La Crisálida nació como la síntesis de la articulación en el territorio de diferentes sectores que tienen un mismo objetivo: modificar las relaciones que existen entre las personas.
“Surgió por la necesidad de juntarnos en un lugar común, donde entre todos nos demos una mano para poder hacer lo que queremos y poder transformar la realidad de cada uno de los productores y las productoras de nuestra provincia”, explica Lucas Pellarín, presidente de esta Cooperativa ubicada en Luján, provincia de San Luis.
El canal de ventas principal de La Crisálida son los bolsones de verduras que se arman una vez por mes con la participación de productores de diferentes lugares como San Francisco, Nogolí, Alem, Candelaria y Luján. También vende a mayoristas, como almacenes y rotiserías, y articula con organizaciones sociales tales como “Mamás solidarias” o la Asociación Ayacucho-Belgrano.
“Aquí, en nuestro galpón, los tomates que estamos produciendo son para hacer salsa así que realizamos un intercambio: los vecinos traen botellas y nosotros les damos tomate triturado”, describe Gerardo Mesa, productor e integrante de la cooperativa. “Este año también producimos lechuga y acelga, que fueron insumos para la cocina comunitaria que tenemos, donde diferentes vecinos y vecinas cocinan una vez a la semana para repartir en el pueblo”.
A Lucas y a Gerardo se les nota el entusiasmo al hablar de su trabajo cooperativo, tanto desde lo humano –dado que les permite juntarse y ayudarse- como desde lo logístico, dado que aseguran que el cooperativismo les sirvió como herramienta jurídica y de gestión, a la vez que les permite producir y comercializar de forma organizada.
“Para nosotros tejer relaciones sociales significa que el factor principal con quienes nos relacionamos no sea el dinero ni el individualismo: queremos demostrar que es posible un nuevo tipo de relación que tenga que ver con la solidaridad, con los objetivos en común, con que cada persona pueda desarrollarse y, en el caso de los productores y las productoras, que puedan vivir de lo que producen”, enfatiza Gerardo. “En síntesis, es lo que intentamos en La Crisálida, que las relaciones que construimos, sean ´desmercantilizadas`, donde el centro sea el ser humano, con sus necesidades y anhelos, y no la mercancía".
“Son un motor central en todo nuestro trabajo”; así resume Gerardo el rol de la mujer que también destaca por fuera de lo estrictamente productivo, porque son quienes llevan adelante muchas otras tareas, como la alfabetización de jóvenes y adultos, y la cocina comunitaria. “Independientemente de las compañeras que hoy integran la cooperativa, cuando al inicio de todo empezamos a funcionar como asociación, la mujer era la que llevaba todo adelante: las productoras lograron su protagonismo y estoy convencido de que su presencia es esencial porque muy poco se hubiera hecho sin ellas”.
Por su lado, para Lucas, cuando llega la hora de hacer el balance de La Crisálida, el saldo es siempre positivo. “Antes éramos muchos sectores en diferentes territorios, cada uno sumaba a un frente y no nos dábamos cuenta de que la lucha es una sola y que para poder cambiar la realidad hace falta mucho más que organizar solo tu sector: la lucha es entre todos y este es el mejor camino para lograrlo”, reflexiona. “La Crisálida nos ha permitido lograr metas en poco tiempo lo que antes veíamos inalcanzables”, mencionó.
“Somos un espacio que se está formando, que está creciendo, que va evolucionando año a año y nosotros elegimos esta forma de organización para poder hacer un mundo un poco más justo”, resume Gerardo; quien, además, invita “a la gente a sumarse a este espacio porque hace falta que se involucren muchos más sectores; nuestra cooperativa es un lugar abierto, un espacio participativo para que nos ayudemos entre todos”.
Cada 16 de octubre la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) celebra el Día Mundial de la Alimentación (DMA). En 2022 la cooperativa Crisálida fue elegida como uno de los ejemplos de buen trabajo vinculado a la producción de alimentos.
Para Luis Contigiani, subsecretario de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo Regional de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca (SAGyP),eldesarrollo agroindustrial argentino siempre estuvo ligado al sistema cooperativo agropecuario, y es por eso que se está transitando hacia una agenda de desarrollo con foco en dicho sector cooperativo. “Desde ese lugar protagónico que tiene el cooperativismo agropecuario se busca el desarrollo territorial, la integración de las cooperativas, la incorporación de valor agregado y la reducción de la distancia entre el productor y el consumidor”, asegura el funcionario.
Estrechamente vinculado a este tema se encuentra el Programa Nacional de Agregado de Valor para Cooperativas Agroindustriales (CoopAR), en el marco del cual se realizó una convocatoria donde se presentaron 225 proyectos por un monto superior a $ 5.100 millones. Los proyectos de inversiones seleccionados recibirán aportes no reembolsables para bienes de capital, infraestructura y capital de trabajo destinados a potenciar la competitividad, el agregado de valor en origen y las exportaciones.
“Hoy las cooperativas son actores relevantes para cambiar los sistemas agroalimentarios, e iniciativas de este tipo permiten traducir los principios cooperativos en acciones concretas”, manifiesta Ignacio Moncayo, consultor sobre Asociatividad y Cooperativas de la Oficina Regional de la FAO para América Latina y El Caribe. “Desde FAO seguiremos en esta ruta de promover la generación de condiciones habilitantes para la asociatividad y el cooperativismo, a través de la cooperación técnica y el intercambio de experiencias”, agregó Moncayo.
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