Por Lucrecia Degiorgis
La familia Castro de Choele Choel fue la primera en emprender la truficultura en el valle medio de Río Negro hace 12 años; ya van por su tercera cosecha en su chacra ubicada en Paso Piedra.
El proyecto, según nos contó Darío Castro, comenzó de manera fortuita: su padre Humberto había visto a una persona en la estación de servicio que requería asistencia técnica para su vehículo y decidió ayudarla. A cambio, el hombre sacó una trufa de la caja de su camioneta como obsequio por el favor recibido. Humberto, junto a su hijo Darío, comenzaron a averiguar de qué se trataba la producción de trufas y decidieron comprar 120 plantas de robles (Quercus robur) micorrizados.
El cultivo de trufas negras (Tuber melanosporum) consiste en la producción de este hongo gourmet que presenta un alto valor económico. Al ser originario de Europa, no nace de forma natural en Argentina.
El hongo forma una asociación simbiótica con especies de árboles cómo el roble (Quercus robur), encinas (Quercus ilex) y avellanos (Corylus avellana) convirtiéndose en un cultivo muy preciado y aportándole a éstos la humedad necesaria a cambio de nutrientes.
Para lograr obtener trufas de esa simbiosis, se debe realizar la plantación sistémica de árboles micorrizados con el hongo.
Si bien Castro contó a Agroempresario.com que según la bibliografía se plantan 400 árboles por hectárea, ellos están convencidos de que lo ideal son 300 para darle mayor espacio a su crecimiento.
Al analizar las condiciones más propicias de nuestro país para el cultivo de trufas, Castro también estuvo en desacuerdo con lo que sugiere mucha bibliografía: “Es complejo porque, según los libros, tiene que haber una cierta altura sobre el nivel del mar, suelos calcáreos o pobres; sin embargo, se produce en tierras que no tienen estas condiciones. Hay producción de trufas en Espartillar, cerca de Mar del Plata, y Olavarría, en la Provincia de Buenos Aires; en Río Negro, en Cheole Choel, El Bolsón, en General Roca; y en Los Antiguos en Santa Cruz”, sostuvo.
Luego de los 4-5 años de plantados los árboles, se pueden obtener los primeros resultados siempre y cuando las condiciones hayan sido las óptimas. La máxima producción se dará a los 10 años y, a partir de allí, se estabilizará. La cosecha se da entre los meses de junio a mediados de agosto donde la trufa está más madura y tiene un aroma muchísimo más importante, clave para lograr un buen producto. Para la cosecha es fundamental tener perros adiestrados ya que las trufas están enterradas unos 20 cm.
Los Castro traen de Viedma perros buscadores de trufa en época de cosecha. “Ellos son los que rastrean las trufas. También en Buenos Aires hay perros entrenados. Su rol es trascendente y fundamental porque son los que encuentran la producción”, remarcó.
Comercializan las trufas a través de las redes sociales: “Una vez que publicamos que estamos por cosechar la producción, los restó y hoteles de Bariloche, Buenos Aires, Neuquén y, recientemente sumado, Viedma nos contactan”, explicó Castro.
El envío es en cajas térmicas con gel refrigerante ya que se tiene que conservar en frío. Su precio ronda los U$S2.000 el kg.
Si bien por el precio de mercado del hongo -también llamado diamante negro- se vislumbra que es un negocio rentable, hay que esperar bastante tiempo para su recolección.
La incertidumbre que tiene el cultivo es que, al estar debajo de la tierra, no se puede saber con certeza si crece o no: “Vos podes tener la mejor planta inoculada y en perfecto estado pero si las condiciones climáticas o el suelo no son los adecuados por alguna razón, ese año tal vez no haya producción”, explicó.
Castro también dio su opinión sobre futuras producciones a nivel nacional considerando la rentabilidad: “Argentina no es un país donde los productores piensen a largo plazo, básicamente en el país no se piensa de esa forma, somos prácticamente anuales.
Hasta la fruticultura está sufriendo esta crisis de desmonte y diversificación para no volcarse a cultivos con una producción largoplacista.
Es una cuestión de idiosincrasia, la inversión inicial es lo más caro ya que cada planta cuesta 20 dólares y el productor no está dispuesto a invertir U$D/ha 6000 en plantas para esperar 8 años sin saber qué sucede después”, expresó.
Los planes de los Castro a mediano plazo son los siguientes:
1) Mejorar la relación con los clientes que tienen para generar un mayor vínculo, ya que tres de ellos están certificados como los 50th best de Latinoamérica.
2) A nivel productivo, esperan homogeneizar la producción en cuatro años, ya que han plantado 530 árboles más hace unos años.
3) Exportar aprovechando la contra-estación con Europa, principal productor y consumidor de trufas a nivel mundial.
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