a algarroba se encuentra entre los alimentos autóctonos más antiguos utilizados en Sudamérica, representando uno de los productos forestales no madereros principales de la Argentina. Su consumo se vincula a costumbres ancestrales, en que Las comunidades elaboraban la harina de algarroba con mortero de madera. Se conoce como algarroba a los frutos o vainas de los algarrobos. Estas plantas crecen como árboles o arbustos y en algunos casos como subarbustos; se distribuyen principalmente en las regiones forestales parque chaqueño, monte y espinal. Los algarrobos pertenecen al género Prosopis, de la familia abaceae. El género Prosopis en Argentina cuenta con 27 especies, de las cuales 13 son endémicas. El nombre de algarrobo fue añadido por los españoles cuando llegaron a América para referirse a este árbol por sus similitudes con el algarrobo europeo (Ceratonia siliqua), también de la familia Fabaceae. Los Prosopis pueden crecer en zonas semiáridas, con escasez de agua y alta salinidad. La presencia de estos árboles brinda múltiples beneficios al suelo, entre los que se destacan: detener el avance de la desertificación, contribuir a la desalinización, minimizar el escurrimiento y controlar la erosión. A pesar de la deforestación y los cambios de uso del suelo, este árbol sigue manteniendo su importancia para los pobladores locales. El árbol en pie implica sombra y forraje para los animales, provee alimento, tintes, gomas exudadas del tronco y ramas o por extracción de las semillas utilizadas como aditivos, o la miel.
Es importante considerar que el precio pagado por la madera de un algarrobo, es equivalente al que se puede obtener por vender la harina producida con los frutos de una sola cosecha de ese mismo árbol,
el que seguirá produciendo frutos los siguientes años. Por lo tanto, es mucho más rentable aprovechar
los usos forestales no madereros del algarrobo que los madereros.
La algarrobeada, una fiesta para las comunidades de pueblos originarios y criollos, es una costumbre en el noroeste argentino que consiste en cosechar en forma colectiva la algarroba, involucrando a hombres, mujeres y niños.
Los árboles de este género pueden medir entre 15 y 20 metros de altura. Las ramas, en la mayoría de las especies, son largas y nudosas. Las hojas son bipinnadas, comúnmente con escasos pares de pinnas opuestas, folíolos pequeños, numerosos, lineares y oblongos. Las flores son pequeñas, actinomorfas, pentámeras, hermafroditas, blanco-verdosas, amarillentas y rara vez rojas. Se agrupan en racimos espiciformes, amentiformes, axilares. El cáliz es campanulado. La corola presenta pétalos lineares. El fruto es una legumbre indehiscente, llamada lomento drupáceo, caracterizada por la diversidad de formas: lineal, recta, falcada, anular a espiralada. Presenta una variada distribución de cada uno de sus componentes: epicarpo, mesocarpo, endocarpo y semillas. El endocarpo forma una estructura cerrada e indehiscente, de diferentes espesores, y su tamaño guarda una relación directa con el tamaño de las semillas. En P. alba hay una relación lineal simple entre el número de semillas por vaina y la longitud de las mismas. La longitud promedio de las vainas para esta especie está entre 19,1 y 19,9 cm y se encuentran entre 23 y 25 semillas por vaina. Las semillas son ovoides, comprimidas y de color marrón. Presentan línea fisural, endosperma rico en galactomananos y embrión con dos cotiledones. En la Argentina, los algarrobos fructifican al final de la primavera y durante el verano,
dependiendo de la región forestal. En general, los Prosopis producen entre 5 y 50 kg de frutos según los años. Los algarrobos con troncos de 40 cm de diámetro pueden producir 40 kg de frutos. Las especies de Prosopis más utilizadas para la alimentación humana son P. alba, P. chilensis (conocidos como algarrobo blanco), P. nigra (algarrobo negro), P. flexuosa (algarrobo dulce), P. ruscifolia (Vinal) y P. alpataco (alpataco).
Presidencia de la Nacion