a producción orgánica viene creciendo de manera sostenida en la Argentina, acompañada por una mayor demanda de un consumidor más consciente. Sin embargo, todavía hay muchas confusiones sobre estos alimentos.
Según el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, un alimento orgánico es un sistema de producción “basado en un manejo holístico e integrado de los recursos para producir de manera sostenible. Brinda alimentos sanos y sin restos de agroquímicos ni organismos genéticamente modificados, dado que los excluye expresamente, tanto en su materia prima (campo) como en su procesamiento”.
Además de vegetales, productos cárnicos y huevos, la página web de la cartera tiene un catálogo de productos que incluyen desde hierbas y aromáticas, hasta mieles y conservas. Frente a la góndola, para saber si un producto es orgánico, el consumidor puede verificar que tenga el logo de Orgánico Argentina, acompañado del número de registro de la certificadora. En nuestro país hay cuatro certificadoras de productos orgánicos. Estos últimos pueden estar rotulados como “Orgánico”, “Ecológico”, “Biológico”, “Eco” o “Bio”.
“La certificación abarca todas las instancias del proceso, desde la producción primaria, el procesamiento y la comercialización. En todas ellas se debe cumplir con los requisitos de la normativa orgánica argentina establecida por Senasa y controlada por las certificadoras”, explica María Eugenia Fraga, ingeniera agrónoma e integrante de la comisión directiva del Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO). La trazabilidad, apunta, es un elemento clave para conocer de dónde viene ese producto y cuál fue el camino que hizo hacia la mesa.
Conocer esa información y saber que lo que se come contribuye a la biodiversidad y la sustentabilidad es un interés creciente en los consumidores. Una reciente encuesta nacional de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y de la consultora Voices! reveló que el 46% de los consultados consumió productos orgánicos en el último año, el doble que hace un lustro.
Desde MAPO aportan otros números para corroborar la expansión de este mercado: la superficie orgánica cosechada creció un 5% entre 2017 y 2018, mientras que la destinada a ganadería subió un 14%; la cantidad de establecimientos que se certificaron como orgánicos subió un 18%; y las exportaciones aumentaron un 12%. “Todo está creciendo y es a nivel exponencial porque es algo nuevo. En el mundo, el 3% de todo lo que se come es orgánico. En Estados Unidos, que es el país que más consumo tiene, es el 12%; acá no llegamos al 2%. Tenemos que armar una mesa orgánica que esté disponible, porque siempre se pensó en el mercado externo. Hay que cambiar el paradigma porque tenemos un mercado externo que está ávido y no tenemos oferta”, analiza Ricardo Parra, productor de Las Quinas y presidente de MAPO. En este sentido, Parra cuenta que recién el año pasado se certificaron los primeros vinagres, mayonesas, chimichurris, carnes y pollos orgánicos.