Por Agroempresario.com
Procens es una empresa que transforma desperdicios alimenticios en proteína premium para la alimentación animal y abono para fertilizar los suelos a través de la cría de insectos a escala industrial.
El proyecto surgió por casualidad cuando Julián Laurençon se encontraba en el Ministerio de Ambiente presentando un proyecto y François Nolet, en el mismo lugar y momento, con un informe sobre el potencial de los insectos en Argentina de la Fundación Seri. “Hoy, además de mi socio, es fuente de inspiración. Fue amor a primera vista de emprendedores; encontrar a alguien que está en la misma búsqueda fue impresionante. Fue alquimia pura”, recordó Laurençon.
El nombre Procens surgió como un juego de palabras haciendo una tormenta de ideas junto a su socio y un amigo. Buscaron unir dos palabras que le dieran significado al proyecto y que puedan mostrar lo que pretendían transmitir.
Con la primera parte de la palabra “Pro” hacen referencia a la proteína animal, a la prolijidad considerada fundamental para lo que hacen, a los procesos, a producir alimentos con un cambio sistémico de los paradigmas convencionales.
A su vez, considerar que el proyecto tiene un propósito, un sentido y “Cens” suena fonéticamente como sentido en francés. En síntesis, con el nombre buscaron transmitir el concepto de darle un propósito y sentido a su forma de producir
Este desarrollo se basa principalmente en mecanismos de bio-mimetismo que significa observar e inspirarse en procesos naturales y no agregar productos químicos ni ningún tipo de manipulación genética.
“El proyecto consiste en tomar un agente muy potente de biodegradación, que es el insecto, para trasformar los desperdicios. Nosotros creamos las condiciones para que las larvas puedan hacer su trabajo y todo pueda volver como biomasa al suelo”, sostuvo.
Actualmente, están trabajando con larvas de moscas solado negras, una especie endémica que no estaba registrada en el catálogo de especies de Argentina.
Tienen contrato con McCain donde les entrega el desperdicio de cáscaras y bastones de papa que no entran en la producción, a cambio de fertilizantes para suelo como resultado de la producción.
También recolectan bagazo de cerveza y frutas y verduras no consumibles.
“En el cinturón frutihortícola marplatense, hay 10.000 toneladas de promedio por mes de desperdicio. Esos residuos de un proceso productivo son nuestra materia prima” remarcó.
Con los residuos se prepara una dieta para las larvas que durante 14 días logren multiplicar su peso 10.000 veces. “Al final del ciclo, guardamos una parte de las larvas para volver a tener moscas y el resto va para la producción de nuevos productos como harina proteica y aceite, ambos provenientes de las larvas”, explicó.
La larva se deshidrata y se hace un proceso de extracción de grasa; el aceite tiene calidad y propiedades similares a las del aceite de coco. Se utilizan microorganismos naturales para el proceso de fermentación. Por su parte, la harina presenta más del 60% de proteína animal.
“Nos proponemos tener una trazabilidad impecable punta a punta. Nuestro modelo es circular ya que la materia prima proviene de un desperdicio, no generamos emisiones, descartes, no utilizamos agroquímicos y nada se pierde todo se transforma. Además, volvemos a introducir nutrientes en la cadena para la alimentación animal y el suelo volvemos a fertilizarlo”, explicó.
El gran objetivo es mejorar el bienestar de las personas, comunidades y la naturaleza. El proyecto pretende dar una solución haciendo las cosas de forma consciente y correcta desde un punto ambiental y social resultando rentable. “Estamos a pleno con el camino de triple impacto”, contó y para cerrar hizo referencia al concepto de dejar que la naturaleza produzca como ella sabe y dejar de hacerla producir como nosotros queremos: “Hace millones de años que tiene todo resuelto, somos nosotros los que creamos los problemas intentando modificar los procesos”.