Por Agroempresario.com
Si bien Rosario López Seco viene de una familia tambera por tradición, en 2018 decidió, junto a su hija Consuelo, emprender un nuevo negocio: la fabricación de quesos artesanales para darle valor agregado a la producción láctea.
Para llegar a este momento, deberíamos remontarnos a la historia familiar donde el padre de Rosario tenía un tambo y una fábrica que cerró en 1969 para continuar sólo con la producción tambera hasta el momento de su muerte. Sus 10 hijos siguieron el negocio familiar y en el año 2000 se dividieron en tres empresas distintas. En 2011, Rosario decide seguir sola con su empresa, hasta que en 2018 su hija Consuelo, que vivía en Buenos Aires, regresa a Brandsen para ayudar a su madre y generar un nuevo negocio.
La idea desde el inicio fue agregarle valor a la producción de leche ya que, en producciones chicas de 3000-5000 litros, si no hay un agregado de valor o cambio de paradigma no se puede lograr rentabilidad en la actividad. Están los tambos chicos de subsistencia y los mega tambos que pueden ser rentables. El tambo mediano sin agregado de valor no obtiene rentabilidad.
“Empezamos como proceso de fabricación, con prueba y error. Primero, intuitivamente, empezamos a separar de a poco litros para la producción y el resto lo entregábamos a Danone. Desde el 1 de julio de este año, ya elaboramos toda la producción del tambo”, nos contó López Seco.
Abascay cuenta con 165 hectáreas propias y arrienda otras 190 donde producen 160 vacas tamberas. La idea es llegar a 200 para fin de año y de esa forma ir creciendo con la producción propia. “El crecimiento será lento porque no podemos incorporar hacienda de otro lado, ni tampoco queremos agrandar la producción. Queremos defender el precio y la producción ya que no hay muchos tambos certificados”, sostiene.
Su empresa se diferencia de otras porque lograron hace más de un año tener producción orgánica y certificada que los habilita a exportar. Hace más de dos años que no se utiliza ningún fertilizante químico ni herbicidas. Se hicieron además dos cavas impermeabilizadas con geomembrana donde se aloja el barrido de los comederos y del tambo. Una vez que pasan 120 días -tiempo que solicita la autoridad del agua para lograr inocuidad del material que se desparramará en el campo-, se fertilizan los potreros. Están también en estudio para poder lograr otro biofertilizante compuesto por el suero sobrante del tambo.
Hoy por hoy, la fábrica elabora: ricota, queso cremoso, halloumi, tybo, campeche, gouda, sardo y manteca.