En el corazón de los Esteros del Iberá, produce bovinos Braford y en sus genes lleva la sustentabilidad

Nació en Suiza, se crió en San Isidro y ahora encabeza una cabaña en Corrientes, en un campo que forma parte de una reserva natural

En el corazón de los Esteros del Iberá, produce bovinos Braford y en sus genes lleva la sustentabilidad
lunes 25 de septiembre de 2023

Anímense a seguir sus sueños, no abandonen, no los vean como imposibles, den el primer paso y métanle firme, que en algún momento, se cumplen”.

Con esta reflexión llena de poder y osadía, de rebeldía bien entendida, Tiziana Prada encara su trabajo cada día.

Empezó con la cría de bovinos Braford en 2001, en la búsqueda de una raza que se adaptara al norte entrerriano. Actualmente lleva adelante, junto a su esposo -“Jhonny” Gutiérrez- la cabaña El Chañar, en Colonia Carlos Pellegrini, en el corazón de los Esteros del Iberá correntinos.

“Los invito a conocerlos, es un lugar increíble”, sugiere. Allí, también manejan una reserva natural. 

Estudió ingeniería en Producción Agropecuaria, hizo un postgrado en Turismo Rural y actualmente está haciendo una diplomatura en Manejo de Fuego y Cambio Climático, impulsado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Argentina.

“La ganadería está siendo atacada desde algunos sectores por la emisión de gases efecto invernadero y me gustó la idea de tener más conocimiento sobre este tema para poder defender a la producción de carne en cuanto a las emisiones, porque es mucho más lo que secuestramos que lo que emitimos si se hacen bien las cosas”, afirma. 

Desde 2019 hasta marzo de este año 2023 fue la presidenta (primera mujer) de la Asociación Argentina de Braford. Actualmente, encabeza el Foro de Genética Bovina Argentina.

“Hoy hay muchas mujeres en los equipos de trabajo, pero no tantas en los altos mandos, yo era más aceptada cuando la idea era ´trabajemos juntos´ que cuando fui presidenta, yo creo que eso va a seguir evolucionando, mientras tanto, hay que avanzar sin faltar el respeto y si a alguien le molesta, bueno… hay que encontrarle la vuelta ”, señala en esta entrevista, en la que es protagonista de un nuevo capítulo de la serie de podcasts ELLAS, donde las mujeres de campo son protagonistas.
 

– ¿De dónde venís? ¿Dónde te criaste, qué hacen o hacían tus padres?

– Nací bastante lejos de acá, en Zurich, Suiza, y a los dos años nos vinimos. Mi padre trabajaba en un banco y se había ido a capacitar ahí. Mi madre es norteamericana, o sea que soy realmente un crisol de razas. De todo un poco. Aunque lo único que tengo suizo es el pasaporte, y que tengo un hijo varón y una mujer, porque no sé cómo hacen los suizos porque siempre tienen uno y uno. Digo esto porque los suizos son muy ordenados y yo soy más de hacer las cosas al andar, no con tanto planificado, pero uno llega igual. 

– ¿Y vos tenés un hermano, como para completar la “media suiza” o son más?

– Nooo… nosotros somos cinco hermanos. Una hermana más grande, yo soy la segunda, después otra mujer, un varón y una mujer más. Cuatro mujeres y un varón. 

 

– ¿De dónde viene el amor por el campo?

– El amor por el campo lo mamamos desde chicos. Mi padre trabajaba en un banco pero a su vez presidía una sociedad anónima que tenía campos en Entre Ríos, en San José de Feliciano. Por eso después del colegio nos cargaba a todos en los “Falcon-lancha” (se ríe), y nos íbamos. Éramos súper chicos. Imaginate, yo cuando cruzábamos el puente Zárate Brazo Largo pensaba “ya estamos en otro país”. Y esos días me marcaron para siempre en el norte entrerriano. Bien ganadero, la soja estaba recién empezando. Se hacía poca agricultura, había mucho monte. Ahí nos criamos siempre que podíamos. Recorriendo con los peones, jugando, siempre impulsados por el cariño que le tenía mi padre al campo. 



 


¿Qué sensaciones te quedaste de esa época? Olores, sabores, colores, anécdotas…

– Y muchas. Cierro los ojos y me acuerdo las tardes de siesta. El aroma del barro, esa arcilla pesada entrerriana. Salíamos y nos revolcábamos, hacíamos cosas con el barro. Como el chamamé que dice “prefiero que mis hijos tengan sucias las uñas pero limpia el alma”. Nosotros vivíamos sucios. También a la mañanita temprano ese aroma hierbas, las tortas fritas, las yerras, los asados. Venía la gente del pueblo, se escuchaba mucho chamamé. Me hicieron amar el campo. 

 

– Y qué te gustaba hacer de niña, porque vivías en capital…

– Viviendo en Buenos Aires, la forma más cercana de estar conectada con el campo era andar a caballo. Así que empecé a hacer equitación. Y me fue bastante bien, llegué a saltar en pruebas grandes. Incluso en un momento de mi vida me fui a entrenar caballos afuera. Hasta que en un momento mis viejos me dijeron “o estudias o seguís con los caballos allá”. 

 

– ¿Dónde te habías ido?

– Al sur de Suiza, a la parte italiana. Ahí surgió la posibilidad de acompañar al equipo suizo y entrenar los caballos con ellos. 


 

¿Cuántos años tenías ahí?

– Cuarto año del colegio. Fue hace tanto… (se ríe). Me fui todo un verano, tres meses. Yo trataba de no llevarme materias, porque en diciembre era la nacional de salto y si te llevabas materias estabas en el horno. Terminó eso, vino navidad, y me fui a Suiza. Estuve tres meses y me invitaron a volver al año siguiente, ya con 18, egresada, pero quedó pendiente. Me anoté para ser ingeniera agrónoma y los sueños de equitación quedaron por ahí… nada. Hay momentos para todo y estoy contenta de la decisión que tomé igual. 

 

– ¿Tenías un plan alternativo a estudiar agronomía?

– Desde chiquita siempre quise ser veterinaria. Mi sueño era ese. Y si podía ser veterinaria de animales salvajes mejor. Elefantes, leones, todo eso me encantaba, poder ayudar a ese tipo de animales. Averigüé. Ya en cuarto año estaba viendo qué hacer. Tenía posibilidad de irme a estudiar a otro lado donde tenían esas especializaciones. Pero estaba muy complicado. Y me empezó a seducir la posibilidad de estudiar algo más amplio que veterinaria. Fue un proceso que hice durante todo quinto año. Hice el curso de ingreso y me encantó todo. Y me enganché con agronomía. Fue en 1991. Hice un grupo hermoso de amigos.


 

Apuesta por la Genética

– ¿Qué te gusta de lo que hacés hoy?

– La verdad que en mi día me tengo que conectar con más de una cosa. Y me gustan muchas de ellas. Tengo que establecer prioridades. El día antes anoto qué cosas son importantes y urgentes del día siguiente. Obviamente que no falta el imprevisto, pero en principio tengo una lista de cosas para hacer y bien variada. Estos últimos años estuve muy con la Braford, me levantaba y pensaba muchas cosas para la asociación y hoy estoy dedicándome un poco más a lo mío. Desde el 31 de marzo dejé la presidencia, aunque sigo en el equipo (es vocal titular y el presidente Juan Manuel Alberro). Ahora presido el Foro Argentino de Genética Bovina. Pero quiero volver a ponerle todas las fichas a lo propio, a Cabaña El Chañar, también a la reserva, poder producir más sustentablemente. Siempre hay cosas para ajustar y hay que estar muy encima para hacerlo. 

 

– ¿Qué balance hacés de tu paso por la presidencia de la Braford?

– Estoy feliz. Creo que la Asociación está pasando un gran momento y eso es gracias a todos los criadores que tienen el empuje que tiene el ganadero en general y un plus del braforista en particular. Es algo que nos lo propusimos. Hacer la diferencia en eso. Que las exposiciones sean un lindo lugar de encuentro para nosotros pero también para nuestras familias.

 

Ustedes también son parte del programa de la Red de Refugios Privados de Fundación Vida Silvestre Argentina y pertenecen también a la Red Argentina de Reservas Naturales Privadas. ¿Cuándo empezaron con esto y en qué consiste?

– Arrancamos en Entre Ríos, pero cuando empezó a apretar el desarrollo de la agricultura, que se fue extendiendo, empezamos a tener mucha presión, porque somos exclusivamente ganaderos. Entonces nos fuimos a buscar campos más al norte. Y tuvimos la suerte de estar en el lugar preciso en el momento indicado. 

 

– ¿Cómo es eso?

– Estábamos buscando campos al sur de Corrientes, la zona de Sauce, Curuzú Cuatiá máximo. Y nos dicen que había un campo perdido en los Esteros del Iberá. Estábamos con mi padre y mi marido, y fuimos a ver qué onda, pero sin muchas expectativas. Y la verdad que cuando llegamos los tres dijimos “este es el lugar”. Yo, te soy sincera, había pensado que iba a ser difícil de reponernos de dejar Entre Ríos, te queda un vacío en el corazón difícil de llenar. Sin embargo, este lugar es fantástico. Es increíble. 

 

– ¿Dónde está ese campo?

– En el corazón del Taragüí. No sé si saben pero Taragüí significa Corrientes. Pasamos la laguna del Iberá y nos pasaban carpinchos por adelante, monos, ciervos. Nosotros pensábamos que los animales iban a estar flaquitos pero cuando entramos al campo nos encontramos con unos caballos hermosos, unas vacas en un estado increíble. Ahí empezó todo. 

 

– ¿Y lo de la reserva?

– Es un lugar con una tremenda biodiversidad. Y una de mis hermanas, la mas grande, estaba y está trabajando para la WWF, la ONG del panda (creada en 1961), que en Argentina tiene un acuerdo con Fundación Vida Silvestre Argentina. Y nos sugirió que entremos en la red de refugios privados. Algo que no tenía ni idea. Pero bueno, vinieron a auditar el campo. Y nos encontramos que el campo representa muchas regiones y nos dijeron que todo el campo se puede tomar como reserva
 

– Cuando uno tiene una reserva de uso privado ¿cómo funciona? ¿Se puede usar una parte y otra no?

– En este tipo de reservas se puede producir, pero conservando. No es la idea cerrarla sin poder producir, porque nos olvidemos que cuando hablamos de sustentabilidad son tres patas: la medioambiental, la social, que la sociedad vinculada a la reserva crezca, y también la parte la económica. Esas tres patas deben estar contempladas. Si te cierran el campo o te dicen que tenés que tener una vaca por hectárea, te liquidan. Sí se van midiendo distintos indicadores en los que se sepa la evolución de la biodiversidad, con rotaciones de pasturas, cargas, etc. Podés hacer muchas cosas. Y el mensaje que quiero dar es que está bueno saber dónde estás parado para poder mejorar. Especialmente ahora que viene todo lo de carbono cero. Siempre hay margen de mejora, especialmente en nuestro país. Estamos agradecidos de poder trabajar en este lugar. Estás en la manga y se te cruza un ciervo. Vas a tomar mates al monte y ves los monos. Es increíble. 

 

– ¿Cómo funciona la red de refugios privados?

– A Vida Silvestre ingresamos en 2008. Y la Red de Reservas se lanzó en junio de 2014. Es muy bueno, porque entre todos podemos ayudar. Haciendo una red es mucho más fácil porque compartís problemáticas, especialmente en Argentina donde no hay mucha legislación. Y acá, donde no te ayudan, a diferencia de otros países que al ser reserva podés hacer diferimientos impositivos. No porque quieras ganar más plata, sino porque en vez de pagar ese impuesto lo ponés para mejorar una situación o darle lugar a un estudiante que tiene que terminar una tesis, por ejemplo. 

 

Fuera del Surco

– ¿Hay alguna actividad en la que te resetees, busques inspiración o te saque de la cotianeidad de laburo?

– El contacto con el agua, la naturaleza, el verde me resetea. Me encanta mirar grandes espejos de agua. Lo más cercano que tengo es la laguna del Iberá, mirar el sol, tomar unos mates. Yo necesito mucho el sol. Lo mismo que cuando uno va al mar. Pero también me puede pasar en lugares de montaña, aunque no soy tan fanática pero me gusta la majestuosidad. También me reseteo cuando agarro la ruta. Pienso, pienso, pienso… 

 

– En la música, ¿qué te gusta escuchar?

– Depende de cada momento. Aprecio todo tipo de música. Hasta el reggaetón que escuchan mis hijos. Me encanta el folclore. La verdad que música es cualquiera que vaya para el momento ese. No tengo ni playlist. Imaginate. Pero generalmente música buena onda, si tengo que elegir, siempre algo más para arriba, no bajón. 

 

– ¿Series? ¿Pelis? ¿Qué te gusta mirar?

– Me gustan mucho las de aventura con algo de historia. Las que tienen que ver con Escocia. Aventura histórica ¿existe ese género? Ese sería. Y con las series me pasa que me copan, pero si arranco una no paro hasta terminarla y eso me liquida. Si me enganché no paro.

 

¿Algún lugar en el mundo que te gustaría conocer?

– El sudeste asiático. Camboya, Tailandia, China, toda esa cultura. No tanto las grandes ciudades sino más por adentro. Me gustaría poder llevar a mis hijos a Europa para que conozcan también, porque se te cargan los hombros de historia en esas calles hermosas. 

 

– ¿Y alguno que conozcas y recomiendes ir?

– Recomiendo como lugar para ir República Dominicana, hicimos todo menos ir a la playa. Hay muy buena gente, muy buena onda, riquísima comida. Y también Colombia. Vamos bastante, tenemos amigos ganaderos ahí. Y es maravilloso. Tenes de todo y también vacas, necesitan de la genética argentina (se ríe). 

 

– ¿Cómo te ha ido siendo mujer en el campo y en el medio rural?

– Siempre fui marchando. Nunca reparé en si era mujer. Si hubo problemas en el camino seguía adelante, muchas veces, como somos un equipo con mi marido, hay lugares en los que vos decís, que se yo, para qué imponerse. Para algo somos un equipo entonces cuando veo que son más machistas las órdenes las da él y yo hago otras cosas. Nosotros nos arreglamos, pero es difícil porque hoy tenés muchas mujeres en los equipos de trabajo, pero no tantas en los altos mandos. Eso choca un poco más. Yo veo que era más aceptada en el nivel de “trabajemos juntos” que en el de ser presidenta. Creo que hay que ir buscando tu lugar y meterle para adelante sin ofender a nadie, y si a alguien le molesta bueno… hay que encontrarle la vuelta. 

 

– ¿Tenés alguna frase de cabecera o algo que te motive a seguir un camino cada día?

– Creo que uno puede hacer la diferencia desde su pequeño lugar en el mundo. Si tenés sueños y objetivos hay que seguir caminando hacia ellos. El camino no es fácil muchas veces, pero eso te motiva. Saber que sí se puede. Tener en tu cabeza ese deseo positivo ya es bueno. Ir por la positiva te hace un cambio enorme. Y siempre también mirando al costado, siempre podemos ayudar en ese camino. Y llegar acompañado está bueno. No crean que los sueños están tan lejos. Siempre hay que dar el primer paso y caminar firme hacia él. 

 

Mujeres en Campaña

“ELLAS” es una serie de podcasts realizados por Infocampo con mujeres de campo que inspiran por su historia emprendedora, y que cuenta con el acompañamiento de “Mujeres en Campaña”, una iniciativa de New Holland Agriculture que ya tiene un camino recorrido y embajadoras de distintos lugares del país.

La Iniciativa Mujeres en Campaña (MEC) surgió cuando comenzamos a notar que existen muchas mujeres involucradas en el campo con grandes capacidades y que todas teníamos algo en común: la necesidad de compartir experiencias vinculadas al campo y al trabajo rural, nuestro principal objetivo es visibilizar el rol de la mujer rural en cualquiera de sus tareas sea como cliente o como una referente para el sector”, señaló Roxana López, referente de Marketing New Holland Argentina.

Desde “Mujeres en Campaña” desarrollaron el concepto de “embajadoras” que permite conocer un poco más de cada una en su rubro y, a su vez, difundir cómo trabajan y cómo se sienten.

El objetivo de este maridaje entre ELLAS y Mujeres en Campaña es llegar a mujeres de distintas edades y distintas zonas geográficas. “Nos enorgullece cuando un padre nos comenta que le recomendó a su hija inscribirse en nuestra plataforma para capacitarse y realizar algún curso de los que ofrecemos”, agregó López.

Desde la plataforma de MEC, se puede acceder a capacitaciones, foros, talleres, entrevistas y contenido de interés, además, cuenta con una Feria de Emprendedoras para dar a conocer los proyectos que lideran las seguidoras.

 

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