindes testigo pueden evidenciar resultados negativos respecto al fertilizado de entre un 40% y un 50%.

“Aunque el precio de los fertilizantes subió, los granos aumentaron más en lo que va del año, por que la relación insumo-producto sigue siendo favorable e invita a fertilizar en 2021”, sugiere el experto.

En vísperas a alcanzar buenos rendimientos, Sandro Raspo combina fertilizantes con cultivos de servicio en un campo de 1.000 hectáreas localizado en el partido de General Villegas y otro del triple de superficie en Ameghino. En ambos desarrolla sistemas agrícolas ganaderos sobre suelos arenosos de buen almacenaje de humedad, pero que no suelen evidenciar alto contenido de fósforo. Aquí, las lluvias fluctúan de los 800 a 900 milímetros al año.

Dentro de la superficie destinada a la producción de granos, el hombre respeta la inclusión de cultivos de cobertura en la rotación, como consecuencia de su efecto positivo en la fertilidad de los suelos y el control de malezas.

En los territorios más profundos de los campos, la secuencia incluye trigo y soja de segunda, cultivo de servicio y maíz tardío. En los de menor profundidad se emplea soja, cultivo de cobertura, maíz, cultivo de servicio y soja.

Los cultivos de cobertura que propone el productor son multiespecie y contienen centeno, avena, strigosa, vicia, tréboles y nabo. Se fertilizan con fósforo y nitrógeno, con el propósito de reponer lo consumido por la especie anterior y desplegar una buena producción de materia seca. Entre los objetivos también figura alcanzar el despliegue total del suelo y proveer nutrientes para los próximos desarrollos.  

Una vez que se fertiliza el suelo, se seca usando un herbicida, pasando un rolo o pastoreando/sembrando maíz temprano para intensificar los planteos. Esta última técnica consiste en implantar el cultivo de verano con el servicio aún verde, lo que garantiza la continuidad de raíces vivas y vida en la tierra. Asimismo, permite adelantar la fecha de siembra.

 

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