Estamos cerrando un año en el que el ternero nuevamente ha sido protagonista de una demanda sin precedentes. Su capacidad de resguardo de valor lo sitúa como el producto estrella, dentro de las alternativas de colocación del productor.
Se trata de una situación claramente ajena a los fundamentos propios de un mercado que, a su vez, enfrenta una escasez estructural de hacienda que da sostén a los valores y difícilmente resulte reversible en el próximo ciclo. Por el contrario, las proyecciones de stock de terneros y terneras para la próxima zafra muy probablemente terminen confirmando un nuevo retroceso para esta categoría, tras haber perdido más de 650 mil cabezas en el último ciclo.
En este contexto, los valores pagados por el ternero de invernada se ubican dentro de los máximos históricos. Medido en moneda constante, el precio del ternero ROSGAN -cuya referencia para diciembre marcó $331- presenta una mejora del 22% respecto de diciembre de 2020 ($271) y del 59% si se lo compara con el valor promedio de los últimos 10 años ($208), superando incluso los valores alcanzados a finales de 2015 ($322), con perspectivas muy favorables para ganadería.
Esta excepcional valorización del ternero, lleva a mejorar sustancialmente los resultados de los modelos de cría y de ciclo completo, que actualmente se encuentran entre los mejores de los últimos años.
De acuerdo a los diferentes modelos de márgenes ganaderos elaborados por el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, un planteo típico de Cría en Cuenca del Salado ofrece actualmente un margen bruto por animal en stock de $22.213, equivalentes a USD 221,44 por cabeza. Comparado con los números registrados en diciembre del año pasado (USD 154,80), el modelo presenta una mejora del 43% interanual en dólares y del 23%, si se lo compara con el resultado promedio de la última década ($180.75).
Similar performance presentan los modelos de ciclo completo. En este caso, tomando como referencia los márgenes para una explotación de ciclo completo desarrollado en Córdoba, los números actuales muestran un margen bruto de $12.737 por animal equivalente a unos USD 127. En relación al margen bruto resultante en diciembre del año pasado ($77,47),
el ciclo completo presenta una mejora del 64% en dólares y del 33%, comparado con el promedio de los últimos 10 años ($95.66).
En ambos casos, el mejor margen bruto de los últimos cuatro años.
Sin embargo, la situación resulta diferente para otros planteos productivos. Esta fuerte suba del ternero plantea relaciones de compra-venta que tornan muy ajustados los números para la invernada y prácticamente prohibitivos la actividad de engorde, bajo un planteo tradicional.
Si bien luego de la corrección de valores registrada por el gordo en noviembre, la relación de compraventa descendió levemente (pasando de 1,49 a 1,39), sigue estando un 30% más cara que el promedio de los últimos 10 años. Sucede que, como mencionábamos anteriormente, los fundamentos que presionan al alza los valores del ternero difieren sustancialmente de los que hoy pueden hacer mover el precio del gordo. Por lo tanto, mientras persista el desorden macroeconómico que hoy demanda de manera imperiosa resguardo de valor para cualquier capital, difícilmente esta relación vuelva a registrar niveles históricamente más moderados.
Sumado a ello, la relación novillo/maíz, si bien mejoró en los últimos meses, también se sostiene en máximos históricos y, localmente, aún tiene margen para seguir subiendo. Tengamos en cuenta el precio del maíz a nivel local se encuentra ciertamente contenido por el retraso cambiario, algo que no se descarta pueda ser corregido en el mediano plazo, con la consecuente adecuación de los valores.
Pero más allá de los factores locales, lo que verdaderamente mantiene bajo presión los valores de los granos en general es la fuerte demanda internacional para la alimentación animal, especialmente en el caso del maíz donde China ha comenzado a participar de manera muy firme en los últimos dos años, movido por ambiciosos objetivos de
seguridad alimentaria.
Esta situación, lejos de ser transitoria, pareciera estar cambiando ciertos paradigmas productivos. En este sentido, se trata de una situación común al resto de los países productores que, en los últimos años, tal como ocurriera en Argentina, han intensificado los engordes a corral y hoy recurren a las recrías a pasto como una etapa ineludible en los procesos de engorde.
En efecto, el mismo criador animado por los muy buenos valores que presenta el precio del ternero, retiene parte de su producción para continuar con su recría. Posteriormente, incluso, muchos llegan a terminar esos animales recriados con grano propio, completando así un ciclo de engorde completo con total prescindencia del corral.
Claro está que menor es la intensificación de los engordes, menor será la eficiencia productiva medida en kilos de carne producidos por año y animal en
stock. Esto es, menor capacidad de crecimiento en los volúmenes de producción anual, sin mediar cambios significativos en el stock nacional.
Esta reconfiguración de los sistemas productivos, con recrías más prolongadas y menor participación del engorde, acrecienta aún más la escasez estructural de carne que presenta hoy el mercado. En este contexto, el ternero es y seguirá siendo el producto estrella para la cría.
Rosgan