Desarrollo Económico & Social / Desarrollo Territorial

Agricultura generativa: de jarillas y chañares a sistemas de alta producción

La Chacra Aapresid en los VINPA trabaja desde hace 7 años en la transformación de ambientes desérticos en áreas fértiles y cultivables, aportando al desarrollo productivo y económico local

Agricultura generativa: de jarillas y chañares a sistemas de alta producción
miércoles 11 de agosto de 2021

La Chacra Aapresid en los Valles Irrigados de Norpatagonia (VINPA) trabaja desde hace 7 años en transformar los ambientes desérticos de la región en áreas fértiles y cultivables, que aportan al desarrollo productivo y económico local.

La gerente técnica del proyecto, Magali Gutiérrez, aseguró que los productores desembarcaron en la zona con el objetivo de desarrollar sistemas productivos bajo riego con proyección de escala. “Se trata de un área con niveles de radiación y temperatura muy beneficiosos para los cultivos. Si bien es árida, el río Negro ofrece agua en cantidad y calidad”, planteó.

Como contraparte, los suelos son deficientes: tienen escaso desarrollo, poca MO y fertilidad. Tampoco había desarrollo de tecnología ni conocimiento adaptado. La heterogeneidad y la mala infiltración eran problemas graves.

“En una hectárea puede haber entre 4 y 5 sustratos de suelo, con comportamientos y características diferentes. Hay mucho microrelieve, que hace que el agua se acumule de forma muy irregular, generando excesos en algunos puntos y faltantes en otros”, agregó Sergio González, productor integrante del proyecto.

La iniciativa apuntó a desarrollar nuevos suelos, objetivo que se logró a través de los siguientes ejes:

- Cultivos poli específicos otoño-invernales para crear coberturas abundantes y evitar el ascenso de sales.

- Riego estival sobre coberturas vivas de moho, maíz de guinea y sorgo.

Para hacer frente a la infiltración deficitaria, se optó por una estrategia de riego de láminas bajas y alta frecuencia. De esta manera, se logró que los cultivos vayan colonizando los suelos.

La segunda meta fue lograr un ‘bombardeo de raíces intensas y diversas’ que aportan residuos con C y N. “En 2 a 4 años se lograron obtener rindes rentables”, plantearon los profesionales. Entre los resultados más relevantes se vio una reducción de la densidad aparente, lavado sales, aumento de C y productividad.

“Pasamos de suelos que toleraban 1 vaca cada 15/20 hectáreas a trigos de 8 a 10 toneladas, vicias de 6 toneladas de MS, sojas de 3.5-4.5 toneladas y maíces de 12-15 toneladas”, explicó Gutiérrez.

Para esto fueron clave el riego, el clima, la tecnología, el tiempo y el capital humano. A su turno, el especialista de Conicet, Luis Wall, analizó la evolución de las variables de la biología del suelo en los manejos.

“Se vieron grandes diferencias en estos suelos respecto de los montes prístinos. El impacto del manejo sobre la biología es claro: grandes aumentos en la diversidad microbiana. Otro resultado es el mayor nivel de interacción que se da en las redes de comunidades microbianas respecto del suelo de monte”, declaró.

En este sentido, se detectaron grupos de hongos y bacterias que se relacionan con aumento de la MO, la formación de agregados y la mejora de la salud del suelo. Todo se asocia con rotaciones más intensas y diversas. “Empezamos a reconocer componentes de esa caja negra que es la biología de suelos”, concluyó Wall.

 

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