as variedades europeas, luego llevadas a América, tienen su origen en la zona del Cáucaso, mientras que las orientales derivan de China.
Allí la ciruela simboliza el tesón frente a la adversidad, pues florece en invierno, mientras que en Japón representa la riqueza y la abundancia, acaso porque sus flores anuncian la primavera.
Se sabe asimismo que los antiguos egipcios ya las cultivaban y que las desecadas formaban parte de las provisiones para el más allá que se depositaban en las pirámides.
La ciruela es rica en agua (83%), fibra (2%) e hidratos de carbono (11%), pero apenas contiene grasas (0,2%) ni proteínas (0,8%).
Unos 100 gramos de ciruelas frescas aportan potasio (190 mg) y, en menor cantidad, calcio (14 mg), fósforo (10 mg), magnesio (8 mg) y hierro (0,10 mg).
Contienen, además, cantidades notables de vitamina C (9 mg), provitamina A (30 mcg) y vitamina E (0,7 mg).
Esta composición nutricional convierte a la ciruela en un alimento energético, alcalinizante, depurativo, refrescante, ligero y tonificante, capaz de estimular el sistema nervioso y combatir la fatiga.
Por su bajo contenido calórico y su acción drenante es recomendable en caso de sobrepeso.
El jugo extraído de su pulpa depura y tonifica el organismo, por lo que resulta adecuado para llevar a cabo curas, tanto en primavera como en verano. Basta tomar un vaso dos veces al día antes de las comidas para obtener buenos resultados.
El jugo extraído de la ciruela depura y tonifica el organismo, por lo que resulta adecuado para llevar a cabo curas, tanto en primavera como en verano.
Basta tomar un vaso dos veces al día, antes de las comidas, para obtener buenos resultados.
Para elaborar un cóctel, se extrae el jugo de medio kilo de ciruelas y se añade una cucharada sopera de jugo de naranja y una cucharadita de miel.
Una forma de combatir el estreñimiento y proteger al mismo tiempo la mucosa intestinal es incluir la ciruela en el desayuno, ya sea fresca, seca, en compota o en forma de mermelada.
Añadir ciruela al yogur es una buena combinación. En el caso de estreñimiento pertinaz, otro procedimiento consiste en dejar en remojo varias ciruelas pasas en agua toda la noche. A la mañana siguiente se comen las ciruelas y se bebe también el agua.
Amarillas, rojas, verdes, púrpuras, moradas, negras… las ciruelas son una fruta refrescante, con un sabor entre ácido y dulce que contrasta agradablemente y en el que se pueden apreciar notas almendradas, florales, a melocotón, a fresa y ligeramente picantes.
Esta fruta presenta una gran riqueza en variedades –más de doscientas– y suelen clasificarse atendiendo a su también variado colorido.
Así, las amarillas destacan por su abundante jugo acidulado; las rojas tiene un sabor más dulce; las de piel verde, denominadas Claudia, se caracterizan por su aromático dulzor; las negras, de piel azulada oscura, son más adecuadas para cocer.
En nuestro país la mayoría de variedades se producen en Lérida, Aragón, Sevilla y en la zona del Mediterráneo. Pueden encontrarse ciruelas frescas y maduras en el mercado desde finales de abril hasta septiembre.
Como fruta de mesa ponen un broche a cualquier comida, aunque también pueden comerse antes, para facilitar la digestión. Además, al ser ricas en fibra y tener agua en abundancia resultan saciantes.
En ensalada combinan bien con lechugas dulces pero un toque de verduras amargas o ligeramente picantes, como el de la achicoria o los berros, realza su dulzor. También casan con frutos secos como las nueces, piñones o almendras y con frutas como la manzana.
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