José Nun asegura que el cambio climático debe ser un punto importante en la agenda argentina

n diciembre de 2019, el gobierno de Mendoza derogó la prohibición de usar cianuro en la minería del oro. La reacción popular contra la medida fue impresionante que obligó al gobierno provincial a dar marcha atrás.

“Aunque el tema ambiental brilló por su ausencia en las últimas elecciones, Matías Kulfas (ministro de Desarrollo Productivo de la Nación) anunció sorpresivamente el Green New Deal, basado en la industrialización verde y en cadenas productivas inclusivas y no extractivas”, recuerda José Nun, exsecretario de Cultura de la Nación, y asegura que, ante tal acción, caben dos interpretaciones: “Si fueron palabras vacías, el ministro juega con uno de los desafíos más graves que enfrenta hoy la humanidad; si, en cambio, piensa lo que dijo, debe explicar por qué impulsa –como antes lo hizo Macri– la quimera del fracking en Vaca Muerta, que para 2024 aumentaría nuestras exportaciones anuales en 40.000 millones de dólares, y deja progresar la megaminería a cielo abierto (10 explotaciones en actividad y más de 20 en estado avanzado) que agregaría otros 12.000 millones de dólares”.

Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la temperatura terrestre ha aumentado un grado centígrado con relación a los niveles preindustriales. Las consecuencias son los incendios que arrasan Australia, las inundaciones que sufre Indonesia o la rápida desaparición del Ártico. ¿Cuál es la causa del aumento según el abogado? “La creciente emisión de los llamados gases de efecto invernadero, encabezados por el dióxido de carbono (CO2)”, responde.

“Solo en las tres últimas décadas se ha tomado plena conciencia de que la mayor responsabilidad por esas emisiones le cabe al uso de los combustibles fósiles: el carbón, el petróleo y el gas. A esto se añaden otros factores, como la deforestación (que libera el CO2 retenido en la madera de los árboles) o el paulatino agotamiento de esponjas naturales como los océanos. Lo cierto es que ahora se sabe a ciencia cierta que cada medio grado de aumento de la temperatura, se incrementa la frecuencia y la intensidad de las tormentas, los incendios, las inundaciones y las sequías que destruyen nuestros ecosistemas. Peor aún, los paleoclimatólogos han establecido que, contra lo que se creía, tales mutaciones se producen en plazos muy cortos”, explica.

En la misma línea, Nun añade: “De ahí el Acuerdo sobre el Cambio Climático que firmaron 195 países en París, en 2015, para tratar de que ese aumento no llegue a 2°C y en lo posible se mantenga por debajo de 1,5°C. Esto implicaría reducir las emisiones en un 7,6% anual hasta 2030, un objetivo tan difícil de alcanzar como la meta de emisiones cero que se fijó la Comisión Europea para 2050”. Actualmente, casi dos tercios de la energía mundial siguen siendo provistos por el gas, el petróleo y el carbón, y la demanda de energía continúa subiendo. Alemania, país líder en la materia, se ha comprometido a dejar de usar carbón para 2038, pero este mineral abastece todavía más de un tercio de sus necesidades.

“El mundo se halla en un proceso de transición terriblemente arduo y complejo que afecta intereses poderosos y, salvo en países como el nuestro, ocupa hoy un lugar central en las discusiones públicas”, argumenta Nun, y explica: “El siglo XIX fue el de los ferrocarriles alimentados a carbón; el siglo XX, el de los vehículos de combustión interna movidos por el petróleo; y el siglo XXI sucumbe a la catástrofe ecológica o deberá ser el de internet y la electricidad sustentada en energías renovables (eólica, solar, geotermal, hídrica, mareomotriz, etc.). Esto implicará desplazar a los combustibles fósiles, cuyo colapso en los próximos años significará una pérdida de bastante más de 100 trillones de dólares para las empresas y los países que los producen, según estimaciones del Citigroup”.

De ahí parte la inspiración del Green New Deal: fomentar grandes proyectos de infraestructura que produzcan energías renovables, creen empleos y resulten rentables, tanto para el sector público como para el privado. “En 2006 se dictó la Ley 26.190, estableciendo que al 31/12/2017 esas energías debían constituir un 8% de la oferta total. Sin embargo, casi no hubo avances hasta 2015, cuando se aprobó la ley 26.191 y se puso en práctica el Plan RenovAr, que incentivó la generación de energías limpias y las llevó en 2019 a un todavía muy magro 7%. Ahora, las prioridades parecen haber cambiado. A la vez, la crisis económica ha disminuido la necesidad inmediata de energía y ha frenado las posibilidades de financiamiento. Sin embargo, China ha realizado avances notables en este campo y está abaratando significativamente los costos de los equipos que exporta”, resalta.

Por otra parte, el también politólogo asegura que “el Estado dispone de recursos, como los fondos de la Anses invertidos en petróleo y gas y en títulos públicos de bajo rendimiento”, al tiempo que remarca que “es indispensable que el cambio climático ingrese al debate público con todo el vigor y la urgencia que merece para estimular la toma de conciencia y la creatividad colectiva frente a los peligros que nos acechan”.