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Un escenario complicado para el sector arrocero

Los cambios en las reglas del juego, políticas públicas equivocadas y el aumento de fletes han hecho que el cultivo perdiera la ventaja competitiva que alguna vez supo tener

Un escenario complicado para el sector arrocero
jueves 26 de marzo de 2020
E

l arroz transita una situación complicada y no es ninguna novedad. Los precios se encuentran en sus peores valores históricos, con un clima que no acompaña para generar una buena producción, sumado a los derechos de exportación que le restan aún más competitividad al cultivo. Se trata, sin dudas, de un cóctel explosivo para esta actividad característica del litoral argentino.

Aunque es considerado como un commodity, el arroz carece de un atributo clave: no cuenta, en la práctica, con un precio futuro que permita tomar posiciones o utilizarlo como referencia; es decir, hoy se produce sin un precio de venta cierto.

Además, se trata de un mercado de excedentes: los productores asiáticos, responsables del 90% de la oferta mundial, son, a su vez, grandes consumidores. “En esos países, el arroz es un alimento básico, lo que convierte el abastecimiento en una verdadera cuestión de Estado. Por esta razón, únicamente se comercializan los excedentes de la producción. A su vez, prácticamente no se registra un aumento en la demanda mundial, satisfecha con el stock y la oferta disponible”, señala Gerardo Cerutti, asesor de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA).

El ascenso social de los sectores más desfavorecidos y el consecuente reemplazo de las proteínas vegetales por otras de origen animal en la dieta han ralentizado el crecimiento del consumo de arroz en Asia, fundamentalmente en China e India. Por lo tanto, su crecimiento es solo vegetativo, mientras se mantiene el aumento de la población.

En el mercado interno, el panorama no es mucho mejor. El consumo argentino de arroz es muy bajo, el más bajo de Sudamérica, y permanece estancado desde hace años en unos 6,5-7 kilos por persona. “Es bastante inelástico; tenemos una cultura alimentaria basada en la carne, pero eso no está pasando. Al conversar con algunos industriales, señalan que el consumo ha subido levemente; sin embargo, el mercado no crece en forma significativa”, advierte el técnico.

 

Costo creciente

Este cuadro de demanda estancada repercute directamente en el precio del arroz, que se encuentra en los niveles más bajos dentro de una serie histórica de más de una década. A esto se le suman cosos muy elevados, que se superan años tras años.

Dependiendo del sistema de producción –de pozo, represa o río–, y dejando de lado el alquiler de la tierra, los principales gastos son el riego y la fertilización. “Muchos insumos, como fertilizantes, semillas, agroquímicos y repuestos están dolarizados, mientras que la mano de obra y los impuestos siguen una secuencia de aumento en pesos, muchas veces con esquemas propios. El combustible sube siempre, detrás del aumento del dólar o de la inflación, y el laboreo sigue, a su vez, la evolución del combustible, aunque por detrás”, explica Cerutti.

Aproximadamente, entre el 60% y 70% de la producción de arroz tiene lugar en campo alquilado. En muchos casos, el valor del arrendamiento se convierte en la principal erogación de la explotación. “Los campos con mayor potencial siguen siendo caros, mientras que los de menor potencial han bajado mucho o no se toman. Antes, se arrendaba un campo de ese tipo y con 5.000-6.000 kilos se lograba cubrir todos los costos, pero ahora eso conduciría a una situación de quebranto, ya que cualquier atraso en el riego puede provocar una reducción de 700 kilos o más”, advierte.

De este modo, el sector experimenta una concentración creciente con grandes productores que aguantan, mientras que otros, de menos escala, buscan nuevas alternativas, expulsados por la baja rentabilidad.

 

Recuperar la competitividad

Durante muchos años, el sector arrocero argentino fue el más competitivo de la región. Los cambios en las reglas de juego, políticas públicas equivocadas y un aumento de fletes y costos han hecho que se perdiera esa ventaja competitiva.

Actualmente, las expectativas para la campaña en curso pasan por mantener el esquema productivo en cada caso, así como por lograr buenas producciones para afrontar las inversiones y los créditos que se han tomado para seguir adelante. “Hubo líneas de crédito no baratas que los productores han debido asumir para seguir produciendo, ya que con el arroz que vendían no podían encarar esta campaña”, advierte el asesor.

Resta, en definitiva, seguir trabajando tranqueras adentro para aumentar los rindes y reducir costos, y recuperar la competitividad a través de políticas públicas acordes. Para Cerutti, es urgente que los funcionarios dimensionen el alto impacto que una economía regional tiene sobre el bienestar y el arraigo de la población. “El Litoral depende mucho de ésta y de otras economías que deben fortalecerse”, concluye.

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