Y para colmo de males, varias heladas tardías liquidaron las pocas plantas que habían logrado sobrevivir y seguir adelante en el suelo reseco.
En esas tierras , los Ciribé, Eriberto, Oscar y Sebastián, tres generaciones de medianos productores que trabajan mayormente en campo alquilado, miran azorados los estragos que causaron la prolongada falta de lluvias y las heladas de octubre sobre sus trigales y arvejales.
“Mi abuelo, con 81 años, dice que nunca vio algo igual”, cuenta Sebastián, que a sus 29 lleva adelante la producción agrícola junto a su padre.
Esta invierno, apenas pudieron llegar a sembrar 20 hectáreas de arveja de las 200 de legumbres programadas. “Después, no llovió más, no hubo más humedad en el suelo; la lenteja tampoco se pudo hacer”, repasa el joven productor.
Finalmente, opina Sebastián, “fue mejor no haber sembrado más” ya que lo poco que lograron implantar no pudo desarrollarse y no se va a cosechar. Perdieron todo. “Las pérdidas por los gastos en semillas, fertilizante, fungicida, insecticida, habrían sido aún mayores si hubiéramos seguido sembrando”, dice.
El costo total para hacer una hectárea de arveja se ubica entre los $40.000 a $50.000 y su precio para consumo es de 350 dólares.
“Pusimos semilla -ahí ya tenés entre $25.000 y $30.000- fertilizante a la siembra, pulverizamos con fungicida e insecticida, y a los diez días cayó la helada de octubre que la cocinó. Sin que acompañe el tiempo, sin una lluvia, la terminó de matar”, lamenta Sebastián.
"Calculo que perdimos más de un millón de pesos contando solo la mitad del alquiler porque después de arveja hacemos maíz. Es una cosa de locos", expresa.
Con este panorama, el año próximo faltará semilla para la nueva campaña. Llegado el momento, los Ciribé analizarán el poder germinativo de las semillas que no pudieron sembrar este invierno para ver si es posible utilizarlas. “Más cerca de la fecha vamos a ver, a veces aguanta de un año a otro, obviamente que no es lo mismo, ya entrás mal a la campaña pero antes de darlas por perdidas o de tener que salir a comprarlas cuando falten y tener que hacer un gasto mucho mayor…”, manifiesta con resignación.
Para el productor, “lo peor de todo son la cantidad de años consecutivos” de estar afectados por la sequía. “Son muchos años malos seguidos. La campaña de gruesa pasada fue muy mala, los rindes máximos en los mejores lotes de soja estuvieron cerca de los 2.000 kilos por hectárea, entrando con un alquiler de 14 o 15 quintales por hectárea; con esos 5 que te quedan tenés que vivir y pagar todo”, detalla.
Sebastián destaca que en su empresa tienen “la suerte” de tener las máquinas para hacer las labores. Pero señala que a los costos anteriores hay sumarles el desgaste de todas las herramientas. “Cuando llega el momento de reponerlas o repararlas ya no es lo mismo porque todo cotiza en dólares y los precios se fueron a las nubes, no solo aumentó el dólar en Argentina sino que los precios aumentaron en dólares, lo que el año pasado valía 10 dólares, este año vale 20”, indica.
Al trigo alcanzaron a sembrarlo cerca del 10 de junio, unas 200 hectáreas, pero a partir de allí prácticamente no llovió más, solo 35 milímetros en todo el ciclo del cultivo. “Un desastre. Calculo que con suerte puede andar en 700 a 800 kilos. Como nosotros tenemos cosechadora lo vamos a levantar pero no se soluciona nada con eso”, sostiene. “Por ahí uno piensa que puede dar entre 700 y 800 kilos y te termina dando 300, ahí, si tenés que pagar 200 o 300 el servicio de máquina ya no es lo mismo, los números no dan”, explica.
Clarin Rural