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El Massi de los árboles: empezó hace 10 años con plantines en su patio y hoy es referente de especies nativas en el país

“El árbol es un aliado de la ciudad y el campo”, destaca César Massi , que dejó la informática para dedicarse a la naturaleza; lo visitan para adquirir especies únicas

El Massi de los árboles: empezó hace 10 años con plantines en su patio y hoy es referente de especies nativas en el país

La historia de César Massi (44) es muy particular. No es agrónomo, ni biólogo, ni paisajista. Es un ingeniero en sistemas que trabajó 10 años “ en un segundo subsuelo sin ver el sol”, hasta que un hobbie que surgió por casualidad (y curiosidad),  terminó siendo su gran pasión en la vida. 

Se mudó de Bigand, su pueblo natal, a Rosario para estudiar y dedicarse a la informática.  Hace unos años, un hecho lo marcó: “Estaba muy encerrado en mi departamento y quise buscar algo que me hiciera salir. Adopté un perro bretón y empecé a caminar mucho por los parques de la ciudad. Hay cosas muy interesantes para ver cuando uno abre los ojos. En mi caso estaba abajo de un timbó, miré a un costado y vi el fruto, oreja de negro, de los más característicos del árbol nativo, como un sonajero. Me llevé uno a mi casa y empecé a plantar”, contó en entrevista con Agrofy News.

Ver también: Proyecto Aurora: buscan plantar 5 millones de árboles junto a productores agropecuarios y pagarles US$ 3,5 millones por los servicios ambientales

 

Especies nativas: del patio el vivero

Empezó a hacer plantines de especies nativas, “solo por hacerlos”, en su departamento en un patio de dos por dos: “Hice de pezuña de vaca, espinillo, tipa. Al principio de diez semillas me nacía una. Traté de usar la curiosidad que tenía de mirar lo que pasa en la naturaleza para aprender cómo hacerlas crecer. Cuando vi que tenía todo lleno de plantines los empecé a publicar online. Luego me mudé a otro departamento más en el centro. La gente se paraba con el auto en la plaza de enfrente y yo le vendía árboles en la calle”.

Una de sus fuentes de aprendizaje e intercambio es un grupo de Facebook que se llama Plantas Nativas de Argentina: “La mayoría de los que hoy trabajamos en esto salimos de ahí. Es un semillero gigante naturalista y de entusiastas. Al principio éramos 5 mil personas, hoy ese grupo tiene más de 80 mil personas. Hay mucha gente que trabaja de esto que no viene del palo académico. La mayoría somos gente común que nos dedicamos de un modo muy conectado con lo personal”. 

“Aprendí solo, de observar, no leí libros. No se puede aprender de la naturaleza en los libros. Tiene un componente sensorial que no hay forma de poner en textos. Estás leyendo la experiencia de otro que puede no ser la correcta. Yo miro la planta y pienso cómo se dispersa, se la lleva el viento, la semilla vuela, se la come algún animal, cuándo sale el fruto, cuándo nace, cuándo cae la semilla al piso”, contó. 

Luego de un tiempo, César pasó de la etapa de aprender a la de difundir y las redes fueron un lugar clave: “Primero empecé a etiquetar en Twitter a encargados de Arbolado municipal de Rosario advirtiéndole de cosas que veía ´en este parque faltan cestos, está sucio, etc´ o “en el parque Independencia hay un Guatambú amarillo, un árbol rarísimo y tenemos dos ejemplares acá, pónganle un cartelito”. 

Un día lo llamaron de la Municipalidad de Rosario y le ofrecieron un trabajo: “Me contaron que estaban armando un vivero en el Bosque de los Constituyentes, estaban limpiando el terreno, haciendo un invernadero nuevo y me invitaron a sumarme. Yo seguía haciendo trabajos de informática por mi cuenta y en los días que podía empecé a ir. En ese momento el vivero eran cuatro caños y una media sombra. Me llevé todas las semillas que tenía en casa. HaTrabajó cuatro años en el vivero y por cuestiones laborales en 2019 decidió volver al pueblo y empezar de cero: “Me fui con el vivero con 6 mil o 7 mil plantas listas. Era como mi hijo, una obra personal. No fue fácil, pero con ayuda de mi familia armé un invernadero en Bigand, tardé 6 meses en montarlo. Mientras tanto trabajaba adentro de un gallinero haciendo los germinadores y los plantines. Tenía todo el banco de semillas del otro vivero y lo que había traído del monte”. 

“Si bien ahora estoy solo, ya tengo una buena cantidad de plantas y tengo el circuito de producción. Cada persona que viene al vivero le hablo, le cuento de dónde traje la semilla, cómo cuidar la planta, no tengo más de dos o tres clientes por día así le dedico mucho tiempo.  Viene gente de todos lados a buscar especies nativas, de Rosario y los alrededores, Buenos Aires, muchos me conocen por redes”, explicó.cíamos el compost nosotros y fue prosperando hasta que terminó en un gran invernadero. Decidí arrancar full con eso, colgué el teclado y nunca más toqué una computadora”, contó.

César contó que hasta ese momento “mangueaba” semillas para trabajar, entonces decidió empezar a recorrer los bosques de la provincia: “En 2017 empecé a trabajar con la Facultad de Agronomía de la UNR y fuimos a hacer un inventario en el Quebrachal, el bosque del Chaco santafesino donde predomina el quebracho colorado, un árbol con mucha impronta. Quedé absorbido ahí dentro. Ya había entrado en el juego de identificar plantas, la parte más botánica. Las dos primeras veces que fui me vine con malas experiencias porque me encontré con el desmonte”.

 

Árboles: por qué son tan importantes

César extraña la parte formativa, investigativa que tenía al trabajar en la ciudad: “Quiero ayudar en la construcción de un arbolado nuevo, el tiempo se nos viene encima. Hay una necesidad ambiental y productiva. Si no lo cambiamos no vamos a poder vivir de acá a 10 años por el cambio climático” .

Esto sucede no solo en las ciudades, sino también en el campo: “Cada vez es mayor la necesidad de ir hacia sistemas agroforestales, silvopastoriles, construir cortinas porque además del calor y la sequía el problema es el viento. Lo que hace a la tierra es peor que la temperatura. El árbol es un aliado para los animales y para la huerta. No se va a poder tener extensiones de huerta sin cortinas forestales que corten el viento, sin frutales”.

Y agregó: “Tenés un campo degradado, le empezás a hacer algarrobo y en cuatro años podés meter de nuevo las vacas, vender bonos de carbono, poner colmenas con la miel de monte, vender madera a futuro, harina de algarrobo. No se explota eso ahora porque nadie lo hace. Los sistemas agroforestales que se hacen en entornos más húmedos con árboles como ceibo sirven para mejorar las huertas, se usan mucho en Corrientes, Misiones y Formosa”.

 

En búsqueda de la especie correcta

El tema de las nativas no es algo novedoso: “Se hablaba hace 100 años atrás cuando Carlos Thays, paisajista francés, empezó a buscar en las yungas las especies que conocemos todos,la tipa, el palo borracho, el lapacho, el jacarandá. Es algo que en algún momento se dejó de hacer principalmente porque buscábamos imitar a Europa en las costumbres y fisonomías de la ciudad. El 90 % de los árboles hoy en las ciudades no son nativos”, explicó Massi. 

Lo difícil es la búsqueda de la especie adecuada para cada ciudad: “Si uno se pone a hilar fino, las plantas no tienen fronteras geográficas claras. No podés hablar de una planta nativa exclusiva de Santa Fe. Las plantas son nativas de biomas, de ecosistemas, de regiones. En Rosario le decimos ´nativas´ al lapacho, el palo borracho, al jacarandá y la tipa, pero en realidad son de las yungas. No son plantas nativas de esta región. No tienen nada que ver con el ecosistema de Santa Fe”, explicó.  

De 400 mil árboles que hay en la ciudad encontrás dos o tres espinillos, cuatro sangre de drago. “Hay muy pocas plantas nativas, la mayoría son exóticas, que no corresponden a ese ambiente particular. Si bien la ciudad no es una construcción natural, está inserta en un ecosistema. A pesar de que hay cemento, los bichos pasan. Si tenés plantas nativas vas a tener mucha más biodiversidad que si tenés fresnos, plátanos, ligustros, tilos, acer que no son de esta zona”. 

César explicó que esto sucede porque fueron cosas que quedaron detrás de la evolución de las ciudades: “Tenemos muchos árboles de tamaño grande en veredas chicas. El plátano es el árbol señalado como problemático porque larga la pelusa, pero cuando hace 40 grados de calor da una sombra como casi ningún otro árbol da. Avanzó la construcción y usamos los mismos árboles de hace 100 años atrás, cuando había otro diseño”. 

 

Un arbolado resiliente

César propone cambiar el arbolado por uno resiliente, “que no tenga 90 especies pero tampoco tenga 4 porque cuando venga una plaga o el clima cambie nos vamos a quedar sin árboles. Hay que encararlo tanto por el tema de la biodiversidad como por lo cultural. Hoy en día tenemos plantas europeas y estamos en Argentina”. 

“Poder cambiar ese arbolado va a llevar tiempo. No hay muchos ensayos con especies nativas, usamos exóticas desde siempre. Vamos a empezar a probar y después vamos a tener que tener un espacio de evaluación para ver lo que funciona y lo que no. Los tilos están mostrando signos de estrés, los acer los están sacando porque no resistieron la sequía. El jacarandá tiene el problema de las chinches que lo dejan sin follaje todo el año. Hay que diversificar pero no tanto para que no se complique el mantenimiento”, explicó.

Rosario vivió tres años de una poda casi extrema por el tema de la inseguridad: “Se decidió que tenía que haber una iluminación diurna de noche y entró en conflicto con la copa de los árboles. También se ven afectados por los trabajos en la vereda, cada vez que se rompe un caño, se rompe el suelo y se podan raíces, los árboles empiezan a torcerse y caerse. Ya se terminó la época de que un árbol estaba 80 años en la calle. Vamos a tener que hacer un arbolado más dinámico”, contó.

Sin embargo, César explicó que la solución nunca es sacar árboles: “Hoy no tienen reemplazo. No se puede tumbar una sola planta porque ese lugar donde la planta no está es un vecino que no tiene sombra. Se hace cada vez más difícil poner un nuevo ejemplar en la calle. El arbolado es conflictivo, tiene una dimensión social, está en un espacio público y hay que trabajar con el vecino. Esa queja se puede resolver con educación ambiental”. 

Por último, César resaltó que tenemos la oportunidad de aprovechar la experiencia que se hizo estos años de cultivar especies nativas y tenemos una caja de herramientas gigante para ir probando: “Hay más de 600 especies de árboles en el país. Hay que empezar a pensar en otro arbolado. Pensemos qué va en las veredas chicas, en las medianas. En los parques hay que poner exclusivamente nativas. No hay lógica que en vez de sangre de drago  pongamos lapachos. Aprovechemos que tenemos un río que nos permite un tráfico de especies enorme para que funcione como un corredor biológico. Poné timbó, laurel. El ceibo es la flor nacional y es el árbol más subutilizado en los árboles de Argentina”. 

“Todos los municipios tienen que tener un vivero de especies nativas porque si no, pone lo que encuentra en el mercado en vez de pensar lo que es más funcional. Los árboles tardan muchos años en dar sombra. Por eso primero hay que cuidar lo que hay”, concluyó.


 

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