Por Agroempresario.com
Alejandra es ingeniera agrónoma, recibida en la Universidad Nacional de Córdoba y durante sus prácticas como estudiante realizó una capacitación en floricultura que le cambió la vida.
Una vez finalizada la carrera se unió al programa Cambio para dar sus primeros pasos como asesora. Esa pasión por las flores fue creciendo día a día hasta que en 2018 pudo concretar el sueño de promover el desarrollo local con la iniciativa “Obispo Trejo Florece”.
En una charla con Agroempresario.com, Alejandra Tuma nos contó en qué consiste el proyecto, qué impacto tiene en la sociedad y los planes a corto y mediano plazo.
¿Contamos dónde y cómo surgió la iniciativa?
Soy ingeniera agrónoma y hace 20 años que me volqué a la producción de flores de corte. Siempre estuve en la búsqueda de nuevos proyectos porque soy una persona bastante inquieta. Surgió una convocatoria para que la Universidad de Córdoba colabore con algún municipio en la generación de puestos de trabajo y pensé que la floricultura, como actividad intensiva, sería una buena salida para generar empleo. Por este motivo me reuní con el Intendente de Obispo Trejo, una localidad de la provincia desconocida para mí hasta ese momento. Sólo sabía que el norte de Córdoba es una zona bastante abnegada y con complicaciones en cuanto al clima.
El intendente me comentó que había un grupo de mujeres que quería cambiar su vida y la propuesta era producir flores en Obispo Trejo. Al principio la idea pareció una locura, por el calor de la zona, las napas freáticas muy altas, pero por mi experiencia en el tema estaba convencida que se podía lograr. Así nació Obispo Trejo Florece. Comenzamos la primera etapa con capacitaciones a 50 familias todos los sábados por la mañana durante 6 meses e hicimos la inauguración del proyecto con más de 120 participantes.
Fue realmente importante no sólo conocer cómo producir sino también trabajar en equipo, aprender a comercializar el producto, conceptos de marketing y redes sociales. Trabajamos en conjunto con la Universidad de Agronomía, la Municipalidad de Obispo Trejo, la Fundación Potente y la Fundación 20 de noviembre.
¿Siempre tuviste la vocación de colaborar para el desarrollo social?
La verdad es que sí. He tenido la oportunidad de ver a mis padres como la peleaban día a día. Por suerte me formé en una facultad pública y los conceptos de posicionamiento me permitieron hacer una maestría de marketing en España donde además trabajé. Volver a Argentina, poder transformar y cambiar realidades es un poco nuestra responsabilidad. Lo hago también con los alumnos en clase y hay que hacerlo en extensión con otras personas debido a las necesidades de nuestro país.
Durante la pandemia desarrollamos Córdoba Florece y Latinoamérica Florece para promover la floricultura.
Poder ayudar siempre fue en mí una necesidad grande y es muy gratificante ya que me llena en muchos sentidos.
¿En qué consiste la producción de flores?
En primer lugar, hay que aclarar que en Argentina es necesario la construcción de un invernadero para la producción de flores. El proceso consiste en partir de una semilla o planta según el tipo de cultivo y trabajar la tierra para que haya una buena producción.
Se trabaja a diario por eso es una actividad intensiva: desde la plantación, el manejo, la cosecha día a día de flores y la planificación para el mercado que hay que abastecer. Hay fechas muy importantes como el Día de los Enamorados o el Día de la Madre pero el consumo semanal de flores cada vez crece más como ocurre en Europa. La pandemia vino a mostrar eso, la necesidad de flores y colores.
¿Cómo les incidió la pandemia en la producción?
Mucho. Fue ahí donde necesitamos buscar alternativas. Grandes productores estaban muy preocupados porque no podían comercializar y sentí que esto era una oportunidad para acercar las flores a la gente.
Para evitar tener que tirar la mercadería, nos reunimos con viveristas, productores y florerías, viveros y durante un año, todos los viernes acercábamos las flores a hospitales, bomberos, policía y a la gente.
Notamos que fue un impacto importantísimo porque mucha gente logró experimentar y ver flores en su casa. Está avalado por la neurociencia que el color y el olor en los ambientes con plantas y flores genera bienestar en las personas.
Hoy notamos que hay un mayor consumo, los viveros aumentaron sus ventas de forma exponencial y para las flores de corte se están contratando mensualidades con envíos semanales de flores a locales y casas.
¿Muchas veces este tipo de proyectos no prosperan, qué tiene este en particular para no parar de crecer?
La verdad era algo que venía observando.Muchas veces hay esfuerzos económicos en lanzar proyectos productivos pero creo que el diferencial fue la interdisciplinariedad para el abordaje de distintos temas y la interinstitucionalidad para que el proyecto no dependa de solo un organismo.
Al margen de la capacitación, fue fundamental el sentido de pertenencia. Las familias apostaron y se involucraron desde el principio, mostraron que tenían que cumplir con la asistencia y hubo un 100%.
Para los invernaderos pedimos a la empresa constructora que permita la participación de la gente en la plantación de los postes e instalación de los invernaderos. Estuvieron en todo el proceso de armado y construcción opinando y participando.
Por otro lado, la comercialización es fundamental ya que la mayoría de los proyectos mueren cuando no se sabe dónde vender. En este sentido, las familias fueron acompañadas en la administración del dinero, tienen su proveedores, clientes y su dinero sale de las ventas. Un porcentaje se destina para la compra de insumos y luego el resto se divide entre las familias que trabajan. Todos esos pequeños pasitos hicieron que todo sea exitoso.
¿Cuál es el mercado de sus productos?
Afuera y dentro de Córdoba donde generalmente se importan flores. Se están abriendo nuevos emprendimientos y proyectos en la provincia. Hemos presentado un programa provincial de floricultura pero mientras tanto vamos a ir trabajando en otros municipios.
Ahora para el Día de los Enamorados no llegamos a cubrir toda la demanda. Tenemos un público directo, ventas en florerías cuando hay grandes volúmenes de cosecha y comercializamos a través de mayoristas. Se ha llegado a vender en el norte del país, como Jujuy y Salta, un gran logro.
¿Cuáles son las expectativas de cara al futuro?
Seguir creciendo, que ellos sean fuente de réplica. Hoy Obispo Trejo puede llegar a ser un polo productivo de flores. Hay personas que ya se capacitaron y están generando sus propios emprendimientos. En el mismo predio todavía queda espacio para seguir creciendo, es por eso que se incorporan más personas a trabajar en los invernaderos.
Por otro lado, se está trabajando en otra casa y también queremos promover el turismo rural. La idea es que las personas que quieran conocer el proyecto puedan pasar dos días en Obispo Trejo, disfrutar del campo de flores y participar en el armado de ramos y cosecha, es decir que vivan el “turismo de experiencia''.
¿Qué sentís como mujer, al darle la posibilidad a otras de ser parte de un proyecto que no tiene techo, tener un empleo y poder superarse cada día?
Lo que valoro es el empoderamiento, son otras personas. Hablamos de mujeres con problemas domésticos, complicaciones, sometimiento y falta de oportunidad. Hoy veo cómo cambiaron, desde la postura física hasta cómo organizaron sus hogares para poder trabajar, el respeto que este proyecto les dio y el orgullo que sienten por ellas mismas por lo que han podido lograr.
Noto eso, que están transformando la realidad para ellas, sus hijos y nietos. Hay distintas generaciones trabajando: las abuelas sienten que hay un futuro para sus nietos, las madres se sienten tranquilas que han podido cambiar su realidad y los nietos que pueden tener trabajo en la ciudad.
Estoy feliz, creo que se pueden transformar las realidades, con educación y trabajo las cosas son posibles.
