Ideas & Opiniones / Columnistas

Gaby Grobocopatel: una artista que le rinde homenaje al campo

La artista le contó a Agroempresario.com que define su obra como una mezcla de abstracción y figuración, donde honra fuertemente a sus raíces, el entorno y la tierra


Por Brenda Lucente

 

La obra de Gaby Grobocopatel es un canto a la vida y los colores del campo. Criada en el seno de una de las familias más reconocidas dentro de la industria agropecuaria argentina, expresa el amor por la tierra que la vio nacer en cada una de sus creaciones: Carlos Casares es su gran inspiración.

A través de su trabajo, llevó a la ciudad a algunos de los destinos artísticos más importantes del mundo. Desde Miami y con gran predisposición, participó de una entrevista exclusiva con Agroempresario.com, en la que nos contó acerca de sus principales inspiraciones a la hora de darle vida a sus pinturas. También nos comentó sobre las diferentes etapas de transición que experimentó a lo largo de su carrera y se ven reflejadas en su obra.

El entorno rural condiciona, inspira y marca mi obra. Desde que empecé a pintar siento que todo lo que hago está relacionado con el lugar donde nací, con Carlos Casares. Me costó un poco salir del campo físicamente para pintar en otros espacios y seguir con la misma inspiración que tenía. Yo creía que únicamente podía expresar mi arte allí. Después, con el tiempo me di cuenta que ese amor lo llevo dentro”, relató al inicio de la charla.

En este sentido, manifestó que al pasar mucho tiempo fuera de dicha ciudad e instalar su propio taller en Buenos Aires, supo que sus recuerdos de Carlos Casares estaban marcados en su retina y los podía replicar en cualquier lugar físico donde se encontrara. “La fuente de inspiración vive en mí”, aseguró.

Al hacer referencia a las diferentes etapas artísticas que transitó a lo largo de su carrera, mencionó a uno de sus grandes maestros, Juan Doffo, quien la ayudó a pensar en su tierra de manera reflexiva, a fin de expresar lo mejor de ella en su obra. A pesar de haber tomado un nuevo rumbo, actualmente sigue abordando la temática, pintando en honor a la localidad donde se crió.

En este aprendizaje que tuve de integración, desde la emoción y la razón, analizando qué quería hacer en mis trabajos, fui pasando por distintas etapas. En una época, pintaba muchos alambres de púa, homenajeando a aquellos símbolos e íconos del campo con los cuales me crié. Plásticamente creía que esos encuentros entre elementos eran muy atractivos. En determinado momento, ese alambre se empezó a soltar, en paralelo con ciertas situaciones personales que estaba viviendo”, relató.

Al abordar esta cuestión, detalló que ese momento coincidió con la partida de sus hijas de la casa familiar, evidenciando un cambio por demás notorio en su obra: aquel horizonte que solía pintar en sus retratos bien definido, cada vez se iba haciendo más difuso.

“En uno de mis trabajos preferidos utilizo restos de alfalfa. En sus comienzos, mi padre hacía rollos de este material. Amo el olor a pasto porque me recuerda mucho a mi infancia. Me retrotrae a mis idas al campo y los momentos que atesoré allí con mi familia. En mi taller siempre tengo un poco de ese perfume para llevar esos recuerdos siempre cerca”, narró Grobocopatel.

Parte de este cambio, se debió a la mirada de otro de sus grandes maestros, Sergio Bazán. “Cuando llegué a su taller empecé retratando mis clásicas líneas de horizontes. Al verlas me dijo: ‘Si vas a seguir pintando esto, mejor volvete a Casares’. Él me invitó a pensar. En ese camino recordé el pasto que tenía y me surgió la necesidad de hacer algo con él. Así, comenzamos a empastarlo y usarlo para intervenir ciertas obras”, explicó.

Durante mucho tiempo, la artista evitaba exhibir su trabajo, ya que creía que para mostrárselo al mundo tenía que ser “una gran pintora” (que valga la redundancia, lo es). En determinado momento, al tener tantas piezas, se dio cuenta que su obra no estaba completa si no la compartía con otras personas.

“Ahí me animé a mostrarla. Me encanta salir al mundo con ella. Mi trabajo está muy vinculado a nuestro país y al ámbito rural. A veces me preguntaba qué iba a pasar con la mirada de alguien ajeno a este paisaje, pero la verdad es que la experiencia es totalmente distinta, debido a que son contextos diferentes. El desafío es muy lindo y enriquecedor”, añadió Grobocopatel.

Su primera muestra internacional la realizó en Estados Unidos, luego, en 2016 desembarcó en París. La exposición se realizó en el Municipio del Louvre y se denominó “Pampa, horizonte infinito”.

“Era una imagen mía, un horizonte con la línea del cielo y tierra real. Hicieron una pancarta gigante que se ubicaba frente al Louvre con ese paisaje. Los franceses estaban encantados. De fondo se exhibió un video con las filmaciones que fui recolectando de mis viajes al campo, compaginado por Celeste Santo Domingo. También sonaba una guitarra pampeana. Además, tiramos fardos en el piso e hicimos una muestra sensorial. La experiencia fue maravillosa”, exclamó.

Antes de llevarla adelante, se instaló en la ciudad, donde produjo cerca del 90% de la muestra. Para esto, alquiló un atelier en Montmartre. Poco tiempo después, Eduardo Carballido, quien manejaba la Galería de Arte de la Embajada Argentina en París, le propuso convertir el trabajo en una Marca País para exhibir en otras embajadas.

Esa muestra que realicé en París, después se replicó en Roma, Londres, Berlín, Lisboa y Madrid. Actualmente, sigue abierta en Barcelona. El espacio se inauguró en marzo del año pasado, justo unos días antes de que estallara la pandemia. En julio lo visité junto con mis hijas. Esta ‘Marca País’ me permitió recorrer las principales capitales del mundo mostrando la música pampeana, el fardo, los horizontes y nuestra tierra”, enfatizó.

Si bien Grobocopatel no se considera escultora, realizó algunos trabajos que tuvo la posibilidad de compartir con el público en una muestra que realizó en 2019 en el Centro Cultural Borges.

En mis idas al campo, buscaba y recolectaba piezas de máquinas agrícolas que hayan tenido contacto con la tierra. Cuando realicé la exposición en Buenos Aires, Carballido vio las obras y me comentó que le encantó el diálogo entre esculturas y pinturas. Sigo guardando ciertos artículos porque me atraen y siempre les encuentro algo distinto, pero soy artista plástica. A veces utilizo algunas técnicas mixtas como pegar pajas y fardos. Como me gusta trabajar con la textura de los suelos, también empleo pasta para modelar a fin de darle forma al acrílico que uso”, relató.

Según ella, el arte rural no existe como movimiento, aunque el concepto está estrechamente vinculado con el hecho de homenajear al campo y la tierra en cada uno de sus trabajos.

Mi arte lo defino como una mezcla de abstracción y figuración, donde le hago un fuerte honor a mis raíces. A los 17 años me fui del campo a estudiar, después volví y crié a mis hijas. Esos viajes hoy en día los realizo todo el tiempo. El concepto de arte rural está relacionado con el homenaje, ya sea figurativo o abstracto. Esto abarca la utilización de ciertos elementos. Mucha gente me conoce porque pinto cuadros que tienen que ver con el agro. Está buenísimo que me identifiquen con el ruralismo”, aseguró Grobocopatel.

A causa de la pandemia, las dos muestras que tenía previsto realizar en 2020 (AMIA y Puerto Rico) se desarrollaron de manera virtual. Para la artista, la experiencia fue rara, aunque el contexto le permitió trabajar otra forma.

Después de tantos años de volcar mi energía en un proyecto y algo definido, me encuentro pintando por pintar y eso está buenísimo. Al principio me costó, pero pude reencontrarme a mí misma desde un nuevo lugar, que me posiciona de manera diferente. Todavía estoy en el proceso de ver qué sale de esta etapa libre”, admitió.

En este contexto, Grobocopatel continúa pintando horizontes abstractos, donde no existe integración entre el cielo y la tierra. En todas estas obras, aparece su símbolo característico: el árbol.

“En ocasiones ni lo mido como tal. Me emociona el concepto de su raíz, que cuanto más larga es, más puede crecer. No me puedo despegar de él. A veces pinto uno y otras dos o tres. Depende de cómo me sienta. En esta última serie de obras sigo poniéndolo con su raíz. Incluso, uso raíces reales para determinados trabajos. En la muestra que hice en el Centro Cultural Borges pusimos una que colgaba del techo”, mencionó.

En resumen, su trabajo sigue homenajeando a la tierra donde se crió, reconociendo de dónde viene y hacia dónde va. “Pienso que uno tiene que ser agradecido en la vida. Soy afortunada de darle las gracias al lugar donde nací a través de mi arte”, concluyó.

 

Espacio de arte

Grobocopatel cuenta con dos espacios de arte: uno en Carlos Casares y otro en Buenos Aires. Allí se conecta con aquello que quiere hacer y lo que siente.

“Son espacios que me ayudan a pensar, que además me inspiran, conmueven y emocionan. Cuando me voy, extraño volver. Todos estos lugares están relacionados con el pasado, el presente y el futuro. Tienen gran vinculación con el tiempo y el hecho de mirar para atrás y para adelante. Allí me encuentro con el ahora y analizo qué quiero”, planteó.

 

Formación académica y referentes

Grobocopatel realizó el Profesorado de Dibujo y Pintura en Carlos Casares cuando era joven. Con los años, participó de varias clínicas de arte y un programa en Londres Además, cursó el Profesorado de Artes Visuales en la Escuela de Arte de Pehuajó.

La técnica, la teoría y la academia, siempre las tuve. Me tomé estos últimos años para recorrer los principales museos y muestras del mundo. Estudio Arte Contemporáneo con Hugo Petruschansky en Buenos Aires, con quien realizo muchos viajes. Quiero tomarme el tiempo para mirar que pasa alrededor. Eso contribuye enormemente en mi formación”, detalló.

Respecto a sus principales referentes, expresó que está fascinada con el Expresionismo Abstracto alemán y el trabajo del reconocido artista de aquel país, Anselm Kiefer. “Utiliza empastes en su obra con una fuerza que me emociona hasta las lágrimas. Si hay alguien que me inspira es él. De todas maneras, tengo varias fuentes”, señaló. 

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