La olivicultura argentina transita una buena racha. Luego de varias campañas con escasa rentabilidad, productores e industriales del sector celebran un presente auspicioso en términos productivos. Las claves para consolidar el fenómeno.
La pandemia irrumpió de manera favorable en varios rubros ligados a la alimentación. Al respecto, un reciente reporte del Comité Oleícola Internacional (COI) confirmó que, tras la aparición del covid-19, el consumo de aceite de oliva aumentó de manera significativa en el mundo.
Con un mayor interés por los beneficios del aceite de oliva a nivel global, los precios internacionales del producto se elevaron, aumentando la producción, el consumo y la exportación en Argentina. Además de esto, el sector local se vio favorecido por la eliminación de las retenciones.
A pesar de los buenos resultados y de una caída en el consumo al inicio de 2021, desde la Federación Olivícola Argentina (FOA) solicitan que las autoridades nacionales revean las políticas fiscales que apremian al sector. En este sentido, la entidad pide la prórroga del decreto 1042/20, que vence el 31/12/21 y que, entre otras cosas, establece parámetros sobre las cargas sociales.
Por otro lado, el costo energético es otro de los grandes desafíos que enfrenta la actividad. Los sistemas de riego son grandes demandantes de electricidad, por este motivo desde las entidades productivas impulsan la creación de un Registro de Regantes Electrodependientes. La idea es fijar una tarifa que permita la reconversión de los sistemas actuales hacia el uso de energías renovables.
La FOA, miembro del Consejo Agroindustrial Argentino, busca además avanzar en un proyecto de ley que permita diseñar programas de desarrollo.